Denisse Valdenegro Durán: “No veo problemas con que se crucen ciertos límites si el chiste está bien hecho, si vale la pena”

Autorretrato, Denisse Valdenegro Durán.

La nieve ya dejó de caer en Santiago cuando tecleo estas palabras finales y espero los últimos archivos que al parecer ya no llegaron. Es viernes por la noche y no sé si salir o quedarme a terminar esto, pero en estos últimos días la comunicación y la mutualidad de intereses entre Denisse, Pepito de Buin –personaje que a última hora abordó el barco– y quien escribe funcionó tan bien que decido concluir. Durante más de diez meses estuvo en la trilla el material que sirvió para armar este texto. Y aunque no lo crean posible, me acaba de llegar un WhatsApp: “Holi, estaba durmiendo raja”. Es Denisse, una de las voces más certeras de la narrativa gráfica nacional al momento de proponer una realidad cruel, sin futuro, pero siempre comprometida con la amistad. Me asegura que los archivos llegarán.

Cristian Salgado Poehlmann


“Todo lo que sé sobre narrativa gráfica, que no sé qué es exactamente lo que sé, lo aprendí leyendo cómics”, revela Denisse Valdenegro Durán, quien se las ha batido en el mundo del cómic desde la autosuficiencia. En ningún momento de su vida aparece la academia. Sí, por ahí, el taller. Mientras averiguo esto, le pregunto a un amigo –que en este texto llamaremos Pepito– qué sabe de ella, porque me entero de que convergieron en Buin y más de alguna vez se toparon. Me dice: “ella es de la onda cómics autobiográficos, tipo Crumb, Harvey Pekar. Y la onda rata siempre ligada a Maus, del Art Spiegelman”. Es decir: no tengo escapatoria, tengo que ir a su vida, intrusear. Entonces Denisse me cuenta: “Nací el 86 en Ñuñoa, en el Hospital de Carabineros, porque mi viejo era paco en esa época, pero toda mi vida la he vivido en Buin. Dibujaba cómics de chica con mi primo Diego, con el que no hablamos desde que mi tío se separó hace como veinte años. Hacíamos cómics con personajes de Cartoon Network, leíamos la revista Cartoon Network, Garfield, los Teletubbies también, Snoopy, etcétera. Me gustaba leer cómics de Hugo, Paco y Luis, del Pato Donald, sobre todo cuando salían los chicos malos, los Beagle Boys, eso lo tengo bien marcado, siempre quería que ganaran los malos”. Luego, como a veces pasa, vendrá el período oscurantista en la vida de Denisse, los años del liceo en que renegará del cómic y se jurará artista. Yo, por ejemplo, también lo viví y me dediqué a la drogadicción. Nunca pensé, eso sí, en eso del arte. ¡Me gusta el arte!

Eso hasta 2012, año en que Denisse volvió a despertar: “Un amigo entró a un taller de la Maliki y me mostró un PDF con muchos autores que en mi vida hubiese sabido que existían. Cuando caché que se podía hacer cómics de cualquier cosa, no solo para hacer reír o de superhéroes, volví. Me costaba caleta dibujar así que mis cómics más serios –tomándome en serio la idea– fueron copias de animales. Están en el libro como CCN. Mientras pasaba el tiempo iba mejorando, pero bien de a poco. Por ejemplo, en Momentos rata el diseño de Ramón cambia caleta, porque me era imposible memorizar cómo lo había hecho. Todavía me pasa y lo justifico pensando que Ramón en realidad no es una rata, es un joven que se siente miserable, no más. Bueno, desde el 2012 que no he parado. Siempre escribí también. Harto fanfic con personajes de Scooby Doo, lo que explica un poco la facilidad que tengo para parodiar cuestiones o tomar personajes de otros autores e inventarles historias na’ que ver”.

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–¿Cuál es tu amigo de Buin?

–Mejor no te digo.

–Igual decir que soy de la onda Maus es cero entender mis cómics o Maus.

–Por eso.

–Por eso quería saber. O sea, pa’ saber quién dijo eso.

–Puede ser Pepito.

–Pepito de Buin.

–Pepito de Buin.

© Denisse Valdenegro Durán.

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Le digo a Denisse que hace rato en la novela gráfica hay un boom editorial relativo a la distopía, la tragedia y los derechos civiles y humanos y que con el Boletín rata ella parece ir a la contra, estableciendo un recorrido a través de personajes desilusionados, que viven lo que nosotros, el ciudadano de a pie, una vida nimia, decadente, sin reconocimiento. El reemplazo de las invasiones alienígenas por el alprazolam molido inhalado por la ñata.

¿Por qué apuntas hacia allá con tu trabajo?

“Porque son las cosas de las que me he rodeado gran parte de mi vida y creo que al final es un trabajo súper autobiográfico. Ahora he estado escribiendo cosas un poco distintas, pero las escribo para reírme y a veces me cuesta inventar. Hace poco encontré mis diarios de cuando tenía 26 años y mis amigos eran ciento por ciento mi vida. Nos juntábamos siempre, viajábamos juntos, nos drogábamos, tomábamos, vivíamos momentos rata, de hecho, de uno de ellos robé esa frase, que no sé si alguien más la usaba antes que él, y al final el cómic es un homenaje a ellos, a lo que vivimos juntos antes de empezar a distanciarnos por la adultez, los hijos, los matrimonios, etcétera. Lo pasamos bien, fuimos unidos, tuvimos proyectos, todos fueron un fracaso, y ahora todo eso está reducido a los cinco personajes que protagonizan ese cómic. Hay un poco de cada persona que he conocido en cada uno de esos personajes. Ahora que encontré esos diarios tengo más cosas que dibujar y más formas de expresar ese agradecimiento que siento, porque formaron parte de mi vida en un momento que venía siendo muy malo. Ojalá se empiece a notar que la amistad es el tema central, más que el decadentismo, eso sí”.

Oye y ¿qué obras y autores admiras en tanto creadores de cómics y/o novelas gráficas?

“Actualmente, admiro con locura el trabajo de Ben Snake Pit. Es un dibujante gringo que hace tres viñetas autobiográficas al día desde el año 2001, oficialmente. No son grandes dibujos, también parece que estuvieran hechos a la rápida, pero los hace igual. Ha publicado como diez libros ya, documentando su vida de esta manera y me gusta mucho. Hace poco tuvimos la oportunidad de entrevistarlo con el Club de Dibujantes Obreros y es muy inspirador su estilo punk: si no te pones a dibujar después de leerlo, entonces nunca lo harás. Me siento muy cercana a él, salvo que yo las historias autobiográficas las convierto en ficciones de personajes inexistentes en la vida real. Me gustan también los diarios de Sofía F. Garabito, los que publica en Instagram y otros que he podido leer directo desde sus cuadernos. Son muy honestos y personales, pero aun así los comparte, y eso es muy valiente. Me gusta eso, porque todos podemos aprender de la experiencia humana a través de este tipo de relatos. El libro Yo, la peor de todas, de Katherine Supnem, es una de las mejores obras que me ha tocado leer de este país. Tiene los mismos componentes que los diarios de Sofía, pero tienen más crudeza, son más viscerales las viñetas, la narración. Supnem es una artista gigante y todo el mundo debería leer ese libro. Me gustaría destacar algunos ‘zines como WP/WT, de Micetos, y el trabajo de los chicos de The Turtle Comics, Benjamín y Eduardo, ya que son obras muy sensibles y muy distintas a lo que suelo ver por ahí. Vale la pena revisarlos, hacen creer en que el recambio se viene bueno. Y por último, creo que tengo que destacar a John Porcellino, otro gringo, al que me han dicho que casi que le copio, pero yo siempre dibujé como dibujo, mucho antes de empezar a leerlo, y mis cómics no son poéticos. Lo destaco porque tiene un fanzine que se llama King-Cat Comix que lleva más de ochenta números y cuando supe que llevaba más de setenta altiro entendí que tenía una nueva ambición: hacer Boletines rata hasta el último de mis días. Que exista Porcellino me ayuda a seguir creyendo en el cómic, en el fanzine, porque lo empezó el 89 y sigue vigente. Él es famoso, pero podría no serlo y seguiría con ese estilo de vida dedicado a la historieta y me gusta saber eso”.

Cuando recibo de Denisse un resumen de sus trabajos, me fijo en Siempre sueño que viajo a lugares donde no soy feliz, una novela gráfica con la que ganó una Beca de Creación del MINCAP del 2023. Abro el WhatsApp y le escribo porque yo pensaba que no se la había ganado. Entonces me dice que la Beca de Creación sí se la dieron, pero que después postuló a la línea Fomento a la Industria y ahí hubo problemas:

“Me pasó algo súper loco. Tengo esa novela gráfica. Me costó hacerla, pero no tanto: tenía una historia en mente y la escribí tal y como estaba en mi cabeza. La postulamos a un Fondo del Libro y me dijeron que no era profunda, así que ‘no, gracias’. Por otro lado, me dijeron que no tiene clímax. Y me pasó eso mismo con un proyecto de novela gráfica que estoy desarrollando sobre trabajar en un supermercado: mostré el guion y paf: ‘es anticlimática’, me dijo una amiga, ‘es como si no pasara nada’. Y pensé: ¿por qué tiene que pasar algo? ¿Por qué no puedo narrar lo que yo quiero sin tener que pensar en una fórmula o en un guion estructurado? Me dio pena, porque es mi forma de escribir, no más: pensar en algo, escribirlo y dibujarlo, sin darle vueltas. De ahí me encontré con algo que anoté en mis diarios que dijo Jim Jarmusch: ‘Algunos críticos señalan que mis películas carecen de trama, y probablemente tienen razón. La vida no tiene una trama: caminamos y lidiamos con lo que sucede. Mi cine carece de arranques enajenantes. Eso no quiere decir que mis películas carezcan de personajes con emociones diferentes, pero trato de hacerlo con una estética que permita contemplar el ritmo verdadero en el que se desdobla la existencia, sin hoja de ruta’. No me las doy de la Jim Jarmusch del cómic chileno, pero entiendo su sentir. También encontré que Lucrecia Martel y Raúl Ruiz decían cosas similares sobre el tema del guion. Quizás mis cómics largos no solo no tienen el viaje del héroe: también son malos, pero lo único que puedo hacer con respecto a eso es intentar narrar mejor en términos de claridad, no de estructura”.

© Denisse Valdenegro Durán.

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¿Cuál es tu sello?

“El dibujo sencillo, no muy elaborado, hecho a la rápida. Creo que es la velocidad con la que dibujas cuando estás trabajando en una oficina, no quieres que te vean y quieres terminar algo para escanearlo ahí mismo, ese mismo día. Me acostumbré a eso. Los primeros Momentos rata fueron todos hechos en una oficina. A veces ni siquiera recordaba cómo era el personaje, pero lo dibujaba a pesar de todo. Eran más fuertes las ganas de comunicar inmediatamente que las ganas de comunicar de una manera única y elegante”.

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No me recuerdo el momento exacto en que decidí entrevistar a Denisse Valdenegro. Ha pasado tiempo. Sí me acuerdo que me gustaba su obra, la encontraba chistosa y me sentía identificado con sus personajes y su humor. Se hueveaban de manera cruel, tomaban, se drogaban, daban jugo y no conseguían salir de ese círculo vital, aunque tampoco tenían mayores perspectivas. Y al mismo tiempo era un grupo de amigos que permanecía unido. Y yo –viejo y todo, con 40, 41 y 42 años– durante 2023 y 2024 echaba de menos eso, porque sabía que lo había perdido para siempre. “Hay platos, pero no hay apetito./ Hay alianzas, pero no amor correspondido”, dice Wislawa Szymborska. A ratos pensaba que yo mismo podría haber escrito algunas de sus líneas. Claro, si hubiese tenido talento. Entonces, el año pasado, empecé a contactarla para hacer una entrevista y a conseguirme sus publicaciones.

Lo habitual es que las entrevistas salgan fácil. Me refiero a la disposición del entrevistado. También están los casos en los que hay que tirar un poco, tener paciencia, convencer, pero al final igual resulta, y bien. Y finalmente, están los casos Valdenegro.

La entrevista la iniciamos hace más de diez meses y la estamos concluyendo durante estos días, mientras escribo. Y no veo esto como algo negativo, sí particular. Y esto lo cuento no porque me interese desnudar el tras bambalinas de la relación entre quien entrevista y entrevistado, sino más bien para develar una inquietud que me persigue desde hace años.

Suele ocurrir, que cuando me encuentro en la mitad de un texto y quedo sin recursos, acudo a alguna página al azar, de un libro al azar y ahí encuentro exactamente lo que necesito. Un prodigio de la alta poesía que aterriza. Hace pocos días me encontraba preocupado por estar pasando por un período “de seca” en términos de publicaciones –no así en lo que a escritura respecta– y de repente, aparece en mi bandeja de entrada un correo que decía que quería retomar contacto conmigo para seguir con la entrevista. Se trataba, por supuesto, del Caso Valdenegro. Otro prodigio de las letras que venía a salvarme. Menos mal que existió la laguna de diez meses. Menos mal que no salió todo bien en un principio. Menos mal que estamos retomando ahora. El “será cuestión de esperar un poquito, supongo”, que decía José Donoso respecto de los premios literarios cobra sentido si lo aplico a pequeños logros como este en períodos complicados.

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¿Crees que tu humor entra en la categoría de odioso?

“Creo que sí, porque muchas veces viene desde la odiosidad, pero no sé si eso se nota tanto. A veces me molestan tonteras y las hago cómics, o encuentro patrones que se repiten mucho e intento reírme de ellos. La verdad es que no sé si sea tan graciosa mi odiosidad, solo me preocupa que no sea tan aburrida”.

Tienes algunas viñetas relacionadas con la música que son un puñetazo en el hocico pa’ los giles, sobre Foo Fighters y Pink Floyd y la canción “Money”. En ambas tratas con crueldad a dos grupos de personas.

“Puede ser. Esas dos viñetas vienen de lados súper distintos y a la vez parecidos. La de ‘FooFighters’ era para molestar a una amiga y cuando la publiqué me di cuenta de que mucha gente le encontraba la razón al pájaro pesado. Después se murió el baterista de ese grupo y me dijeron que la volviera a publicar, pero ahí me di cuenta de que no soy ni tan cruel ni tan oportunista como pensaba, porque no lo hice. Creo que solo subí una historia a Instagram y casi pidiendo disculpas. Y la de ‘Money’ es más interesante, porque vino de algo que me dijo un expololo, y eso era que siempre que en la tele usan sonidos de caja registradora es la del comienzo de ‘Money’. De dónde sacó Pink Floyd ese sonido, no sé. Ahí me empecé a dar cuenta de que hay un montón de cosas que siempre se repiten, que se vuelven tradiciones, inamovibles, y que a la gente le gusta eso, son un lugar seguro. Uno espera que pasen ciertas cosas que si no pasaran harían que la vida se volviera extraña. Necesitamos cosas que se mantengan en el tiempo, que sean predecibles de alguna forma, eso da estabilidad. No creo que esté mal que, la mayor parte del tiempo, la gente siempre quiera lo mismo. Eso me hace querer todo diferente y al final creo que de ahí viene el humor”.

¿Cuál es tu perspectiva de la censura o de cruzar los límites de lo políticamente correcto?

“No veo el problema con que se crucen ciertos límites si el chiste está bien hecho, si vale la pena. Se me viene a la mente un cómic que hizo Pindonga sobre la muerte de Piñera, que es tan bueno que me hizo llorar de la risa. Y el remate ahí no es la muerte de Piñera en sí, es casi circunstancial eso, el chiste va por otro lado, busca recalcar otras características del expresidente y lo hace muy bien, es extraordinario. Entonces, si hay chistes así en el mundo que tocan temas censurables, pero lo hacen bien, bacán que existan”.

© Denisse Valdenegro Durán.

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“Poco sé, pero para mí el hito más grande de la narrativa gráfica nacional, el que me tocó vivir, fue uno que se dio en una mesa de cómics llamada ‘Comiqueras’, de un evento llamado Monografías, donde había puros paneles de hombres. Y ahí invitaron a tres autoras a hablar sobre cómo es hacer cómics siendo mujer, pregunta que era súper común antes, no sé si ahora siga igual. La cosa es que ese día exponía Katherine Supnem y fuimos con Victoria Rubio, Lesbilais, a apoyarla y, en resumen, la Supnem dejó todo en llamas y nosotras la ayudamos bandejeando preguntas. Creo que en ese momento las cosas empezaron a cambiar. Por ahí anda el audio de esa mesa. Es muy interesante. Yo hice un cómic sobre eso, que está en mi libro, se llama “La historia sin fin”.

Oficinismo, del 2019, salió por Montacerdos Editorial. El resto de tu producción son fanzines y boletines. ¿Trabajas distinto para uno y otro formato?

No. Mi libro publicado es una recopilación de fanzines. Me gusta ese formato. Mi idea es la siguiente: sacar fanzines, hacer un libro con esos fanzines donde no aparezcan todos los cómics publicados y haya cómics nuevos para que valga la pena tener tanto el fanzine como el libro. Lo encuentro más entretenido así. No sé si me resulte, no he podido publicar el libro de lo mejor de los Boletines rata, porque nadie lo pesca. Tengo la novela gráfica también, que está ahí, que no sé si se publique, porque a nadie le interesa.

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Reproducción de un mensaje de WhatsApp de parte de Pepito de Buin que encuentro en mi celular:

“¿Cansado de tus dramones? No te preocupes, Salgado, te daré soluciones que harán de tu vida un puro cúmulo de risa y diversión. Yo sé que te gustan mucho las novelas románticas, maldito llorica, y que todavía te encantan más los thrillers llenos de sangre y pelotudeces. Pero, de vez en cuando, unas buenas risas tampoco vienen mal. Y reírse de uno mismo es un ejercicio muy sano. Te invito a comprobarlo con la selección de títulos que te preparé. Todos ellos hablan de temas poco importantes e intrascendentes, de esos que nos preocupan y nos afectan a todos, pero tratados de forma magistral. En ellos su autora hizo el ejercicio de reírse de sí misma y de sus circunstancias. Te deja rumiando. Ya lo verás. Y después mátate”.

La lista es la siguiente:

Oficinismo, fanzine, número 1 al 8 (2013-2017).

País de poetas, fanzine, números 1 al 3 (2013-2017).

CCN, fanzine (2014).

Momentos rata, fanzine, números 1 al 3 (2016-2018).

La revista del verano, fanzine, número 1 al 4 (2018-2019).

Oficinismo, libro, Montacerdos Editorial (2019).

Boletín rata, fanzine, números 1 al 13 (2020-2025).

Cazafantasmas, fanzine (2022).

Siempre sueño que viajo a lugares donde no soy feliz, novela gráfica inédita (2023).

© Denisse Valdenegro Durán.

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Has probado distintas plataformas. ¿Cuáles crees son los plus y contras del libro, del fanzine y del newsletter?

Si el fanzine se vendiera bien sería la mejor plataforma por el nivel de libertad que ofrece. Los pros del fanzine: nadie te censura, publicas lo que quieres, como quieres, cuando quieres, al precio que quieres. Los contras: nadie te censura, publicas lo que quieres, como quieres, cuando quieres y esto es negativo, porque a veces necesitas algún grado de censura, de edición, de corrección y de diseño. Una no nace sabiendo y difícilmente aprende en la vida. Eso lo diferencia del libro, cuyos pros son que toda esa pega que te daba libertad la hace otra persona y tú solo tienes que entregar tu manuscrito, y los contras son, de nuevo, los mismos. El newsletter lo estoy probando hace poco. Empecé uno el año pasado pero lo borré porque sentía que no estaba publicando algo cuerdo, que publicaba por publicar y lo que yo quería era compartir los cómics que sí compartía en Patreon, aunque cobrando desde un dólar. Tenía ganas de volver a compartir mis cómics gratis en un blog, porque nunca me ha gustado Instagram como plataforma para mostrar ese tipo de trabajos. Esa red social no se hizo para mostrar dibujos y me da pena ver cómics todos cortados o adaptados a un cuadrado de 1:1 o en una página completa, que es difícil de leer debido al tamaño en que queda la imagen. Hasta Facebook era mejor. Bueno, la cosa es que decidí empezar a probar el newsletter y creo que funciona bien. Lo único malo es que me demoro en actualizar. Me gustaría tener la capacidad de actualizar dos veces al mes.


Cristian Salgado Poehlmann (Santiago, 1982). Estudió Letras. En la actualidad se dedica a la narrativa, la poesía y el periodismo. Puedes ver una porción de su trabajo en ttps://linktr.ee/cristiansalgadopoehlmann y/o contactarlo para algún asunto periodístico y/o literario acá: @poehlmanncristiansalgado. Fiel seguidor de Rangers de Talca.

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