Crítica, debate y oficio: algunas ideas sobre cine, aunque sea en las ruinas del internet

«La nueva marsellesa», El Padre Padilla. Santiago, 1885.

Hace falta leer lo que se está publicando, en la literatura chilena (hacia el pasado y el presente) para poder escribir, compartir y debatir. Del mismo modo, los cineastas deben ver lo que se está produciendo y las películas chilenas de su historia para ejercer los mismos cuestionamientos del panorama actual, no sólo para defender o ubicarse en alguna tradición de cine, sino para tensionar ese espacio con otras voces que tienen modos de hacer diferentes sobre un mismo objeto; tanto en sus modos de producción, corrientes estéticas y estado actual cinematográfico.

Ignacio Rojas Vallejo

Tengo una cierta obsesión con los debates de blog y revistas digitales. De los últimos que seguí, fue durante el confinamiento del 2020 en el blog argentino de la Revista de cine: directores argentinos encerrados en sus casas, escribiendo sobre cine y pensando su presente. Mariano Llinás, Rodrigo Moreno y Nicolás Zukerfeld en contraposición a Nicolás Prividera. El conflicto empezó en los comentarios del texto Ideas sueltas acerca de Silvia Prieto escrito por Rodrigo Moreno. La discusión tiene 35 comentarios, en donde básicamente los cineastas tensionan la siguiente idea que instala Prividera: “Cuantas películas posteriores a Silvia Prieto, es decir, cuántos films de los últimos veinte años, han sido ‘testigos del momento en que fueron filmados’”.

La discusión pasa por diferentes preguntas e interpelaciones sobre el cine nacional argentino, desde listas de películas contemporáneas (que podrían ser “testigos de su propio tiempo”), la generación de los 90’, hasta las posibles lecturas de un canon de cine nacional. Aunque el eje pareciera sin rumbo y las respuestas insatisfechas, la posibilidad de leer estos comentarios entre cineastas sobre el pasado y presente del cine argentino abre nuevos espacios de reflexión.

La tensión entre Prividera y Llinás sobre la tradición del cine nacional argentino lleva varios años. En Youtube hay un video de más de dos horas entre los directores dentro del marco del Festival de Cine Independiente de La Plata, Festifreak, en el 2014. En la mesa, se nota el entusiasmo, aunque también, la incomodidad; sobre todo con las formas en las que se aborda: las reacciones desmedidas y las interrupciones por querer agarrarse del micrófono en vez de escuchar. Sin embargo, ahí están, frente a cámara y un público, frente al riesgo de cometer algún error en vivo, decir alguna tontería o mostrarse poco sólidos en sus argumentos. Lo que digo es que, el espacio de las revistas, las mesas de debate e incluso las cajas de comentarios en redes sociales, pueden ser plataformas para que los cineastas expongan sus ideas de manera abierta, frente al riesgo de revelar sus posicionamientos frente al cine, con la posibilidad de ser interpelados con preguntas que los pueden poner en jaque con lo que están diciendo. Y son esos los momentos más interesantes para quienes vemos/leemos en estos espacios, cuando se abre una grieta, una terceridad en la discusión, que hace tambalear las ideas preconcebidas.

La escritura crítica y el debate pueden ser un espacio para las y los cineastas. Así lo demuestra el caso anterior, pero es una práctica muy poco frecuente. Más allá de las entrevistas, aquellos que hacen películas también pueden pensar y escribir sobre su oficio. Por ejemplo, si busco en Google algún texto escrito por Pablo Larraín, sólo me voy a encontrar con entrevistas en donde el director va a estar muy cómodo respondiendo preguntas flojas como cuáles son sus procesos creativos. Es probable que en la búsqueda encuentre papers de cine, pero ¿quién lee papers además de los mismos académicos que se leen entre ellos sólo para acumular textos indexados?Y también, me voy a encontrar con textos escritos por críticos de cine. Algunos mejores que otros, ya sea para hablar bien de las películas o para destruirlas. Me podrían apurar: “para eso existen los críticos, los cineastas deben ocuparse en hacer películas”. El argumento de pastelero a tus pasteles, y sí, es cierto. ¿Pero qué piensan los cineastas sobre las películas que realizan sus colegas? ¿Ven acaso lo que se produce en Chile o están demasiado ocupados en filmar sus propias películas? ¿Cómo leen, por ejemplo, el cine chileno de los años 90’ y el contemporáneo? Es decir, ¿cuándo vemos a los directores de cine en una situación tensa, incómoda, en una discusión pública con sus pares? Ya sea alojado en un video de YouTube, en cartas abiertas, o en comentarios de blog. Ese espacio hasta donde he buscado, no existe, o muy poco.

Que no se malentienda lo que me pregunto, no es una exigencia, es un ejercicio de imaginación sobre la posibilidad de reflexionar sobre el cine y su tiempo. No digo que todos los cineastas tienen que ser también críticos de cine, necesariamente. Pero sí creo que la escritura y el debate pueden ayudar a pensar al oficio que ejercen, para que los directores puedan reflexionar con sus colegas y en el mejor de los casos que los tensione, que se hagan preguntas.

Me voy a salir un poco del cine para volver a él. El último conflicto en internet que leí no fue sobre cine, sino en el campo de la literatura. El o(caso) Zambra, de Diego Armijo, consiguió obtener una atención particular al escribir cuestiones como: “Es difícil de entender ese cariño ambicioso que tiene ese espacio por él. Pues frente al trabajo de otras autorías, los grillos hacen orquesta. Al parecer hay que ser premio Nobel o no apareces”.

Comentarios como este, no tardaron en ser contestados, por Alex Saldías, quien pudo contra argumentar: “(…) la buena literatura no necesita de páginas en el diario, de entrevistas, ni de reconocimientos, los autores tal vez sí, pero los libros no, ellos salen a dar la batalla solos, y si un autor destaca por ellos es porque algo hizo bien, aunque eso que hizo no sea de su agrado por ser “demasiado mercantil”.

La discusión es larga, lo que parte inicialmente como un debate sobre la figura de Zambra como el canon de la literatura chilena, termina en un intercambio de ideas sobre otros problemas alrededor de la escritura, pasando por las editoriales y el panorama narrativo chileno.  Lo que me parece interesante es la apertura a la discusión.

Curiosamente, poco después de la riña entre Armijo y Saldías, Andrés Montero escribió un texto en donde se pregunta, ¿por qué escribimos lo que escribimos?

“Lo que pasa es lxs autorxs nos sentimos cómodos en nuestros propios proyectos, donde ponemos las reglas. Escribimos de a poco, lenteja pero segureque, y cuando publicamos un libro confiamos en que no se aleja demasiado de lo que queríamos escribir”. 

Y acá creo que esto mismo se aplica a los cineastas de hoy, filman de a gotas, en varios años, segureque, como señala Montero. Y he aquí otra cuestión interesante en los sistemas de producción de cine. Así como Llinás –que se demoró 10 años en realizar La flor– la mayoría de los cineastas en Latinoamérica, incluyendo Chile, se demoran al menos 5 años (y me quedo corto con esta cifra) en llevar adelante sus proyectos. Ya sea en postulando año tras año al Fondo Audiovisual, hasta poder adjudicárselo, o aquellos que trabajan de manera independiente, filmando de a gotas, en rodajes de fin de semana. 

Montero duda si existe o no un movimiento literario en la actualidad, o si realmente cada escritor viaja por su propio carril. Yo al menos pienso que la brújula tendería más hacia lo segundo que plantea Montero, tanto en la literatura como en el cine.  Los directores están obligados a competir entre ellos en los fondos del MINCAP y sólo se encuentran en laboratorios de Work in Progress y en los Festivales cuando sus proyectos ya han finalizado. Es por esto que me parece tan importante el encuentro (y el desencuentro). No sólo con palmadas de felicitaciones en la espalda por haber terminado un libro o una película, en esos espacios de ferias de libro, festivales o entrevistas sobre las dificultades que tuvieron para llevar adelante su proyecto. Hace falta leer lo que se está publicando, en la literatura chilena (hacia el pasado y el presente) para poder escribir, compartir y debatir. Del mismo modo, los cineastas deben ver lo que se está produciendo y las películas chilenas de su historia para ejercer los mismos cuestionamientos del panorama actual, no sólo para defender o ubicarse en alguna tradición de cine, sino para tensionar ese espacio con otras voces que tienen modos de hacer diferentes sobre un mismo objeto; tanto en sus modos de producción, corrientes estéticas y estado actual cinematográfico.

Cineastas escribiendo sobre cine y escritores escribiendo sobre literatura. No sólo para defender su postura, inclinaciones o políticas estéticas, sino también para pensar colectivamente el pasado y el presente. Con espíritu deportivo al debate, así como Armijo se despide amistosamente con Saldías con sus desacuerdos y maneras diferentes de entender la literatura, o también el caso de la Revista de Cine, que publicaron otros textos titulados Las Discusiones, entre el director de la revista, Rafael Filippelli y Nicolás Prividera. Al final, esas tensiones de entender un mismo oficio son las que permiten nuevos puentes, nuevos encuentros para sentarse a discutir, no importa que sea frente a la pantalla del computador, lo importante es que el espacio exista y se pueda volver a ellos. El testimonio seguirá existiendo, aunque sea en las ruinas del internet.

Ignacio Rojas Vallejo. Licenciado en Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine de Buenos Aires, Argentina. Su desarrollo profesional está centrado en el conocimiento teórico y práctico sobre Guión y Dirección. Ha realizado diferentes proyectos cinematográficos tanto en Chile como en Argentina. Como director y guionista realizó el cortometraje “De la vida de ciertas estatuas” (2017) seleccionado en el Laterale Film Festival en Cosenza, Italia. Actualmente se encuentra desarrollando su ópera prima “Ensayos y errores”.

Respuesta

  1. Avatar de oficioficcion

    Lindo llamado, necesario, aunque está difícil. Cuando se trata de ver las obras de colegas (y del mismo país! y contemporáneos!) he visto como las caras de sueño aparecen. No me puedo quejar, yo también lo hago (o mejor dicho, yo tampoco lo hago). Alguna vez escuché que los autores mas formalistas y retorcidos son los que mas le escapan a otros autores formalistas y retorcidos. No digo que seamos formalistas o retorcidos, solo quiero decir que esperamos de los espectadores un esfuerzo y una disposición que muchas veces nosotros no tenemos con los colegas.

    Creo que lo mejor es empezar por casa, en esa estoy. Viendo mucho y alegrándome o enojándome según el caso. Teniendo en mente que siempre está la opción de quejarse abiertamente (o de pelearse) y no solo refunfuñar a la salida del cine. Este puede ser un buen combustible para animarnos a vernos y quizás a querernos o quizás a odiarnos a muerte y arreglarlo todo con una pelea a cuchillazos. Bienvenido todo eso.

    Me gusta

Replica a oficioficcion Cancelar la respuesta