5 poemas

Priscilla Cajales Bello

EL AÑO DE LA QUILA

cuando florece la quila

se anuncia año de catástrofe

las ratas se reproducen

y comen todo a su paso

llamé

para saber

cuán cierto era

me dice

que nunca

la vio florecer

que mientras fue niña

y jugaba a atrapar tábanos para hacerlos música

encerrados en una botella de plástico

hasta que

muertos

se acumulaban en el fondo

nunca la vio florecer

aquí en la quebrada hay quila

sin flores

la quila florece

en años de sequía

en una medida extraordinaria

para no desaparecer

CAL

Sí, es verdad que levantaste esta casa

que hiciste el cálculo

de cuánto cemento

cuánta madera

cuánto vidrio

Es verdad que cerraste el cierro raso

yo misma preparé la mezcla de pasta muro y agua

y cada comida

para los días en que el sol

te rompía una y otra vez la primera capa de piel

te rompía

Esta casa hubiera desaparecido a los meses

las ratas que habitan la acequia

hubieran roto cada frasco con comida

cada saco

las chinchas hubieran subido a tus almohadas

y hubieran entrado a tus oídos sordos

yo mantengo a raya chinches, pulgas, ratas

haciendo de tus hijos personas

sabiendo antes que ellos cuando están enfermos

En estas manos se sostiene esta casa

si hubieras sido tú

habrías llamado la cal

y la cal te hubiera cubierto

NADA SUCEDE DOS VECES

Nada sucede dos veces

ni la noche de insomnio se repite

ni el dolor en las rodillas es el mismo

Esta quebrada se quemó

hace doce años

no se repetirán los surcos entre los árboles

ni la disposición de las ramas en el suelo

o la geometría de la vertiente

Nada sucede dos veces

no te despiertas dos días intentando recordar el mismo sueño

ni al tomarte de la mano esta me trasmite el mismo calor

Y es

una similitud breve, difusa

esa que me hace creer que nos vamos conociendo

La misma que perdida

haría que no te reconociera si viera tu rostro

surcado por arrugas y tu pelo por las canas

Las carpas giran en círculo

en el tranque

mientras tú

les tiras piedras, ahora, cuarenta años antes

de la imagen de tu rostro

viejo y desconocido

ninguna piedra

cae

en el mismo lugar

COMO UNA MANCHA

Me lavo los dientes

en una operación que repito pensando en la advertencia del dentista

cepilla tratando de ubicar los pliegues

el sarro se adhiere

en el espacio

en que las muelas se unen

miro al techo

una araña en él permanece inmóvil

cuento sus patas y calculo si pueden o no ser consideradas largas

busco las manchas que podrían indicar que no se trata de un peligro

pero estas ocho patas son lisas y oscuras

reviso que no haya sangrado

sigo contando las veces que debo cepillar

imagino que cuando encendí la luz

fue sorprendida

como yo

al verla

está quieta

queriendo no llamar mi atención

su medida quietud es para ella

la única forma de sobrevivencia

fuera de ese lugar que seguramente está dentro del muro

que separa el baño del dormitorio

y en el que se considera a salvo

me pregunto

si sabe que ese enorme cuerpo en movimiento

la observa calculando el lugar del golpe

si en su memoria de sobrevivencia

si es que existe algo a lo que se pueda llamar memoria de sobrevivencia

sabrá que al encender la luz es probable

que una zapatilla termine con su cuerpo

convertido en una mancha en el techo.

NADA

Nada imitando la forma de una flecha

esa forma primitiva

con la que hemos creado

esta torpe metáfora del tiempo

Priscilla Cajales Bello (Santiago de Chile, 1984). Poeta, profesora, editora. Ha sido parte de los proyectos editoriales Grado Cero, La Palabra Quebrada y Editorial Hebra, entre otros. Publicó los poemarios Termitas (La Calabaza del Diablo, 2009) y Mella (Overol, 2019). Los poemas de esta muestra son inéditos y pertenecen al libro en preparación El año de la Quila.

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