La curiosidad turística por la ruina industrial, por el abandono y por la miseria, no pasan de ser una forma más de la catástrofe, de ese momento histórico donde el declive y la crisis ya no permiten vislumbrar una restructuración que prometa un nuevo ciclo de desarrollo. ¿“Turismo del abandono” o “turistas en el abandono”? ¿No es acaso el abandono una condición de posibilidad del turismo?, se cuestionan los autores en este artículo.

Jorge Budrovich-Sáez / Hernán Cuevas Valenzuela
I
La ominosa figura del turista ronda y acosa al investigador social como una presencia aparentemente ineludible, inevitable y peculiar, expresión de los aspectos más ingratos de la sociedad productora de mercancías, particularmente cuando se manifiesta como una de las variantes del así llamado “turismo oscuro” (dark tourism). Este melodramático trance, que se hace carne en los dilemas éticos que plantea la investigación social en áreas de declive industrial, tiene lugar en un mundo donde el retroceso no solo es económico, sino que catastrófico[1].
Desde un punto de vista económico, el “turismo” se puede definir como aquella industria donde se negocian bienes y servicios enfocados al mercado del placer y el tiempo libre de quienes “se mueven del hogar”: alojamientos, actividades, atractivos patrimoniales, naturales, históricos, etc. No es una noción fácil, sino que abierta a múltiples conceptualizaciones, sustentadas por diversos supuestos ontológicos, epistemológicos y paradigmáticos (Hall, Williams, Lew, 2004: 7). De ahí que resulte indispensable distinguir tipos de turismo, a partir de los cuales poder diferenciar entre aquellos ligados a viajes de negocios, estudios, investigación, vacaciones o excursión; de orden familiar, laboral, de amistad o conyugales; a lugares más o menos distantes del lugar de origen; o si duran un fin de semana o se dan en el contexto de una año sabático o un estilo de vida tipo playboy.
Que los desastres se conviertan en motivo de atracción turística, a primera vista, no parece pasar de ser otro gustillo morboso propiciado por la neoliberalización de la percepción. Es un fenómeno tributario del progreso de los medios de comunicación y de la proliferación de la compulsión por desplazarse, por viajar (curiosamente asimilada a “una vida auténticamente vivida”).Por lo demás, la atracción por el desastre (y su captura) tiene el enigmático atributo de ser una de las cosas mejor repartidas de la época de los dispositivos móviles.
Esa atracción por la muerte, el sufrimiento, la violencia y el desastre que motiva a los individuos a viajar hasta destinos, lugares o eventos que les ofrecen una experiencia afín a esta, se ha denominado como “turismo oscuro”. Autores como Richard Sharpley (2009) han categorizado y definido esta curiosa variedad de turismo, que va desde la atracción por lugares donde se cometieron crímenes sanguinarios o atentados terroristas, hasta los memoriales que exhiben y denuncian la violación sistemática de los derechos humanos. Tal vez se trate de un fenómeno con antecedentes de larga data, pero tan solo en la sociedad productora de mercancías ha adquirido una infraestructura, un mercado y una dinámica tan compulsiva.
Alice Mah introduce la figura del turista del abandono –Dereliction Tourist– (2014) como un recurso conceptual con connotaciones éticas, oportuno para la reflexión metodológica en torno al rol del forastero en la investigación social y la ingrata relación entre las prácticas ligadas al turismo y la así llamada “inmersión etnográfica”. El turismo del abandono “refiere al acto deliberado de buscar espacios como fábricas abandonadas o lugares de ruina para la exploración urbana” (2014)[2]. La devastación o los pueblos deshabitados se convierten así en objeto de fascinación y goce estético. Tanto la fotografía como las prácticas relacionadas con esta verdadera “pornografía de las ruinas” han sido criticadas como formas de voyerismo e insensibilidad cultural ligadas a la condición de “forastero”. Las mismas críticas caben, de modo más general, para el turismo oscuro y el turismo de la miseria. Probablemente una reducida cantidad de los críticos de esta “pornografía de las ruinas” tengan en cuenta que antropólogos urbanos o sociólogos hacen parte de esa fascinación morbosa.
Sin embargo, como señala Mah, algunos investigadores se reclaman de ciertos aspectos positivos de tales formas de turismo. Por ejemplo, el imaginario asociado a la ruina industrial podría ser canalizado hacia la concientización del pasado industrial de un lugar o hacia un turismo de la miseria motivado y vinculado a luchas globales por la justicia social, o, tal vez, enfocarlo hacia la elaboración de “contranarrativas” que contesten a las concepciones dominantes del turismo y el desarrollo. La batalla por la hegemonía, dirían algunos.
Cual sea el caso, un investigador social como lo es el etnógrafo, siempre se verá atormentado por la difícil relación con el otro, particularmente densa cuando se introducen consideraciones relacionadas con diferencias de clase, raza y género, con el imperialismo, con el colonialismo y con el “desarrollo geográfico desigual” (Harvey 2021). El etnógrafo se resiste a ser calificado como turista, a pesar de que los límites parecen ser tan delgados y/o invisibles a la mirada del nativo. Para despojarse de tales cargos, se ha extendido entre estos investigadores sociales la importancia atribuida a la reflexividad inmanente al trabajo de campo, la vigilancia de las relaciones de poder y las consideraciones sobre la “posicionalidad del sujeto”, o sea, a los problemas de orden ético y político, prácticas pertinentes pero inadecuadas según Mah. Una reflexividad que se limita al cuestionamiento de la identidad del sujeto investigador debe ser superada por una “forma de reflexividad más amplia, basada en una reflexión y una práctica ética de carácter contextual e intrínseco” (2014) según la autora.
No es menos importante clarificar que la resistencia del etnógrafo a la figura del turista está estrechamente relacionada con la oposición estipulada entre forastero y oriundo, según la cual este último representa el punto de vista interno, la autenticidad, la mirada del protagonista, mientras que el primero carga con el estigma del vigilante, del soplón, del sospechoso. Dar la voz al oriundo es un modo de equilibrar las relaciones de poder. Oposición que hace eco en otras como distancia/proximidad, objetividad/subjetividad, espectáculo /práctica. Mah sugiere una salida de estas oposiciones a partir de la invitación a habitar los intersticios y asumir las tensiones, evitando así la impostura de sentirse liberado de las contradicciones que nos habitan y hacernos cargo de un aprendizaje ético que no se quede en un resignado mea culpa.
La autora admite ser ella misma una “turista de las ruinas industriales”, reconociendo así la seducción que tales escenarios le suscitan. Le incomoda esa doble condición de investigadora social y turista, esa condición de “forastera” que puede llegar a resultar intolerable. Sin embargo, la ambivalente figura del “turista del abandono” opera como clave para reflexionar críticamente sobre las perspectivas entre las cuales habitualmente se mueve la investigación social de campo: oriundo/forastero, proximidad/distancia. El fantasma del turista que acosa a la investigadora es encarado a pesar de los riesgos, abriendo así una brecha u oportunidad para considerar nuevas posibilidades éticas.
Para sintetizar, según Mah su propuesta desafía a esa reflexividad basada en la identidad como panacea ante los dilemas éticos de la investigación etnográfica; a la oposición radical entre etnógrafo y turista; y a las connotaciones exclusivamente negativas asociadas a la figura del forastero. Su preocupación por profundizar la reflexión ética más allá de códigos éticos petrificados para pensarla como parte de un “proceso de aprendizaje basado en la práctica”, es la conclusión necesaria de una reflexión que –a partir del recurso a la figura del “turista del abandono”– remueve del rol del investigador social esos restos de maniqueísmo autocomplaciente y cínico que decantan en la confirmación solapada de cierto orgullo clasista de burgués eurodescendiente. En ese sentido, no cabe duda que se trata de una contribución significativa a la reformulación de la investigación social.
II
Los estudios sobre turismo forman un campo de estudios (Tourism Studies) que comprende journals, profesiones, puestos académicos, consultoras, departamentos, etc. No cabe duda que allí se encuentra el sentido de tantas definiciones y categorizaciones tales como “dark tourism”, tan útiles para comprender y potenciar una industria bastante bien ponderada durante las últimas décadas. Sin embargo, estas categorías y figuras del turista no solo sirven a la operacionalización de conceptos con fines inmanentes a las demandas del mercado (aunque se trate de “miradas críticas”), sino también para capturar transformaciones de orden histórico y antropológico.
En un breve ensayo titulado “De peregrino a turista, o una breve historia de la identidad” (2003), Zygmunt Bauman analiza el concepto de identidad y sus problemas en el contexto del tránsito de la modernidad hacia la postmodernidad. Para dar cuenta de la modernidad recurre a la figura del peregrino –el mundo de los constructores de identidad– “un tipo de mundo en el cual las huellas de sus pies queden grabadas para siempre, a fin de mantener la traza y el registro de viajes pasados. Un mundo en que viajar pueda ser, en efecto, un peregrinaje” (2003: 48), mientras que la metáfora que resume la estrategia de vida de la postmodernidad, “motorizada por el horror a los límites y la movilidad” (2003: 53), se configura en el conjunto formado por el paseante, el vagabundo, el turista y el jugador. Quedémonos con la tercera figura.
El turista que describe Bauman es un buscador de novedad, alguien que quiere sumergirse en un extraño y curioso elemento con la condición de que no se impregne a su piel y así poder desprendérselo cuando lo desee. Y “cuando la vida misma se convierte en una extensa escapada turística, cuando la conducta del turista se transforma en el modo de vida y la postura turística llega a ser el carácter, resulta cada vez menos claro cuál de los lugares recorridos es el hogar” (2003:60).
La moralidad del turista, como la de todas las figuras con que Bauman piensa la estrategia de la vida postmoderna, se caracteriza por la no intervención y la evitación del compromiso. Un retroceso que implica la supresión del impulso moral y un culto a la intimidad personal que compensa la soledad de los sujetos de deseo orientados hacia la estética; es la figura de una sociedad que “ha hecho que las amistades, las aventuras amorosas y los matrimonios profundos y duraderos sean cada vez más difíciles de encontrar” (aquí Bauman cita a Christopher Lasch; 2003: 65-66), donde la desesperanza solapada respecto de alcanzar un vida buena o mejor, es mitigada gracias al mercado de la ortopedia psíquica.
La catástrofe de un mundo que ese turista endémico de la postmodernidad no puede dejar de allanar, no es una posibilidad o predicción apocalíptica que pueda ser resistida desde la proliferación de individuos informados y luchadores globales por la justicia social. Como afirman Semprún y Riesel, “lo esencial del curso del desastre no ha sido nunca secreto. Todo lo que hacía falta para comprender adónde nos llevaba el ‘desarrollo’ estaba ahí desde hace décadas: sus magníficos resultados se expandían por doquier, a la velocidad de una marea negra o en lo que se levanta una ‘ciudad nueva’ al borde de la autovía” (2011: 33).
Así las cosas, la curiosidad turística por la ruina industrial, por el abandono y por la miseria, no pasan de ser una forma más de la catástrofe, de ese momento histórico donde el declive y la crisis ya no permiten vislumbrar una restructuración que prometa un nuevo ciclo de desarrollo. ¿“Turismo del abandono” o “turistas en el abandono”? ¿No es acaso el abandono una condición de posibilidad del turismo? Más oscuro que cualquier forma de turismo, el mundo que produce al turismo no deja otra alternativa ética que el abandono del turismo.
Ante la impotencia de un individuo que se ha alejado de su hogar para perderse entre las ruinas de la catástrofe, tan solo una “teoría social crítica” inmanente que trata reflexivamente consigo misma, fundamentando así la posibilidad de su propia existencia en la naturaleza de su contexto social, se constituiría como una teoría internamente consistente, capaz de fundar su propio punto de vista en las categorías sociales con las cuales confronta su objeto y no simplemente tomando posición o asumiendo dicho punto de vista. Lo existente debe ser confrontado en sus propios términos, de manera que englobe la posibilidad de su propia crítica. Esa crítica debe ser capaz de mostrar que la naturaleza de su contexto social es tal que ese mismo contexto genera la posibilidad de una posición crítica de sí misma. Una crítica social inmanente muestra que su objeto, la totalidad social de la cual es parte, no es una totalidad unitaria (Postone 1996).
De este modo, un punto de vista extrínseco o privilegiado no reside tanto en la forma de la teoría, como en el hecho de que dicha forma no es independiente del objeto investigado (Postone 1996). A partir de allí y con el horizonte puesto en la búsqueda de una teoría crítica emancipatoria, comprendida esta como superación de la dinámica casi automática del capitalismo (Postone 2012: 141), la investigación crítica debe ser postulada en términos de la capacidad de reflexividad histórica del punto de vista desde el cual se plantea el análisis de los problemas del mundo contemporáneo (Postone 2007).

III
Para cerrar, es imperioso insistir en que la contribución de Mah representa un desafío efectivo al trabajo de campo de los investigadores sociales (particularmente para los etnógrafos), al modo en que examinan y asumen sus identidades, a sus prácticas reflexivas y a las alternativas de superación de imposturas morales y políticas comprometidas en una intervención social en situaciones de ruina, miseria y catástrofe. Sin embargo, la figura del turista en la que apoya su reflexión, parece recortar el momento turístico de la época que lo produce, sin lograr capturar sus dimensiones históricas. Parece quedar tácita la convicción de que se trata de lidiar con la miseria concomitante de un modo de producción que solo puede ser contestado desde determinadas estrategias de regulación administrativa. Según creemos, reforzar la reflexividad de la investigación social demanda hacerse cargo de la reflexividad histórica del punto de vista desde el cual esta se plantea, sin quedarse tan solo en el plano ético o en el reconocimiento cínico de la inevitabilidad de las emociones e ideologías propias de la así llamada “postmodernidad”.
La importancia de la investigación etnográfica y de los estudios de caso para la exploración, comprensión e intervención en sitios de declive industrial, queda en evidencia frente a la acumulación de escenarios de desastre y miseria a través de todo el orbe. Los progresos del desastre socioambiental que conlleva la reconversión industrial desatada, deben ser abordados a través de la diversidad de formas que adquieren, desde un punto de vista que procure registrar, interpretar y comprender sus contestaciones locales, la crítica social que las expresa y las justificaciones esgrimidas por las autoridades políticas y económicas que gestionan, administran y disimulan sus impactos. Solo así es posible esbozar una perspectiva crítica que no ceda a los insensatos mecanismos de reproducción de los procesos neoliberalizadores, sometidos a la plegaria tautológica de la mitigación del daño.
Notas
[1] La reflexión presentada es parte del proceso de investigación del proyecto transnacional “Logistics as Global Governance: Labour, Software and Infrastructure along the New Silk Road” (Australian Research Council Discovery Project, 2013-2017).
Por otra parte, subyace a este trabajo el propósito de presentar y discutir la contribución de Alice Mah –profesora de sociología de la Universidad de Warwic– al debate sobre las cuestiones éticas que plantea la investigación social en áreas de declive industrial, particularmente expuestas en su artículo “The dereliction tourist: ethical issues of conducting research in areas of industrial ruination” (2014). Los años 2017 y 2018 tuvimos la oportunidad de discutir con la profesora Mah algunos problemas relacionados con el impacto de la reconversión de ciudades portuarias en el marco de sus visitas académicas a Chile.
[2] Es nuestra la traducción en esta cita, así como en todas aquellas donde se señala una referencia bibliográfica en otra lengua. Se trata de fuentes que no cuentan con traducciones publicadas en nuestro idioma.
Referencias bibliográficas
Bauman, Zygmunt (2003). “De peregrino a turista, o una breve historia de la identidad”. En S. Hall y P. du Gay (Eds.), Cuestiones de identidad cultural, pp. 40-68. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Hall, C. Michael; Williams, Allan M. & Lew, Alan A. (2004). “Tourism: Conceptualizations, Institutions, and Issues”. En A. A. Lew, C.M. Hall & A. M. Williams (Eds.), A Companion to Tourism, pp. 3-21. Oxford: Blackwell Publishing.
Harvey, David (2021). Espacios del capitalismo global. Hacia una teoría del desarrollo geográfico desigual. Madrid: Ediciones Akal.
Mah, Alice (2014). The Dereliction Tourist: Ethical Issues of Conducting Research in Areas of Industrial Ruination. Sociological Research Online, 19(4), 162-175.
Postone, Moishe. (1996). Time, Labor, and Social Domination: A Reinterpretation of Marx’s Critical Theory. Cambridge: Cambridge University Press.
Postone, Moishe. (2007). Marx Reloaded. Repensar la teoría crítica del capitalismo. Madrid: Traficantes de sueños.
Postone, Moishe. (2012). “Teoría crítica y reflexividad histórica”. En Franck Fischbach (ed.), Marx. Releer El Capital, pp. 117-141. Madrid: Akal.
Riesel, René y Semprún, Jaime (2011). Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible. Logroño: Pepitas de Calabaza.
Sharpley, Richard (2009). “Shedding Light on Dark Tourism: An Introduction”. En Richard Sharpley and Philip R. Stone (Eds.), The Darker Side of Travel. The Theory and Practice of Dark Tourism, pp. 3-22. Bristol, Buffalo, Toronto: Channel View Publications.
Jorge Budrovich-Sáez. Doctor en estudios interdisciplinarios sobre pensamiento, cultura y sociedad, Universidad de Valparaíso. Licenciado y Magister en Filosofía con mención en pensamiento contemporáneo. Editor de la Revista de Humanidades de Valparaíso (UV). Ha publicado recientemente: “De vuelta al hontanar. Algunas nociones comunes para la lectura de Defensa del Marxismo de José Carlos Mariátegui”. Cátedra Mariátegui, Lima, año X, n° 66, marzo-abril 2021; “¿Mitigar los sesgos? Una reflexión metodológica desde el estudio del proceso de modernización logística del puerto de Valparaíso”. Revista de Estudios Marítimos y Sociales, 19; “¿Quién pone los límites en el mundo logístico portuario? Revolución logística y producción de límites a través de los trabajadores portuarios de Valparaíso”. Revista Izquierdas, n° 49, 2020, entre otros. Docente e investigador de la Universidad de Valparaíso. Correo electrónico: Jorge.budrovich@uv.cl [Revisa otro artículo de Jorge Budrovich en el n° 3] Hernán Cuevas Valenzuela. Doctor en Análisis de la Ideología y el Discurso por la Universidad de Essex. Magister en Estudios Culturales, Universidad de Birmingham. Magíster en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile. Licenciatura en Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha escrito sobre trabajo, ciudadanía, élites políticas, identidad, teoría social y política posestructuralista, y teorías y análisis del discurso. Ha publicado: “Discurso militar e identidad nacional chilena” (2014), “La neoliberalización de los puertos en Chile: El caso de la ciudad-puerto de Valparaíso” (2020), “Batallas culturales y memorialización en Chile: reflexiones sobre las posibilidades críticas y la autonomía del arte público en la posdictadura” (2021), entre otros. Docente e investigador de la Universidad Austral de Chile. Correo electrónico: hernan.cuevas@uach.cl