Chacabuco, calle rota en todo Chile: Presentación de «Ruptugrafía» de Álex Bay

Gabriel Ocaranza

Presentación/ Álex Bay, Ruptugrafía. Santiago, Editorial Anagénesis, pp. 47.

El 2014, en Copiapó, tres o cuatro personas se reunieron en una lectura de poesía organizada por el municipio. Al llegar a la muni, los poetas se dieron cuenta que estaba todo cerrado y que habían sido engañados ‒o bien olvidados‒ y que no habría actividad. Frustrados y enrabiados caminan por calle Chacabuco en dirección al centro, en busca de respuestas. Allí, en esa caminata, nace Literror ‒acrónimo de literatura, ensayo y error‒, una lectura que, por cinco años, se esmeró en reunir las voces y escrituras de la ciudad, el país y otras latitudes en el bar Café O’Higgins.

En su quinto año, como forma de celebrar el lustro, se organizó un gran evento para el festejo, que para un puerto como Valparaíso puede significar tan solo un panorama más entre todas sus subidas, pero que allí, en medio del desierto, cobró especial sentido por su condición de extraordinario. Entre las amistades invitadas al convite estaban Pablo Jara, quien perdió el vuelo, sin embargo, se aventuró como buen cronista a comprar pasaje y tomar un bus al norte; Fernanda Meza, que llegó con la comitiva en el avión como un grupo de rockstars que arriban a una ciudad desconocida para cantar sus canciones; y Patricio Contreras, que en la distancia lamentaba no poder asistir a esta suerte de hermandad literaria, pero que, en cambio, enviaba diversos ejemplares de Editorial Anagénesis, entre los cuales destacaba la antología Parias, poetas y borrachos.

Fernanda fue quien se encargó de oficiar de librera. De sus manos obtuve el único ejemplar que traía para la venta como una única botella de agua en medio del desierto. Cuento esto a propósito de los misteriosos pasajes por los que transita la literatura. Literror ya no existe más que en el recuerdo, pero Fernanda y Álex Bay, que en el prólogo escrito por Patricio para dicha antología tienen mención en párrafos seguidos, un nombre al lado del otro, hoy publican sus obras más recientes a cargo de Anagénesis.

Creo necesario aclarar todo esto, debido a que un día llegó a mis manos ese libro y hoy estoy presentando a uno de los autores allí prologados y su reciente poemario, Ruptugrafía. Por ello, desde el encuentro con Parias, poetas y borrachos conocí una experiencia colectiva similar a las que en Copiapó estaban gestándose. Por ejemplo, de ese libro, en el poema “Luna Capital”, Álex escribe: “Y me fui llorando por Chacabuco / un llanto seco / hacia dentro / confundido con el esmog / de la capital”. Lo que me traslada a pensar en la calle Chacabuco donde un día tres o cuatro escritores de Copiapó caminaron masticando la frustración. Las calles se llaman más o menos igual en todo Chile y desde ellas algunos escribimos la larga carretera que es la Ruta 5. Álex, además, escribe de rieles y ferrocarriles.

Ahora bien, en cuanto a Ruptugrafía, es un libro que nuevamente fue entregado en mis manos por Fernanda, que ‒con su poemario la cueva‒ funge del ecosistema de Anagénesis junto a Álex, siempre hacia una escritura nómade. En el caso de Bay, este nomadismo se condice con su estructura, la cual busca escribir desde distintas veredas. El libro está dividido en dos partes. La primera, de nombre “Oficio permanente”, está constituida de 15 poemas, en los que se escribe con una voz que piensa sobre sí misma. En “Sueño en calle Exposición” dice: “Yo me lo he buscado”. Pero, ¿cuál es la búsqueda? La escritura. Por allí se abre una crítica a ella mediante los versos: “Es cierto / todos los raciocinios / los libros leídos / o los poemas que hablan / de lo mismo / con otras palabras / se van al palo / rodando, rodando”.

Hay en los poemas de este primer conjunto cierta relación con la memoria y el olvido, juegos de espejos, héroes sin heroísmo, bifurcaciones, extrañeza, tonadas, fauna y ajedrez, por mencionar algunos pasajes. Entonces, se repliega el nomadismo por estos movimientos de toda índole, de todos los caminos que traslucen una poética ágil, capaz de escribir contra los testaferros, erigiendo su propia identidad como escritor.

Luego, se abre la segunda parte, “Ruptugrafia”, la cual da título al poemario. Allí las imágenes de la rotura y la devastación sitúan una postura frente al mundo insípido y gris, en un largo aliento que se ahoga en el smog de la capital. En esa línea, Ruptugrafía es la muerte de las aves. Es la taquicardia que transforma el pecho en sismógrafo y la escritura en un sensor del mundo donde los ojos se posan: estaciones de Metro, edificios destruidos, corazones rotos, puentes en llamas y necrópolis. Ingenuamente podrían ser tópicos de ciencia ficción, sin embargo, es la poesía una forma de documentar el afuera, por ello: “La ruptugrafía / es el mundo y sus desniveles / toda la comida / que se bota / todas las bocas / que viven hambre”.

Por lo mismo, esta sería una rotura gráfica, de la palabra quebrada, aquella que se ha vaciado de sí misma como un tren descarrilado. Ante ese panorama, solo se puede seguir documentando el advenimiento del fin de mundo, ante el cual existe una vana esperanza: “[…] repartir / en el mar infinito / del silencio / un nuevo imposible”.

Mayo de 2022.

Gabriel Ocaranza el día de la presentación.

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