
¿En dónde han quedado los conventillos porteños? Relegados al descuido, la marginalidad y al abandono, tal como lo fueron en la época de esplendor de la ciudad, todo gracias al desinterés académico y social sobre estos espacios. Este olvido ha impedido una comprensión sobre la cultura proletaria porteña rica en solidaridad, la importancia de los cerros como epicentros de la vida de la ciudad, el reconocimiento de un problema social que sacudió la tan estudiada y llamativa época de globalización económica y su comparación con los tiempos actuales. La constatación de este problema puede contribuir a recuperar ese pasado para, por fin, ponerlo en valor dentro del patrimonio de la ciudad-puerto.
Brandom Guerin Boggle*
Ante la sensación de perdida de los rastros del pasado el patrimonio aparece como un instrumento que permite a los afligidos volver a sentirlo[1]. Es quizá esa impresión la que sienten los habitantes de Valparaíso, ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 2003, al ver que sus lugares más emblemáticos se ven alicaídos por el avance del tiempo, la mano humana y el progreso neoliberal[2]. Sin embargo, el patrimonio, como barrera que defiende al pasado de la modernidad, no ha sabido frenar la destrucción de la Ciudad Puerto, siendo tipificado incluso como un patrimonio “en decadencia”[3].
La perspectiva social del patrimonio porteño es una cuestión que suscita interrogantes sobre el estigma que se le concede. Es bien sabido que la importancia del turismo como agente crucial para el desarrollo de la ciudad depende de la imagen que entrega su Área Histórica[4], caracterizada por tener una arquitectura que responde a la fase de modernización global decimonónica. De ese modo, lo que entendemos por patrimonio -sobre todo el de Valparaíso- representa una producción simbólica[5] ligada a la élite y su hábitat de realización, marginando espacios que no encajan en esa definición.
Uno de esos espacios fueron los conventillos. Fenómeno nacional corolario de la Cuestión Social, dichas viviendas tuvieron una caracterización única al tener su punto de construcción en las laderas e interiores de los cerros. Incluso, gracias a estudios como los de María Ximena Urbina y Pablo Millán, conocemos que su área abarcó parte del centro de la ciudad, diferenciada del cerro por ser la zona predilecta de la clase acomodada local. A pesar de que los conventillos tuvieron participación en el “plan”, su estigma negativo, asociado a la mala vida y la insalubridad, invisibilizaron su presencia[6].
Existen pocos estudios sobre el tema de los conventillos en Valparaíso. Quienes tocan directamente el caso son los dos autores mencionados en el párrafo anterior. Sergio Flores Farías, quien analizó una serie de fotografías del 1900 como herramientas recuperadoras de la identidad porteña, expone brevemente el tema de los conventillos como una realidad distinta a la acontecida en la ciudad[7]. Alejandro Ancalao, examinando las implicancias urbanas del terremoto de 1906 en Valparaíso, toca en un determinado punto el aumento por la necesidad de una pieza tras el desastre, creciendo la oferta por los conventillos[8]. Por último, María Castillo Couve, al examinar el caso de la rehabilitación de la Población Obrera de la Unión en Valparaíso -caso que analizaremos más adelante-, entrega algunos datos sobre la vivencia popular en los cerros, tocando, de una manera cuantitativa, el tema de los conventillos[9].
Ninguno de los trabajos mencionados ahondó en el olvido de los conventillos como parte del patrimonio cultural porteño. A raíz de lo anterior, este ensayo tiene como propósito realizar una reflexión crítica sobre lo que no es considerado patrimonio en la ciudad de Valparaíso a pesar de tener una estricta relación con el fundamento histórico que le otorgó dicha categoría. En ese marco, afirmamos que los conventillos porteños son un patrimonio olvidado producto de la mirada elitista en torno a los bienes y representaciones culturales porteños.
Para argumentar lo dicho, dividiremos el trabajo en dos partes. La primera enfatiza sobre las cualidades e importancia de los conventillos porteños, rescatando el origen de su creación y la relación que tuvo con la modernización decimonónica. La segunda analiza las declaraciones de Valparaíso como Zona Típica y Patrimonio Cultural de la Humanidad, resaltando los argumentos históricos que dieron la obtención de dichos títulos. Todo lo anterior permitirá exponer la mirada elitista del patrimonio de Valparaíso, y el por qué los conventillos debiesen ser integrados dentro de la definición de patrimonio dada a la ciudad.
Examinar esta problemática nos permite ampliar el abanico de estudios sobre el patrimonio olvidado en un mar de trabajos ligados al fenómeno arquitectónico, inmaterial y de gestión que existe sobre Valparaíso. De ese modo, al valorizar inmuebles característicos de la ciudad invisibilizados por la mirada elitista del patrimonio aportamos a la renovación de conocimiento de la cultura local.
Como metodología para demostrar nuestra hipótesis, recurrimos a una técnica de análisis documental a las diversas fuentes que hemos recurrido. En primer lugar, distinguimos a la revista Zig-Zag y su reportaje sobre los aspectos de los conventillos porteños a principios del siglo XX, otorgándonos la perspectiva periodística negativa e influyente sobre las masas de la época. En segundo lugar, divisamos algunas fuentes oficiales e institucionales como los decretos de ley que enuncian la declaratoria de Zona Típica, la Postulación de Valparaíso como Sitio del Patrimonio Mundial UNESCO, y la declaración de Patrimonio de la Humanidad, permitiéndonos examinar de manera empírica la perspectiva elitista del discurso patrimonial. Por último, observamos el proyecto de Rehabilitación de la Población Unión Obrera de Valparaíso destacando en ella el realce patrimonial de un espacio olvidado. Todo ello se nutrió con un análisis bibliográfico de diversos textos y artículos relacionados a los Estudios Culturales, esenciales para la comprensión de la cultura como categoría útil para la hegemonía.
Primera parte
Cualidad e importancia de los conventillos porteños
Los conventillos fueron viviendas destinadas al mundo popular en el contexto de modernización global a finales del siglo XIX e inicios del XX. El progreso económico, social y cultural producto de la Segunda Revolución Industrial y la lógica neocolonial generó bonanza en las urbes, atrayendo a la masa campesina para convertirse en obrera. Dicha población se asiló en las zonas marginales de la ciudad, bajo condiciones de vida miserables, quedando ajena de los avances del capitalismo[10].
Esa desigualdad, denominada como la Cuestión Social, fue la principal consecuencia del surgimiento de los conventillos. Estos caracterizaban por tener zaguán, un gran patio central, baño y agua colectiva, junto con una serie de piezas donde habitaban las familias proletarias. A pesar de sus carencias, quienes habitaron estos espacios alcanzaron altos grados de sociabilidad, comunidad y solidaridad entre pares[11].
En la ciudad de Valparaíso los conventillos se situaron en los cerros, quebradas y algunas zonas del plan, específicamente el “Almendral”. Incluso, presentaron distintas tipologías, que variaron desde casas grandes con o sin patio, ranchos multifamiliares, a hileras de piezas con vistas a la calle. Esta cualidad esencial de los conventillos porteños estuvo opacada por el estigma social que asociaba tanto a las viviendas como a sus habitantes con la prostitución y la insalubridad[12].
Sin ir más lejos, la revista Zig-Zag, en su edición de mayo de 1918, planteaba el siguiente panorama sobre los conventillos porteños:
“Cuando uno se pasea por las calles centrales de Valparaíso, observando su adelanto, la magnificencia de sus grandes edificios, la limpieza que en todo orden de cosas impera en la vida y en el movimiento progresivo de lo que llamaríamos el corazón de este puerto […]. Sale uno, sin embargo, de aquello que considera algo así como el eje del progreso y de la riqueza […], nota inmediatamente un cambio brusco […]. Hoy hablamos de los conventillos, de las pocilgas porteñas mejor dicho, y podemos decir, sin temor de equivocarnos, que la impresión que hemos recogido es indescriptible”[13].
Esta imagen periodística peyorativa recoge, tal como lo indica María Ximena Urbina, la representación mental porteña sobre los conventillos. De ese modo, la ciudad quedaba dividida imaginariamente en dos: el plan, donde residía la élite y las buenas costumbres, y el cerro, donde vivía el “vulgo” y los robos[14]. Este estereotipo plan-bueno/cerro-malo continúa, según Urbina, hasta la actualidad; sin embargo, la sensación de inseguridad, delincuencia y abandono percibida por la ciudadanía y sostenida por la prensa indican una expansión del estigma negativo a lo largo de la ciudad, afectando incluso al turismo[15].
En definitiva, los conventillos porteños, a pesar de su mala reputación, presentaron una cualidad única dentro del escenario de la Cuestión Social al asentarse en la parte alta de la ciudad y en algunas zonas del plan de Valparaíso. Su importancia radicó en ser espacios de vivencia cuya precariedad dio origen a una identidad proletaria solidaria y de mutuo apoyo, haciendo que la vida en dichos espacios haya sido más amena. Todo este relato, sin embargo, ha sido mínimamente puesto en valor en la esfera del patrimonio, a pesar de que en diversas declaratorias patrimoniales de Valparaíso aparezca como argumento principal el auge que tuvo durante el proceso de modernización económica del siglo XIX.
Segunda parte
Las declaratorias de Valparaíso como Zona Típica y Patrimonio de la Humanidad.
La ciudad de Valparaíso ha venido, por lo menos desde finales de la década de 1950, potenciándose en estudios y proyectos de gestión y protección de su patrimonio. Sin ir más lejos, los trabajos de preservación arquitectónica logrados por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile Valparaíso, el crecimiento urbano de la ciudad, la instalación de la sede del poder legislativo, y la protección legal del patrimonio inmueble son confirmaciones de aquello. Todo ello ha dado como resultado la declaración de Zona Típica, por parte del Consejo de Monumentos Nacionales, en 2001, y la incorporación a la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, en 2003[16].
El primero de los dos documentos es claro en indicar que el Área Histórica de Valparaíso es declarada Zona Típica por contener “elementos arquitectónicos y urbanísticos que, en su conjunto, representan el valor local, nacional y también universal de Valparaíso”[17]. Posteriormente a eso, da la debida argumentación sobre por qué cada uno de los inmuebles y localidades debe tener el rango de Zona Típica, confluyendo, buena parte de ellos, por ser “edificaciones monumentales de fines del siglo XIX y comienzos del XX, testimonios del período de esplendor de Valparaíso”[18]. Por último, recalca que:
“…el valor patrimonial de la ciudad-puerto de Valparaíso radica en su carácter diverso y plural, en el conjunto de sus sectores históricos, los cuales siendo diferentes entre sí, constituyen en su globalidad una realidad de alto valor cultural, urbanístico, arquitectónico y paisajístico, que amerita sea protegida oficialmente”[19]
Como podemos observar, la declaratoria de Zona Típica en Valparaíso confirma la idea de progreso y globalización que ostentó la ciudad desde mediados del siglo XIX a inicios del XX[20], y de la cual se origina su valor patrimonial. Esta normativa profundizó el área declarada el 6 de octubre de 1971, que definió como Zona Típica el sector de la Iglesia La Matriz, el puerto de Valparaíso, y las calles Santo Domingo, Santiago Severín, Almirante Riveros y Pascal[21].
La declaración de Zona Típica tuvo un propósito claro: proteger los bienes que estaban postulando a la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Dicha admisión fue fructífera en 2003, cuando el Área Histórica de Valparaíso fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la 27va sesión de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial. El principal argumento de esta fue: “Valparaíso is an exceptional testimony to early phase of globalisation in the late 19th century, when it became the leading merchant port on the sea routes of the Pacific coast of South America”[22].
Esta argumentación vino planteada desde la postulación. Dentro de sus criterios en los que se propone la inscripción, el documento es claro en indicar que:
“Durante sus cuatro siglos y medio de historia, y en particular a partir de mediados del siglo XIX, cuando Valparaíso se convierte en puerto principal del Pacífico-Sur americano, la ciudad recibió inmigrantes de Europa, Norteamérica y del mundo rural chileno. Se configuró así una sociedad dinámica y diversa, que conjugó el aporte vernáculo con mentalidades y formas de vida de las más diversas latitudes, y con los conocimientos y avances del mundo industrializado”[23].

Tanto la nómina de Zona Típica como la de Patrimonio de la Humanidad, tienen a la modernización económica del siglo XIX como el fundamento histórico por excelencia. Esto constituiría para ellos la esencia de la ciudad, ya que desde ese periodo Valparaíso comenzó su bonanza de crecimiento urbano, demográfico y económico-comercial.
No obstante, lo que es rescatado como patrimonial, y que remite a esa retórica de progreso, son solo espacios que estuvieron destinados a la élite comercial y financiera, chilena o colonial. Frente a ese escenario, queda preguntarse en qué posición quedan los conventillos porteños, espacios que incomodaron el aspecto moderno de Valparaíso, pero que concentraron una identidad obrera fundamental durante el mismo periodo que refuerzan las declaratorias. Esto solo nos deja a entrever que lo que se entiende por patrimonio en Valparaíso se alza desde una mirada elitista.
Tercera parte
La mirada elitista del patrimonio porteño: ¿En dónde quedan los conventillos?
La mentalidad elitista del patrimonio no ha sido un problema dejado de lado en materia teórica. Roxana Seguel, por ejemplo, indicó que el patrimonio cultural tiene una relación significativa con la concepción de mundo de una fracción minúscula de la sociedad. De ese modo, se establece una diferencia entre la cultura “oficial”, perteneciente a la élite y la cultura “popular”, que representa una otredad respecto a la oficial[24].
Néstor García Canclini, destacado antropólogo argentino, ha realizado numerosos trabajos sobre cómo la clase dominante latinoamericana utiliza la identidad cultural para su beneficio, ya sea teatralizándola o acomodándola simbólicamente[25]. Dicha reestructuración tendría como único fin la incorporación de las demás clases y etnias a los objetivos del sistema comercial capitalista, regido por la élite.
“A fin de integrar a las clases populares en el desarrollo capitalista, las clases dominantes desestructuran las culturas étnicas, de clase y nacionales, y las reorganizan en un sistema unificado de producción simbólica, regido por una lógica mercantil. Para lograrlo, separan la base económica de las representaciones culturales, quiebran la unidad entre producción, circulación y consumo, y de los individuos con su comunidad”[26].
Por otro lado, Raymond Williams, Eric Hobsbawm y Terence Ranger han abordado, desde los estudios culturales e históricos, el uso hegemónico de la tradición. El primero, analizó el concepto gramsciano de “hegemonía” en el espectro cultural, definiéndolo como un sistema de valores y tradiciones que remiten a un pasado configurado, reproducido mediante la práctica, para así generar una identificación cultural[27]. Los dos últimos, en conjunto, indican que en reiteradas oportunidades las tradiciones, conjunto de prácticas aceptadas simbólica o ritualmente en la sociedad, son inventadas o transformadas a un pasado histórico adecuado a la clase dominante, para así impedir la innovación y el cambio[28].
Por último, Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, exhiben el concepto de arbitrariedad cultural, determinada como la acción de los grupos sociales de seleccionar significados culturales por sobre otros. En nuestro caso, y según lo planteado, la élite, a través de la elección, forma un código cultural dominante dentro de la sociedad, definiendo a los bienes patrimoniales dentro de esa lógica[29].
Todos estos trabajos han visibilizado, de alguna u otra forma, la perspectiva elitista arbitraria que posee el patrimonio cultural. Este problema se ha trasladado a los estudios sobre el patrimonio porteño al abundar los trabajos que examinan, conflictúan o tensionan el rol de la gestión patrimonial sin tomar en consideración elementos olvidados que fueron -o son- parte de la imagen de la ciudad.
Incluso, nuestro objeto de estudio, los conventillos de Valparaíso han sido poco examinados. Solo María Ximena Urbina y Pablo Millán-Millán, tal como lo hemos mencionado con anterioridad, han analizado en detalle dichas viviendas en el plano porteño. Rectifico lo de porteño, porque la desigualdad de investigaciones académicas con respecto al mismo problema, pero en Santiago, es exponencial[30].
Esta problemática explicaría el bajo nivel de interés que existe sobre el estudio de los conventillos porteños. Nuestro trabajo vendría, como lo dijimos en un inicio, a generar un aporte en ese sentido. Todo ello, para poner en valor espacios que, si bien cargaron con una percepción negativa en la ciudad, concentraron una identidad y habitabilidad única.
No podemos revitalizar dichos espacios sin saber qué ocurre actualmente con los conventillos de Valparaíso. Muchos de los que existieron, debido al crecimiento de la ciudad y la modernización, fueron reemplazados por nuevas viviendas o condominios. Uno de los ejemplos más notables en ese sentido es el conventillo Betancourt, ubicado en la calle Diego Portales del Cerro Barón, que fue reemplazado por un condominio. Algunos otros, como el situado en Calle Castro, en el mismo cerro, se mantienen en pie, pero con evidencias claras de abandono.


Conventillo Betancourt, 1965; Condominio Portal del Mar, en el mismo espacio que estuvo después, 2013. Fuentes: Facebook.com/FotosHistóricasDeChile y Google Maps.
A pesar de este lúgubre panorama, el conventillo de la Unión Obrera de Valparaíso, en Cerro Cordillera, se convirtió en un caso excepcional al ser rehabilitada patrimonialmente en 2007. El edificio está conformado por tres pisos, 54 departamentos, corredores entre las viviendas y un vacío central. La principal motivación de su construcción, en 1896, fue para el arrendamiento de piezas a familias obreras, las cuales, una vez cumplido un determinado plazo, pasarían ser propietarias del lugar[31].
Si bien el proyecto se construyó en 2007, desde hace diez años atrás que los habitantes venían organizando su mejora. Incluso, la rehabilitación del inmueble contó con la decisión de sus moradores de continuar viviendo allí debido a la mejora de sus viviendas. Por último, la construcción contó con el empleo de materiales originales, ya que primó la mínima intervención del espacio[32].
“El edificio fue sometido a tres tipos de intervención: restauración, rehabilitación y construcción nueva. Se restauraron las fachadas exteriores mediante un proceso de consolidación de paramentos y de limpieza superficial. Se rehabilitó el interior de los departamentos, dando terminaciones adecuadas a cada recinto según los estándares de la vivienda social. Por último, la obra nueva consistió en agregar un nuevo volumen en el sector norte del edificio —que completó el programa definido— y una nueva estructura portante emplazada en el perímetro interior del patio central”[33].

Como hemos observado, algunos conventillos porteños siguen existiendo, teniendo como ejemplo el de la Unión Obrera, que llegó incluso a ser rehabilitado para sus moradores. Esto nos habla de su aún vigente importancia habitacional, al ser un amplio complejo de viviendas que pueden satisfacer, por ejemplo, la alta demanda de ese estilo en la ciudad.
Incluso, la restauración fue realizada recordando qué es lo que era el edificio, los problemas que empezó a albergar en una determinada época, y finalmente la organización para su mejoramiento. El inmueble, construido en 1898, empezó a tener un déficit de administración en la década de 1930, unos derrumbes de baños y lavaderos en 1971, y finalmente la iniciación de su proceso de mejoramiento por parte de los habitantes en 1997. Todo ello, además, sin olvidar el valor de Inmueble de Conservación Histórica del espacio producto del valor patrimonial que posee.
Por otra parte, el sentido de solidaridad y familiaridad entre los habitantes es otra de las características inquebrantables del conventillo que son visibles en este caso, particularmente en la motivación que presentaron para mejorar su calidad de vida[34]. Esto nos refleja una mantención de la identidad obrera de apoyo mutuo, a pesar de la adversidad y las condiciones que muchas veces estos deban experimentar.
La rehabilitación de La Unión Obrera de Valparaíso, no obstante, es un caso excepcional. Llama la atención la puesta en valor de espacios persistentes que eran considerados alteradores de la visual moderna que ostentaba Valparaíso. Quizás, el estigma de miseria con el cual eran calificados los conventillos porteños ha dejado de ser parte de nuestro presente, y los pocos que quedan han pasado a ser observados como viviendas que albergaron, durante la época de la Cuestión Social, una identidad de organización ante los problemas de la vida.
Incluso, una patrimonialización y rehabilitación inmobiliaria de los conventillos porteños que aún quedan en pie podría potenciar la aparición de turismo interesado en saber cómo era la vida de sus moradores. No está demás mencionar la importancia que pueden tener estos espacios como centros culturales, clubes sociales, o cualquier otra instancia que genere desarrollo en la comunidad que lo habita. No obstante, la mirada elitista que existe sobre la producción, distribución, intercambio y uso de la cultura impediría un desarrollo armonioso de aquello.
Por último, una correcta puesta en valor de estos inmuebles nos ofrecería otra mirada sobre la modernización económica del siglo XIX en Valparaíso. En efecto, al incorporar a los conventillos como espacios que, de cierta manera, evidenciaron una forma de vida alternativa o contrahegemónica[35] cuestionaríamos así la mirada exclusivista de vanagloria y esplendor que se tiene del patrimonio cultural porteño, y que tiene su fundamentación en la serie de normas que declararon a Valparaíso como Zona Típica y Patrimonio de la Humanidad.
¿En dónde han quedado los conventillos porteños? Relegados al descuido, la marginalidad y al abandono, tal como lo fueron en la época de esplendor de la ciudad, todo gracias al desinterés académico y social sobre estos espacios. Este olvido ha impedido una comprensión sobre la cultura proletaria porteña rica en solidaridad, la importancia de los cerros como epicentros de la vida de la ciudad, el reconocimiento de un problema social que sacudió la tan estudiada y llamativa época de globalización económica y su comparación con los tiempos actuales. La constatación de este problema puede contribuir a recuperar ese pasado para, por fin, ponerlo en valor dentro del patrimonio de la ciudad-puerto.
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Brandom Guerin Boggle (Valparaíso, 2002) Licenciado en Historia y Patrimonio por la Universidad de Valparaíso. Sus áreas de investigación están vinculadas a la Historia americana del siglo XIX y XX, poniendo énfasis en líneas como el pensamiento latinoamericano y la modernidad/colonialidad. Ha publicado: "Modernidad/reivindicación en Facundo, Bases, Iniciativa de la América y Nuestra América. Una mirada desde el globocentrismo y la colonialidad (Latinoamérica, siglo XIX)" (2024) y reseñas ligadas a la historiografía chilena y las políticas culturales en la Dictadura Cívico-Militar chilena. Investigador del Centro de Investigaciones Estudiantiles del Instituto de Historia de la Universidad de Valparaíso. Revisa el artículo de Guerin Boggle: "La hegemonía norteamericana en América Latina" en los números 19, 20 y 21.
Notas
* Agradezco los comentarios y sugerencias proporcionadas por los académicos Carlos Miranda Rozas y Luis Corvalán Márquez para el mejoramiento de este trabajo.
[1] Cf. David Lowenthal, The past is a foreign country (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), 14.
[2] Cf. Pablo Aravena, La destrucción de Valparaíso. Escritos antipatrimonialistas (Valparaíso: Inubicalistas, 2020), 23-32.
[3] Cf. Philip Sanders y James Attwood, “Valparaíso es un Patrimonio de la Humanidad en decadencia”, Bloomberg, 5 de enero de 2023, https://www.bloomberg.com/news/articles/2023-01-05/valparaiso-es-un-patrimonio-de-la-humanidad-en-decadencia
[4] El Área Histórica está compuesta por: Iglesia La Matriz, Plazuela Santo Domingo, Plaza Echaurren, Calle Serrano y Prat, Plazas Sotomayor y Justicia, Plazuela Turri, Muelle Prat y Cerros Alegre y Concepción. Cf. “Área histórica de la ciudad puerto de Valparaíso”, Web del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, sin fecha, https://www.patrimoniocultural.gob.cl/multimedia/area-historica-de-la-ciudad-puerto-de-valparaiso
[5] La producción simbólica comprende la repetición de la identidad hegemónica para mantener su dominio social. Para entender mejor, Cf. Néstor García Canclini, La producción simbólica. Teoría y método en sociología del arte (Buenos Aires: Siglo XXI, 1979).
[6] Cf. María Ximena Urbina, “Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920: Percepción de barrios y viviendas marginales”, Revista de Urbanismo, n° 5 (2002) y Los conventillos de Valparaíso. 1880-1920. Fisonomía y percepción de la vivienda popular urbana (Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2011); Cf. Pablo Millán-Millán, “Aplicación e impacto de la Ley de Habitaciones Obreras de 1906: el caso de Valparaíso (Chile)”, Eure 42, n° 125 (2016): 273-292 y “Habitar el acantilado: el conventillo como promotor de una nueva arquitectura en los cerros de Valparaíso”, (tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2015), https://idus.us.es/handle/11441/72782.
[7] Cf.Sergio Flores Farías, “Valparaíso: una aproximación a la memoria Histórico-Patrimonial”, Notas Históricas y Geográficas, n°12 (2021): 52-53.
[8] Alejandro Ancalao, “Valparaíso en 1906: historia de la catástrofe”, 13-14.
[9] María Castillo Couve, “Participación desde abajo y políticas públicas. La rehabilitación del edificio de la Población Obrera de la Unión de Valparaíso”, Centro de Investigación Urbanística, n° 67 (2009): 16-17.
[10] Cf. Sergio Grez, La cuestión social en Chile: ideas y debates precursores (1804-1902) (Santiago, DIBAM, 1997) y Simón Castillo Fernández, “La vivienda popular en Chile urbano (1880-1930). Un estado de la cuestión interdisciplinario”, Historia 51, n° 1 (2018).
[11] Cf. María Ximena Urbina, “Los conventillos… op. cit.
[12] Ibid.
[13] “Aspecto de un conventillo”, Zig-Zag 59, n° 691 (1918): s.n.
[14] Cf. María Ximena Urbina, “Los conventillos… op. cit.
[15] Cf. Víctor Inostroza, “Valparaíso, la batalla por nuestras calles”, La Tercera, 13 de septiembre de 2024, https://www.latercera.com/opinion/noticia/columna-de-victor-inostroza-valparaiso-la-batalla-por-nuestras-calles/7CYBZ2DKL5BRNITZEVVTQTWPLI/
[16] Cf. Alfredo Sánchez, Joaquín Bosque y Cecilia Jiménez, “Valparaíso: su geografía, su historia y su identidad como Patrimonio de la Humanidad”, Estudios Geográficos 70, n° 266 (2009).
[17] Ministerio de Educación, “DECRETO N° 605. AMPLÍA Y DECLARA ZONAS TÍPICAS QUE INDICA, EN LA CIUDAD DE VALPARAÍSO, COMUNA Y PROVINCIA DE VALPARAÍSO, V REGION DE VALPARAÍSO”, Consejo de Monumentos Nacionales, 31 de agosto de 2001, https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/zonas-tipicas/area-historica-valparaiso, 1.
[18] Ibid., 2.
[19] Ibid., 3.
[20] En 2008, la Zona sufrió una nueva ampliación, incorporando los Almacenes Fiscales, recurriendo entre sus argumentos al de ser una zona donde se construyó una historia ligada a la globalización decimonónica. Cf. Ministerio de Educación, “DECRETO N° 2459. AMPLÍA DECLARACIÓN DE MONUMENTO NACIONAL EN LA CATEGORÍA DE ZONA TÍPICA O PINTORESCA DEL ÁREA HISTÓRICA DE VALPARAÍSO QUE INCLUYE TRES INMUEBLES CONOCIDOS COMO ALMACENES FISCALES, DE LA COMUNA Y PROVINCIA DE VALPARAÍSO, V REGIÓN DE VALPARAÍSO”, Consejo de Monumentos Nacionales, 29 de julio de 2008, https://www.monumentos.gob.cl/servicios/decretos/2459_2008
[21] Cf. Ministerio de Educación Pública, “Decreto n° 2412. Declara Monumentos Históricos las propiedades que se indican y Zona Típica el sector que se señala”, Consejo de Monumentos Nacionales, 6 de octubre de 1971, https://www.monumentos.gob.cl/servicios/decretos/2412_1971
[22] En español: Valparaíso es un testimonio excepcional de la primera fase de la globalización de fines del siglo XIX, cuando se convirtió en el principal puerto en las rutas marítimas de la costa Pacífico de Sudamérica. Cf. World Heritage Committee, “World Heritage Committee. Twenty-seventh session, Unesco, Marzo de 2004, https://whc.unesco.org/en/decisions/736/, 121.
[23] Cf. Ministerio de Educación, “Postulación de Valparaíso como Sitio del Patrimonio Mundial UNESCO”, Gobierno de Chile, 2004, https://www.monumentos.gob.cl/sites/default/files/articles-45668_doc_pdf.pdf., 38.
[24] Roxana Seguel, “Patrimonio cultural y sociedades de fin de siglo: una mirada desde las principales tendencias que marcan los nuevos escenarios socioculturales”, Conserva, n° 3 (1999): 8.
[25] Cf. Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (México D.F.: Grijalbo, 1989), 149-191; Las culturas populares en el capitalismo (La Habana: Casa de las Américas, 1982) y La producción… op.cit.
[26] Cf. Néstor García Canclini, Las culturas… op.cit, 13.
[27] Cf. Raymond Williams, Marxismo y literatura (Barcelona: Península, 2000), 129-137.
[28] Cf. Eric Hobsbawm y Terence Ranger, La invención de la tradición (Barcelona: Crítica, 2002), 7-21.
[29] Cf. Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza (México D.F.: Fontamara, 1996).
[30] Entre ellos: Isabel Torres, “Los conventillos en Santiago (1900-1930), Cuadernos de Historia 6 (1986): 67-85; María Elisa Fernández e Isabel Farías, “Conventillos, violencia y vida cotidiana, Santiago-Chile, 1880-1930: un análisis de expedientes judiciales”, Páginas 16, n° 41 (2024): s.n.;y Mauricio Folchi, “La higiene, la salubridad pública y el problema de la vivienda popular en Santiago de Chile, 1843-1925”, en Perfiles habitacionales y condiciones ambientales. Historia urbana de Latinoamérica siglos XVII-XIX, ed. por Rosalva López. (México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2007), 361-390
[31] Cf. Raúl Araya y María José Castillo, “Rehabilitación Unión Obrera. Cerro Cordillera”, Arq 73, (2009).
[32] Ibid.
[33] Ibid, 37.
[34] María Castillo Couve, “Participación desde abajo… op.cit.
[35] Cf. Raymond Williams, Marxismo… op. cit.

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