Crónicas de Zhongshan

© Tibisay Rodríguez Torres.

Tibisay Rodríguez Torres es venezolana, desde 2018 vive en China y actualmente reside en Shenzhen, donde se dedica a la enseñanza de literatura occidental y español en una escuela internacional, integrando su experiencia académica con su trayectoria creativa. Su escritura se caracteriza por un lenguaje íntimo y preciso, donde lo cotidiano se entrelaza con lo inquietante y lo psicológico, sus trabajos más recientes exploran la relación entre memoria, identidad y literatura.

Tibisay Rodríguez Torres


[Fragmentos]

Hoy es 29 de diciembre de 2018. Hace exactamente un año estaba de parada en Estambul, haciendo un alto en mi camino a este país. Detenida entre dos continentes. Adiós América. Adiós Europa. Bienvenida Asia. Recuerdo varias fotografías de ese día, con especial emoción mi cabello largo y el labial naranja que compré en navidad. Ya había pasado el umbral de las despedidas, ya había llorado por C., ya había llorado más al tomarme la copa de vino que me ofrecieron en el vuelo. Todo ya había pasado. Estaba deslumbrada por la capital turca, magnífica. Deseé quedarme ahí, pensé en no interrumpir el viaje, olvidar mi compromiso y sumergirme en esta nueva geografía que me llamaba, pero no soy tan impulsiva. No sabía lo que me esperaba del otro lado del mar. Desconocía que poco a poco iría llegando al lugar donde tocaría fondo, el fondo que está más allá abajo del suelo y el subsuelo. Mis días de inmersa sumisión estarían por comenzar.

* * *

—¿De dónde eres?

—De Venezuela.

—¿Eso es en India?

—No. En Sudamérica.

—Ah, ¿eres americana?

—No, bueno, sí, pero del Sur.

_ ¿De Suráfrica? Me encanta África.

-No, de Latinoamérica. Hablo Español.

—¿Español? ¿Pero cómo es eso posible? Entonces ¿eres de España?

Bah, forget it.

* * *

Hoy he sacado la basura cuatro veces. Es una más de mis tareas. También es labor del cocinero, quien se encarga de hacerlo después del almuerzo. Sacar la basura es responsabilidad de los empleados únicamente, nadie en la Familia lo hace, nadie se ocupa de sus propios desechos. Amy llama a este acto “Rubbish!”, así, una sola palabra para ordenar, nada parecido a “Can you throw this away?” o “Can you take the trash out?”. Ni sueño con que añada un “please” a la instrucción o, incluso un “could”, solo pido que algún día ella pueda enunciar una oración completa.

En la mañana saqué la basura por motivación propia, no solo porque era mi tarea sino porque sentí el impulso de desaparecerla rápidamente, había algo mío en ella, mi propio desecho, sangre de mi cuerpo.

La segunda vez fue porque tocaba, las papeleras ya estaban llenas y no podía posponerlo más.

La tercera vez fue triste. Amy y la Vieja descartaban cosas tratando de ganar espacio en la casa. Se deshicieron de ropa, zapatos y artículos que ya no querían. Anteriormente habían botado dos pares de zapatos en perfecto estado, eran de mi talla, pero no los tomé.

Recordé que antes de llegar a este país no había comprado un par de zapatos de nuevos en tres años. Ya estando aquí he adquirido cuatro pares, baratos. Me había arrepentido de no tomar los desechados en aquella oportunidad, por eso esta vez estaba decidida a no dejarlos ir, eran de mi número y deportivos, me venían bien. Pero no quise tomarlos directamente de la bolsa de cosas para tirar, mi orgullo no me dejó. ¿Ahora soy la mujer que toma cosas de la basura? ¿Es lo que soy? Dudé de nuevo, pensé en mi mamá y en lo mucho que le gustarían unos zapatos así. Pero puedo comprarle zapatos a mamá, no voy a enviarle sobras, ya le regalaré unos nuevos. Volví a pensarlo, no puedo echar a la basura unos zapatos perfectos, los tomaré. Pasó que el cocinero los pidió, así sin más, sin necesidad de agarrarlos a escondidas como yo cobardemente pensaba hacer.

Tuve el mismo conflicto con la mochila escolar de la niña. Es verdad que yo no iba a usarla, era pequeña y tenía una etiqueta bordada con el nombre de ella, pero no podía permitir que fueran a parar al contenedor cuando estaba en aceptables condiciones. Bajé resignada al depósito y la dejé afuera del recipiente, la saqué de la bolsa y la ubiqué a la vista de todos, quizás alguien la encuentre y se la lleve. No sé por qué me obsesiono con esto, este asunto de sacar la basura me ha hecho más miserable, me ha vuelto más nerviosa.

La cuarta vez fue compleja. El niño me pidió jugar ajedrez. Estos eventos se han convertido en pequeñas luchas de poder. Él es bueno y yo quiero que sea mejor, pero no sé si mis metas se estén logrando o si estaré actuando bien. Trato de enseñarle a disfrutar el juego incluso cuando pierde. Lección mal aprendida, hasta ahora. Hago un preámbulo, acuerdo con él. No te dejaré ganar, yo haré mi mejor esfuerzo y tú harás tu mejor esfuerzo, nadie se molestará si pierde. Deal. Nos dimos la mano. Pacto de caballeros. Lo dejé ganar la primera partida, pero aun así hizo sus movidas con dedicación. Check mate. Lo felicité y señalé sus mejores movimientos. Me propuso jugar otra partida. Mismo acuerdo, no te dejaré ganar, nos esforzaremos. Deal. Nueva estrechada de manos. Pienso que puede lidiar con una derrota o, al menos, un juego duro. Ataco. Él se defiende, trata, pero ya no se concentra. Va perdiendo y puedo ver su carita de frustración. Me parte el alma verlo casi llorar. Pero quiero que aprenda a manejar esta situación. ¿Vale la pena? ¿Qué trato de probar? Decido suavizar mis desplazamientos pero ya es tarde, él está frustrado y se ha vuelto agresivo. Le digo que puede recuperarse, que la partida no ha acabado. Pero ya está fuera de sí, su desesperación ahora es rabia. Tira las piezas del tablero. Lanza una taza. Ésta queda hecha pedazos, vidrios y piezas de ajedrez se mezclan en el piso. Tengo que limpiar. Tengo que sacar la basura, otra vez.

Dibujo de Venezuela © Tibisay Rodríguez Torres.

* * *

If one day I kill myself, before I want to see the blood running out from my body

Soy una fuente de sangre

Una mancha profunda en la infinita nieve

Hoy teñí de rojo todas las cosas: tus sábanas, tu piel, mis uñas, mi enfermo corazón

Entonces tendrá que ser sangriento y lento, cortarme las venas o algo así.

Pero no quiero que duela, dolor ya he sentido muchas veces

Una vez me llamaron bloody girl

¿Fuiste tú?

No, fueron los otros

No quiero hablar más

Seamos silentes toda la noche

Yo escucharé tu cuerpo y tú el mío

Y eso será suficiente

Tú pensarás no sé en qué cosas misteriosas

Esas que nunca dices

Yo planearé mi muerte mientras llegas.

* * *

Hoy fue un bello día desde que inició. Lleno de exteriores y hermosos paisajes, un increíble atardecer y una luna perfecta. Durante la mañana llevé al niño a visitar a su abuela enferma. Sí, la Vieja se fue, ahora vive con su otro hijo y la familia de éste, debe sentirse en el paraíso. Luego el niño y yo salimos al parque del conjunto residencial a jugar a la pelota, exaltación total para él. Yo también me divertí. Es agotador estar al nivel de un niño de cinco años, pero nos distrajimos serenamente. Me gustan sus juegos, son inocentes y tienen humor. Los de la niña son más elaborados y sádicos, siempre incluyen el sometimiento de alguien: soy un tigre y te devoraré hasta que seas solo huesos, eres mi prisionera y te ataré con esta cuerda para que no escapes, etc.

Mi humor cambió cuando me dijeron que iríamos al “bosque”. Pensé que era un parque. Pero no, era un bosque bosque. Una actividad de camping con otras personas. Me informan de esto a las 7 pm. Yo ya estoy muerta del cansancio y ahora hay que ir al bosque a las 7 de la noche. No tiene sentido que vaya, los niños tendrán otros niños con quienes jugar y habrá muchas personas que pueden hacerse responsables de su cuidado. Solo me llevan para cargar las maletas. Estoy consciente de eso y mi humor cambia. No tengo opción, debo ir. Sé que además de perder el tiempo, mis tareas domésticas se atrasarán. Esas labores no se sustituyen por otras, hay que hacerlas todas, termine a la hora que termine.

Son las 11 pm y aún no se acaba mi jornada. Debo colgar la ropa, lavar platos, limpiar el piso. Cumplo con todo excepto limpiar el piso, creo que no lo notarán si lo dejo de hacer por un día. Me iré a bañar pensando en la hermosa luna que vi y en la sensación que aún me acompaña de haber caminado en un bosque, tocada por la deliciosa oscuridad de la noche. Hora de la ducha.

* * *

Tengo unos minutos libres. Fueron a buscar al niño. Él me quiere mucho. A veces cree que soy su mamá, otras veces cree que soy su hermana mayor. Me enternece. Yo lo quiero también. Me dan ganas de tener hijos. Me conmueve su inocencia, sus ojitos, su manera de jugar “Almost Chess”. Lo espero con ansias para nuestras lecturas y viajes a la aventura espacial. Su principal obsesión: las súper estrellas de la galaxia.

—¿Quién hizo este desastre?

—Yo no.

—¿Entonces quién?

—Una nebulosa vino e hizo este desastre.

—¿Una nebulosa?

—Sí.

—Una estrella súper gigante explotó.

—¿Cuál estrella super gigante?

—VJ Canis Majoris explotó.

* * *

—Good Morning!

—Es de noche, Forest.

—Lo siento, en inglés solo sé decir Good Morning.

* * *

Rascacielo Shenzhen © Tibisay Rodríguez Torres.

Fui a Shenzhen por dos días. Fantaseé con la idea de huir y vivir en esa ciudad. Incluso lo intenté, moví algunas piezas. Pero estoy atrapada aquí, al menos así será por un tiempo. Éste es un país raro, ajeno e incomprensible para mí, sigo viviendo perdida cada día, sumergida e incapaz de comprender lo más mínimo. Casi lloro por no poder comprar un boleto de tren, hice dos horas de cola por no saber usar la máquina que emite la boletería pues estaba en el idioma local. Me entristecí de mi ignorancia.

Pero logré llegar, hablar con mi amiga y conocer gente nueva. Shenzhen es grande y vibrante, con muchos rascacielos y luces nocturnas que hieren los ojos, también es multicultural. El costo del progreso se escucha en cada esquina, inmensas máquinas que no paran de taladrar aunque sea medianoche, pero con el ruido vienen oportunidades, las respiro momentáneamente, como postales del futuro.

Fue inspirador. Quiero estar vivir en esa ciudad ahora. La idea del escape vino a mí como pensamiento antes de dormir.

Panorámica de Shenzhen © Tibisay Rodríguez Torres.

Tibisay Rodríguez Torres (Barquisimeto, Venezuela) es narradora, editora y profesora de literatura. Durante varios años trabajó como editora de libros en Caracas, donde acompañó proyectos que nutrieron la escena literaria venezolana contemporánea. Su primer libro de cuentos, Un hielo en mi boca (2006), la dio a conocer como una voz singular en la narrativa breve. Ha recibido reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, en 2014, por Blood. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y publicada en antologías y revistas internacionales. Desde 2018 vive en China y actualmente reside en Shenzhen, donde se dedica a la enseñanza de literatura occidental y español en una escuela internacional integrando su experiencia académica con su trayectoria creativa. Su escritura se caracteriza por un lenguaje íntimo y preciso, donde lo cotidiano se entrelaza con lo inquietante y lo psicológico, sus trabajos más recientes exploran la relación entre memoria, identidad y literatura.

Respuesta

  1. Avatar de Anibal Rodríguez Coa

    Excelente crónica. Relato intimo del comienzo de una vida distinta, que como todo comienzo siempre es difícil y al lograr superarlo se comienza a saborear las mieles del éxito. Todo esfuerzo siempre deja sus buenos sabores. Sin duda que falta mucho, sin embargo el futuro próximo se te ve resplandeciente. Enhorabuena Tibisay Rodríguez Torres!

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