Horror lumpen y carnavalización oscura en «Valpore» de Cristóbal Gaete

Pórtico del Tritón en el Palacio Nacional da Pena, Sintra, Portugal, siglo XIX.

Valpore es la piedra angular del consiguiente trabajo escritural de Cristóbal Gaete seguido de cerca, aunque en menor grado de alegorización por Motel ciudad negra y Paltarrealismo. Fue necesario fijar el clima psíquico de la ciudad puerto antes de comenzar con la narrativa de corte realista que posteriormente reviste su poética. De ahí que la destrucción inherente al imaginario porteño sea el que se torne punto de partida para la creación literaria. Poética que sigue las égidas de la tradición ácrata que hunde sus profundas raíces desde el siglo XIX en Valparaíso constituyendo su carácter indómito.

Sergio Guerra

La ficción ya no es meramente representativa

sino que ha invadido lo Real hasta el punto de constituirlo.

K–Punk

En el cuento de Cristian Geisse ¿Has visto un dios morir?, el abuelo del narrador asegura haber visto morir una deidad en un viaje alucinatorio en el norte de Chile. En los subsuelos de la ciudad puerto hay subterráneos clandestinos en que los consumidores de ñache tienen alucinaciones colectivas. El narrador accede a la visión del dios moribundo mediante esta droga consumida simultáneamente con su abuelo que se ha dejado convencer. La narración de Geisse es extraordinaria; del cuerpo del dios invocado se extiende una brea viscosa que podemos vincular con la Oscuridad que adora la secta del norte selvático de Argentina en la novela Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez. A la manera de esos consumidores de ñache, nos sumergimos en una visión colectiva cuando leemos Valpore (2009) de Cristóbal Gaete. Todos quienes hemos leído esta novela ‘hemos estado’ en el cerro Valpore, un cerro que condensa todo el horror del puerto. Un cerro ficticio que se encuentra más allá y más acá de los demás cerros. Un cerro en cual vibra un estado psíquico que Gaete logra capturar.

¿Por qué esta ficción se ha convertido en un clásico que sigue convocando lectores tras más de una década de haber sido publicada? ¿Qué la diferencia de la escritura posterior de Gaete y de la constelación narrativa local? De estas preguntas que el mismo Cristóbal me planteara en uno de nuestros últimos encuentros arrancan mis ideas. En primer lugar, lo que tenemos en Valpore es una ficción específica, que el autor nombra en el subtítulo; una ficción lumpen. Desde esta categoría explícita merodearemos las preguntas planteadas.

Toda vez que se ha dicho que Valpore es la representación de una política se ha domesticado su sentido hacia las inclinaciones del comentarista, pasando por alto las señas explícitas de la teoría-ficción (Fisher) contenida en el subtexto de la novela. Lectura consensuada es la interpretación de la narración como metáfora de la división centro-periferia en la ciudad de Valparaíso. Esto es evidente, y no lo discutiremos acá, será por lo demás una base de la que partiremos, base que posterior al 18 de octubre del 2019 ha sido pensada como oráculo de la revuelta social chilena, la novela digo, ha sido leída por su posibilidad de capturar una potencia latente, la potencia de revuelta. Esto último es más interesante aún, y se ha vuelto más claro tras los acontecimientos de octubre que por lo demás, pusieron en estado de revuelta las consideraciones estéticas asentadas en la cultura local. Avanzaremos en esto más adelante.

Antes traigo la noción de teoría-ficción que utiliza Mark Fisher –no es el primero en señalar esta cualidad de la narrativa (pos)moderna–, la de contener ella misma (la escritura) la clave de su propia lectura. Me sirve como máquina de orientación acá, para pensar la ficción de Valpore envuelta en su propia teoría, que siguiendo la lógica; si la suya es una ficción lumpen, la teoría del texto sería una teoría lumpen, lo cual abre paso a una poética lumpen, o también por qué no; una poética del horror lumpen.

¿Qué quiere decir una poética lumpen? Esta es la hebra teórica que se anuda con la cita del teórico del anarquismo ruso Mijaíl Bakunin “la pasión por la destrucción también es una pasión creativa” (55). Cita que aparece por primera vez en la séptima edición de la novela de Gaete publicada en la antología Apuntes al margen (Emecé, 2021), la cual compendia 5 textos del escritor. Me parece que esta cita, por lo demás una consigna clásica del anarquismo teórico del siglo XIX, presenta una clave de lectura que se haya implícita en el texto de la novela. En el sobrentendido de que el anarquismo es un pensamiento político que no busca subsumir la agencia potencial del lumpen, sino más bien reivindicar su potencia autónoma, por lo menos en su idea revolucionaria ¿se podrá entrever algo de eso acá?

La deshumanización que caracteriza a los personajes de Valpore, hasta el borde de la caricatura, los vuelve autómatas que se mueven por la inercia de los acontecimientos y por la voracidad de sus apetitos. Sus acciones se tornan mecánicas y grotescas. Gaete llama a estos habitantes de Valpore mostros. Para estos mostros la destrucción pareciera no llegar a construir nada, lo cual los acerca más al pensamiento nihilista de Serguéi Necháyev, retrato de cuyas consecuencias sociales consumó Fiódor Dostoyevski en la colosal novela Los demonios (Moscú, 1871-72). Esto ya que los personajes de Valpore no hacen más que reventarse y reventar al resto a la manera de los grupúsculos insurreccionales nihilistas de los cuales Bakunin se distanció. Solo que en la novela de Gaete los mostros están desprovisto de voluntad política. Lo cual los vuelve recontranihilistas o incluso reaccionarios, que es la deriva narrativa que sigue la novela. Me parece más acertado pensar la teoría bakuninista de la destrucción creativa enunciada en el epígrafe para pensar la poética del propio Gaete en cuanto autor de ficción, ya que hace de la destrucción del puerto el punto de partida de su escritura, y digo creativa con toda la potencia de la palabra contenida en la idea de ficción. Más adelante introduciré algunas variables de esto.

El lumpen pastabasero, delincuencial y pendenciero que habita Valpore, aglutinado en este organismo/concepto nombrado y creado de manera alegórica, recibe las inesperadas visitas de un demiurgo esporádico que aparece bajo la rúbrica de “doctor” o “el tipo del abrigo largo”, quien sagaz, les quita pelos de la cabeza a los mostros para clonarlos. De la manera en cómo realiza las clonaciones, no nos enteraremos leyendo la novela, y esto me parece clave, ya que es justamente la manera en que opera el hechizo capitalista, haciéndonos creer que las cosas aparecen así no más, borrando la mano de obra, la procedencia, el método. A esto Marx lo llamó el fetiche de la mercancía, y es la base de la idea de brujería capitalista de Isabelle Stengers. Acá en Valpore, el tipo del abrigo largo, personaje que aparece de la nada en medio de algunas escenas y que oficia de demiurgo, es capaz de conectar un conocimiento oculto de multiplicación de engendros, y a la vez es el responsable de sostener un cierto equilibrio social al dosificarlos. Personaje en el cual resuenan los ecos literarios del científico loco corte Dr. Frankenstein o Dr. Jekyll. Pero al no haber método, o mantenerse en el misterio, toda transubstanciación deviene mágica (brujería) y no científica. Ya que acá no se trata de poner lo inexplicable a coexistir con la realidad, mas bien se trata de un realismo psicótico o grotesco basado en una degradación psicológica propia del horror que atraviesa la novela bajo la forma marginal de horror lumpen, derivada de la violencia destructiva y autodestructiva que domina el entorno de los personajes mostros, y que a la vez les da sus formas deformadas por intensidades de la prosa. De ahí el eterno presente que hace parpadear la causalidad y pone en situación de pecios a los mostros: pedazos humanos a la deriva.

A contrapelo del Valparaíso Patrimonio de la Humanidad que constituye el lado visible de la conservación del casco arquitectónico porteño, está esa sombría zona en la cual se sumergen los mostros de Valpore. En aquella penumbra la pluma de Gaete se adentra oteando en la ferocidad mediante una narración sincopada y brutal, en que el material aparece por bloques literarios de violencia, con celeridad de fraseos entrecortados y arrítmicos, que semejan un estado psíquico ansioso, a la vez maniaco y al borde del pánico los cuales dan forma a una prosa corto-punzante.

La vieja manejaba en pijama, histérica, tocando la bocina, mientras la madre observaba lánguida el paisaje, perdida en pasta base. Entré con la madre y un paramédico la atendió. Por mi aspecto, solo me dejaron mirar por la ventana. Entonces vi al tipo del abrigo, que ahora vestía una bata de hospital. Me cerró un ojo. Se acercó a la madre y le insertó los dedos en la vagina. La escena era espantosa: salía vino desde dentro de la madre y yo no tenía dónde guardarlo. Me colé entre los enfermeros y vi salir su coraza de cartón amarillenta, con sus letras rojizas, su boquita y su ojo de caja de vino, ante la mirada desorbitada de los paramédicos que quedaron estupefactos. La madre puteó al Pulpo, a mí y a todos los que estaban en la sala, y pidió algo para el dolor. Le di de su mismo vino untado en mi manga y la mordió más fuerte que nunca, chupándola con sus hermosos labios hinchados de pasta base. La caja salió entera. El tipo del abrigo le pegó un palmazo y rebalsó más vino. Acarició la cabeza de la madre y le sacó un cabello (73).

Este tipo del abrigo largo es el deus absconditus de la narración, cuyos métodos son incognoscibles. La narración de Gaete transporta a su ficción lumpen este residuo teológico que aparece metonimizado en un abrigo largo, uno pensaría en un atuendo de escritor o poeta, pero también es un doctor y un científico, es aquel que crea los mostros. Esta hechicería como ya comentamos antes, se condice con la condición ‘hechiza’[1] de Valpore.

Hay un vaivén reconocible entre el extremo gore de la novela y la caricaturización de los personajes, la madre, el Pulpo, la cajita de vino, el tipo del abrigo largo, que tensiona la narración acercándola a una representación de alta visualidad que lo aproxima a referentes porteños del comic como Anarko de Jucca y también a la tradición popular del realismo grotesco. Digo grotesco acá en el sentido en que lo pensó el teórico ruso Mijaíl Bajtín, cuya operación estética consiste en deformar las formas habituales de representación, para interiorizar en la figura del propio cuerpo de los personajes, las tensiones sociales propias de la época del texto en cuestión. Táctica ésta, la del cuerpo grotesco, propia de la literatura carnavalesca, cuyos elementos principales podemos reconocer en la novela de Gaete.

El realismo grotesco deforma las formas a través de la hipérbole destacando los miembros sexuales, y pone énfasis en cuerpos entregados a los apetitos de la carne y en los desechos fisiológicos que dejan. Los cuerpos no poseen contorno (característica de la novela burguesa) sino que están entrelazados a través de todos sus orificios, lo cual resalta la conexión material del cuerpo social. El contacto con el mundo exterior a través de la boca, vagina, ano, pene, consume lo que les rodea, y a la vez desecha el mundo a través de fluidos y materias pestilentes del cuerpo. En su sentido originario (pienso en la tradición de François Rabelais), el grotesco presenta la duplicidad vida-muerte, y permite a través de sus procesos, regenerar lo que ha decaído. En ese sentido es un eco de la mentada cita de Bakunin, toda vez que la pasión de destrucción es pasión de creación a la vez. De ahí que nuevamente destaque esta correspondencia en la poética de Gaete, en este caso en la deriva del realismo grotesco, en el sentido de que lo narrado es tanto o menos importante que la forma a la cual corresponde. La misma prosa grotesca y corto punzante de Valpore es a su vez la que forma la imagen del realismo grotesco al interior de la alucinación de la novela que hace de la narración una droga, de ahí que la prosa sea nuestro ñache.

Ahora avanzaré en otro sentido. Ya que lo grotesco señala un desborde que se retuerce sobre sí sin solución de contorno y a su vez implica las tensiones sociales y éticas de la sociedad retratada, propongo la noción de carnavalización oscura, que a diferencia de la tensión claroscura del carnaval que libera los deseos de la carne en un lapsus de tiempo que interrumpe el cotidiano, pero cuyo comienzo y final son reconocibles, en Valpore tenemos una permanente entrega a los apetitos de la carne que en su gasto rasante de energía vital va atenuando la luminosidad de la atmósfera en una decadente penumbra. Los personajes no consiguen saciarse, ni contener su deseo, ni consiguen descansar; se arrastran por las calles en busca de copete, drogas, comida, sexo y violencia. Elementos que son propios del carnaval (Burke), pero aún debemos precisar más. En lo carnavalesco bajtiniano, vemos constantes permutaciones de valorización simbólicas, tales como la permutación de las jerarquías sociales. De esa manera los mostros de Valpore terminan por gobernar la ciudad a través de la alcaldía. Vuelco reaccionario que nos recuerda a La naranja mecánica (1962) de Anthony Burgess en que los secuaces de Alex (los drugos) se vuelven policías. De sujetos marginales pasan a ocupar posiciones dentro del poder. De tal manera, si Valpore ha sido pensada como una anticipación de la revuelta, podemos preguntarnos, siguiendo el juego de los comentaristas que hicieron estos paralelos, si es que nos es lícito reconocer un paralelo con el después de la revuelta en la ficción de la novela. Si en Valpore tras el tumulto violento que azota la ciudad se instalan los mostros en la alcaldía, tras la revuelta social chilena ¿cuales serían los mostros que asedian las instituciones políticas, y por qué no, las instituciones culturales? ¿Serían los representantes elegidos para ambos procesos constituyentes formas de lo mostroso? ¿Una nueva forma de lumpen institucional se cocina tras la revuelta? Estas son preguntas que siguen la idea de la novela como un oráculo. O siguiendo con este juego especulativo de las correspondencias realidad-ficción pregunto ¿quién o qué está detrás de la creación de los mostros en Valparaíso? ¿Qué salidas políticas se podrían desprender de la mostrificación de la sociedad por parte de la novela?

Vuelvo a Mark Fisher quien en su Constructos Flatline: materialismo gótico y teoría-ficción cibernética (1999) nos enfrenta al vínculo orgánico/animado e inorgánico/inanimado, que están en la base material y estética de la interfaz humano-máquina. El axioma eje del libro de Fisher señala que la modificación de estas coordenadas estéticas; la indiferenciación entre lo vivo y lo muerto, el devenir zombie podríamos señalar, o mostro, según el universo valporino, es el umbral para nuevas formas de percibir y habitar el mundo, que se está acercando peligrosamente a la naturalización de la negación de la vida (tanatopolítica). Esto está en la base de la subjetividad neoliberal de la cual los mostros de Valpore son parte, ya que el margen también entra en la ecuación de la ciudad en cuanto no-ciudadanos. No hay ningún afuera y Valpore es el reverso oculto de Valparaíso pero sigue siendo parte de la ciudad como Oscuridad de ésta que se percibe en las superficies como una horrorosa vibración psíquica y me parece que esto es captado en la novela de modo rotundo; sea quizá el motivo del recurrente volcamiento de las lecturas que desde hace una década recibe de diversos ángulos, ya que Valpore como ninguna otra obra literaria porteña consigue captar un cierto estado psíquico que es posible vivenciar en las calles de Valpo y que los recursos literarios acá alegorizan mediante la potencia de la ficción lumpen.

Hemos visto que, a su vez, con la carnavalización oscura nos acercamos al delgado borde que separa la consecución del deseo con el horror. Son estas poblaciones fuera del plan urbano, las que hemos pensado envueltas por el horror lumpen a partir del alegórico ascenso-descenso al cerro Valpore y que se extienden a Valparaíso como una presencia ominosa. La vibración psíquica captada por la ficción de Valpore se desprende del imaginario social que a la ciudad puerto cubre como neblina. De tal manera que el estigma social que permea todo el territorio se debe a que la ficción inunda la realidad y lo Real al punto de dotarla de un sentido maldito y oscuro.

El doctor puso un disco de sicótica música circense. En la etiqueta del ron había estampadas unas carabelas con negros engrilletados remando sobre un mar rojo, color sangre. El doctor tenía el maldito espíritu aniquilador de los conquistadores y similar sed de violencia. Era habitual ver mendigos muertos o punkis alrededor de envases de Cariben, un ron de anilina oscura que provocaba tumultos y violencia (80).

Nótese lo retorcido de todo esto que se asemeja al cine bizarro o de terror clase B. Acá hay seres marginales, fuera de ley y todo derecho, sin ética, cuyo demiurgo es un doctor de espíritu aniquilador dosificador de mostros que les enerva con ron Cariben al ritmo de una ‘sicótica música circense’. Nuevamente ¿Quién es el doctor? Pienso que podría ser la figuración de aquella pasión destructiva que a su vez es una pasión creativa. El doctor impide que todo sucumba. Así como en Dostoyevski es Dios quién evita el colapso social. En Valpore es el doctor o tipo del abrigo largo quien oficia de demiurgo para mediar el equilibrio social. Teología política que tensa una nueva cuerda que compone este nudo que forja la novela.

De ahí que piense que Valpore es la piedra angular del consiguiente trabajo escritural de Cristóbal Gaete seguido de cerca, aunque en menor grado de alegorización por Motel ciudad negra y Paltarrealismo. Fue necesario fijar el clima psíquico de la ciudad puerto antes de comenzar con la narrativa de corte realista que posteriormente reviste su poética. Esto me parece decidor. Ya que, sobre las imágenes realistas de sus escritos posteriores, hay un barniz que cubre sus relatos; las tinieblas de la ficción de Valpore con todo el despliegue de su intensidad psíquica, el horror lumpen y la carnavalización oscura invaden lo Real al punto de constituirlo. De ahí que la destrucción inherente al imaginario porteño sea el que se torne punto de partida para la creación literaria. Poética que sigue las égidas de la tradición ácrata que hunde sus profundas raíces desde el siglo XIX en Valparaíso constituyendo su carácter indómito.

Primavera 2023.

Agradezco los comentarios de Catalina Forttes Zalaquett y Hugo Herrera Pardo.

[1] La palabra ‘hechizo’ viene del latín facticius y significa “no natural, artificioso, fingido”. En coa, es todo objeto, principalmente armas, que son elaboradas con materiales encontrados, reciclados o impropios de la fabricación habitual del objeto.

Obras citadas

Bajtín, Mijaíl. La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento. Traducido por Julio Forcat y César Conroy, Alianza Editorial, 1993.

__________. Carnaval y Literatura. Revista de cultura de occidente Ceco. Vol 23. N°129, 1971.

Fisher, Mark. Constructos Flatline. Materialismo gótico y teoría-ficción cibernética. Traducido por Juan Salzano, Caja Negra, 2022.

___________. K-Punk – Volumen 3. Traducido por Patricio Orellana, Caja Negra, 2021.

Gaete, Cristóbal. Apuntes al margen. Emece, 2021.

Geisse, Cristian. Ñache. Bordelibre Ediciones, 2015.

Haraway, Donna. Seguir con el problema. Generar parentesco en Chthuluceno. Traducido por Helen Torres, Cansonni, 2020.

______________. Manifiesto Cyborg, ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. En Ciencia Cyborg y Mujeres, la reinvención de la naturaleza. Traducido por Manuel Talens, Cátedra, 1991.

Herrera Pardo, Hugo. El espectáculo de la Stasis en Valpore de Cristóbal Gaete. Escrituras americanas. Vol. 2, No. 1 Otoño 2017 / Pág. 39-57

Moraña, Mabel. El Monstruo como máquina de guerra. Vervuert, 2017.

Stengers, Isabelle. La brujería capitalista. Prácticas para prevenirla y conjurarla. Traducido por Víctor Goldstein, Hekht libros, 2018.


Sergio Guerra. Escritor, investigador, docente. Es­tudió Teoría del Arte (UCH), Literatura (PUCV) y Filosofía (UCH-UV). Tras cuatro años de viaje por el continente, se radicó en Valparaíso en 2017, desde entonces ha coordinado eventos poéticos, principalmente a través del colectivo Kontranatura. Además, participó en el proyecto literario Concreto Azul. Como docente imparte los cursos de Culturas Visuales y Pensamiento Visual. Como investigador aborda la noción de carnavalización de la polí­tica, el arte y la literatura chilena en el siglo XX; la teoría de la crea­ción; y la veta de estudios culturales abierta por Mark Fisher. Publicó los libros Fiebre (México DF, 2018), Tectónica de clases (Valparaíso, 2020) y Tracción a sangre (Valparaíso, Schwob Ediciones, 2023). Consiguió la beca de creación literaria (2015 y 2017), ChileCrea (2021), ANID (2023). También el fondo de investigación Arcos 2022 y 2023. Hizo parte de la antología En Verano [Muestra del novísimo relato de la región de Valparaíso], publicado en el n° 5 de nuestra revista. El texto de Sergio Guerra en nuestro número fue presentado el 9 de noviembre del 2023 en el I Congreso Internacional de Ficción Fantástica Iberoamericana organizado por la GEF: Universidad Autónoma de Barcelona y la UAI en Santiago de Chile entre el 8 y el 10 de noviembre. Otros textos de Guerra en La Antorcha Magacín en los números 8, 10 y 12.

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