Pupa
Mi corazón es una bolsa de basura
lo escarban las familias hambrientas en este país.
El tuyo, es el de un hombre
negándoles el gas a los pibes de la villa.
El de mi amiga,
es una fila de mujeres que esperan
el descuento en carnicerías,
lavadas a cloro y estropajo.
Los corazones ancianos,
son las promesas de un bienestar
corrompido ante el cambio
dirigido a un barranco.
A bordo van los payasos macabros.
Mi vientre fecundo se deshace en pedazos.
Miro las caras llenas de ausencia.
Entramos buscando algo,
todos los asientos están vacíos.
Salimos cada vez más lastimados
de este torbellino.
Por un ala rota,
las mariposas aletean más fuerte.
Algunas de ellas renacen
de su crisálida sin boca.
Mueren de hambre,
viven un día
se lo pasan volando,
sin importar
sus cuerpos serán polvo.
Las plantas nos devoran
como la maleza a la tierra.
Mi útero será un hueso en putrefacción
marcado por los perros,
los veo fuera de rotiserías grasosas.
El otoño es un cuerpo poroso,
las hojas secas son sus huesos.
Nuestros cuerpos
son el compost,
lleno de gusanos.
Estoy descompuesta,
me duele el vientre.
Enumeramos al cuadrado,
la mezcla de la harina.
Contando migajas.
El corazón de los pobres
es una catedral incendiada.
Muerte
Dos veces al día la nombro.
Pensar en ella es caminar,
escalofrío rondando por el cuerpo.
Las abejas en polen amarillo
bicho cascarudo,
ver a las abejas dejar de morir,
otro tipo de muerte es dejar de notarlas
camino imitando a una animita,
trotando despacito
vestida en coronas de flores,
detrás de mi propio cajón.
El deseo puesto en los autos,
miro fijo a los extraños.
Guardo el miedo
cuando estoy en la cama,
recordar a mi madre
sus costillas dobladas.
Pensar es caminar con el fantasma
de un desaparecido.
Pensar en la muerte
es ver las calles repletas,
el barrio en la siesta emanando calor.
En este mundo se aburren les niñes
banean frente a las pantallas,
el algoritmo va por dentro,
lo saben en sus sueños más dulces
no quieren despertar.
¿Y entonces qué?
Espiar a esas niñitas
las condenadas
ellas juegan con un globo rojo,
conteo absurdo de escritura.
Fuera de la cárcel Boulogne Sur Mer
se pueden escuchar los gritos,
mentes que aún no piensan en la muerte
La ausencia es
llegar a la hora a un jardín devastado,
atarse el pelo,
cortar la cinta,
abandonar la higiene,
olvidar el agua de ruda.
Él piensa en la muerte,
es su madre sin memoria
una casa que parece un país
Igual de lastimada,
igual de vacía,
a los ojos lo miro
se ve en mis pupilas.
Yo pienso en ella,
él piensa en mí,
el país recuerda sus pies de alquitrán
y aguas con cianuro,
los niños ya no comen
todos son babosas.
Sólo sacan bombas molotov
de los pijamas,
pensar en la muerte
se vuelve un acto cotidiano.
Hormigas rojas
Las cabras chicas del cerro y yo, somos malas como las hormigas y eso no lo digo yo, lo dicen ellas, y las vecinas que nos ven como pescamos arañas, con palitos de helados que no comimos y que nadie nos regaló porque somos malas como hormigas, eso no lo decimos nosotras, nos sentamos a contar historias sin escucharnos, es porque somos malas, cabras culiadas salgan de aquí, sale de mi patio, es que no nos quieren tía, las cabras chicas del cerro y yo hemos construido un bunker, parecido al de las rocas el que guardo entre fronteras, lo ubicamos entre el puente de la casa y el caño por donde pasa la mierda de todas las otras, yo no sé leer, yo sí se leer, yo se contar hasta cien, les quise explicar por qué no está bien meterse a los patios de otros vecinos, pero ellas me enseñaron que no tenemos tierra, que no tienen patio, que somos malas y que nadie nos quiere, pero que nosotras nos queremos así, tía venga, métase no más, intentaron peinarse, llenarse la cabezota de moñitos y cintitas, que lindo pelo tiene tía, dijeron y me lo tiraron hasta hacerme doler, para que recuerde(s) que son malas y que yo también soy mala cuando estoy con ellas como las hormigas como la mierda que cae por cualquier lado, malas como el padre, que les dice que la madre las llama y porque ellas no van donde madre, es porque son malas y están dentro de la quebrada rescatando los juguetes que los perros les roban, las cabras chicas del cerro y yo somos malas como las hormigas, aprendimos que donde estemos (juntas) va a ser nuestra casita, vamos a jugar a la mamá, a la mamá que les da de comer lo que ellas quieren, donde ninguna es la mamá, donde cada patio es nuestro, no tenemos otro lugar, todos nos corren, nadie se pregunta de dónde venimos, en hilera, calladas, atolondradas, rojas de sol de fruta en descomposición, las cabras chicas del cerro y yo somos malas como las hormigas.
Pódcast: Daniella Lillo Traverso

Vianka Ceverino Rusticcini (Mendoza, 1996). Reside en la ciudad de Valparaíso cerro El Litre. Se comprometió con un territorio, la lengua materna que le falta. Participó del colectivo de poesía y performance “P.A.P” (2018). Trabajó gestionando “Slam Poético Mendoza” (2019). Antologada en Cuerpos Urgentes (2020), Pesos Pesados, textos gordoactivos (2021) y Reescritura de Valparaíso, L.E.T (2021). Participó del taller de la casa museo "La Sebastiana" (2021). Participó del festival de poesía “FIP Santiago” (2022). Actualmente, trabaja en su primera publicación de poesía.