Entre las propuestas que han sabido condensar la energía vivificadora del nuevo movimiento social en Chile, destacamos aquí el trabajo de Cheril Linett (1988) teatrista que irrumpió en Santiago con una performance de aires artaudianos, «Yeguada Latinoamericana», articulando sólidamente la fértil provocación con un discurso de género y desde un teatro que instala el desconcierto en la vía pública.

Pedro Celedón Bañados
Cuando la verdad se pone en obra, se manifiesta.
Heidegger
Si realizamos una síntesis de los grandes logros sociales durante la historia contemporánea, esta nos arroja señales claras sobre el hecho de que fueron producidos en su gran mayoría por movimientos masivos que fisuraron y se sobrepusieron al orden establecido en su momento. A modo de ejemplo están las luchas por obtener necesidades tan básicas como jornadas laborales de 8 horas, un día de descanso pagado, derecho al voto de las mujeres, las reivindicaciones por la plena igualdad de las razas ante la ley, y actualmente entre los géneros.
Desde el inicio de la revolución industrial y con ello del capitalismo moderno, los movimientos sociales han logrado ensanchar las fronteras de lo posible, uniendo fuerzas desde asociaciones ciudadanas, sindicales, gremiales o estudiantiles, que lograban objetivos sectoriales concretos apoyados generalmente para su legalización por los partidos políticos más liberales.
Pero con el advenimiento del siglo XXI se han extendido movilizaciones que tienen características distintas y que la sociología contemporánea viene identificando como un accionar ciudadano que se diferencia de los grandes movimientos anteriores. Estos Nuevos Movimientos Sociales (NMS), si bien tienen particularidades en cada región, manifiestan características comunes siendo una de las más significativas el hecho de instalar sus llamados desde un horizonte en el cual coexisten múltiples urgencias, sin intentar, ni desear, constituirse en la voz de una problemática dominante, ni de una clase social especifica.
Debemos incluir en estos NMS, instancias como la Primavera Árabe en Túnez, Argelia, Arabia Saudí, entre 2010-2013; Los Indignados de España en 2011; Los Chaquetas Amarillas en Francia, Bélgica, Países Bajos, Italia, 2018-19; las manifestaciones multitudinarias en Colombia, Chile y Ecuador desde 2019, ya que todas ellas, independiente a sus reivindicaciones y resultados, comparten el expresar los sentimientos de pueblos que “despiertan” a la comprensión de que “la política, o la haces, o te la hacen” (Fuster, 2020).
Las convocatorias en los NMS se caracterizan por no provenir de un líder carismático, ni de un grupo jerárquicamente constituido. Tampoco poseen una hoja de ruta definida desde el inicio por un pliego de peticiones, (siempre) sectorial. Son por definición instancias de agitación con “carácter rizomático”, en el sentido en que Guattari y Deleuze aplicaron a la cultura este concepto que viene desde la botánica. Se refieren con ello a una organización de elementos que no siguen líneas de subordinación jerárquica, lo cual en forma inmediata pone en crisis al modelo fundado sobre la estructura arbórea o piramidal, del patriarcado (Guattari, 2008).
Gracias a los NMS comienza a ser un sentido común instalado el hecho de aceptar que, cosmovisiones como el homo centrismo, la filosofía neoliberal de Von Hayek, la división republicana del planeta, son solo modelos de organización transitorios y sujetos a ciclos de nacimiento-expansión-contracción-muerte, como todo lo vivo. Comienza a ser de sentido común, el observar que la sociedad actual ha olvidado completamente que las ambiciones económicas son solo una parte del todo, y que su lugar debiera ser el de buenas sirvientas, nunca maestras del actuar comunitario.
Una explicación plausible de este cambio en los movimientos sociales la podemos encontrar al tomar conciencia de que en el año en que surge el Manifiesto Comunista de Marx y Engels (en el contexto del primer levantamiento obrero internacional: La primavera de los pueblos en 1848), éramos 1. 200 millones de habitantes en el mundo. En 1950 pasamos a ser 2. 600 millones de personas y en la actualidad somos para el mismo territorio (nuestro planeta), más de 7.500 millones, lo cual instala desafíos que difícilmente pueden ser abordados sectorialmente.
Es imposible desconocer hoy que el grado y medio que ha subido la temperatura del planeta directamente causado por nuestros medios de producción de objetos y alimentos, nos hacen perder 335.000 millones de toneladas de hielo al año (equivalente a toda la nieve de un invierno en los Pirineos); esto, sumado a los desiertos verdes que generan la industria maderera, ganadera y de combustible, provocan cada año la pérdida de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil, el cual se ve a diario disminuido por la contaminación ambiental y el desequilibrio socio económico que producen además guerras fratricidas como la de Rusia contra Ucrania. Uno de los resultados de esta globalización es que en la actualidad 24 mil personas mueren de hambre diariamente, representando el 16% de las que fallecen en el mundo.
Lo expuesto es solo un fragmento de las señales que hacen evidente que estamos ante el escenario de una crisis sistémica que los NMS evidencian, señalando que son las bases mismas del capitalismo neoliberal las que crujen. Esto puede generar un tiempo de conmoción en el cual los pueblos se instalen en lo impredecible, en la participación, en el redescubrimiento de su cuerpo social y en el rediseño de destinos más amables con la especie y el entorno, y de la mano del arte, ¿por qué no?, en enfocar con urgencia los esfuerzos humanos hacia lo orgánico, lo amable, lo no-violento, lo hermoso.
Si perdemos el miedo a vivir los estertores, observaremos como la crisis ha propiciado, convocado, generado, la participación de artistas que adoptan el espacio público de las manifestaciones, como escenarios naturales para desplegar obras y acciones.
Algunas de estas propuestas develan arquetipos míticos, re-instalándolos con gran eficiencia en nuestra época. Son trabajos que como el de las Yeguadas latinoamericanas han desplazado a los espacios públicos desde su condición utilitaria, a escenarios narrativos, logrando metamorfosear la vía dolorosa de las manifestaciones políticas de antaño, en una “vía festiva”, en la cual “el presente se ve conmovido, vivificado, es más, fecundado por el pasado” (Han, 2015).
Esa “vía festiva” está lejos de ser el divertimento banal, siendo asociable al arquetipo mítico desde el cual Nietzsche desprendió su concepto de arte original, surgido en la celebración de un “tiempo elevado”, en el cual el tiempo habitual ha quedado superado, es decir, la instalación del Ritual, instancia a la cual le es inherente un arte capaz de conectar con el esplendor de la eternidad, reinstalando incluso en el desacralizado siglo XXI, el valor de culto.
Estamos aquí ante un arte de resistencia y de rebeldía que ha convertido el dolor en fuerza, politizando la escena del arte y poetizando la política, entregándose a la búsqueda libertaria, mística y creativa de la anhelada y esquiva fraternidad humana que han deseado todas las revoluciones. (Satizábal, 2018).
Es interesante observar como en esta “vía festiva”, no es Dionisio el que guía el espíritu libertario que se manifiesta en la calles. No es ese dios arcaico que simbolizaba la energía masculina en la que el individuo se disuelva en el todo colectivo. En los NMS es Eros quien guía a los espíritus, pero un Eros que implica connotaciones muchísimo más profundas que el degradado erotismo contemporáneo confundido con la pornografía. Simbólicamente hablando, es el Eros que conceptualizaron los griegos como principio que animaba y ordenaba al universo. Una energía que era la encarnación de la fuerza del amor, la constructora de las relaciones sociales. Un dios que con su fuerza otorgaba al actuar colectivo el estado de la consagración, aquel que propicia la unión, la comprensión, el dialogo, el placer, la seducción, todas cualidades de un arte que ha instalado en medio del movimiento social, visiones “del horizonte utópico de lo venidero” (Han, 2015).




Yeguada Latinoamericana
Entre las propuestas que han sabido condensar la energía vivificadora del nuevo movimiento social en Chile, destacamos aquí el trabajo de Cheril Linett (1988) teatrista que irrumpió en Santiago con una performance de aires artaudianos, articulando sólidamente la fértil provocación, con un discurso de género y desde un teatro que instala el desconcierto en la vía pública.
En su performance Yeguada Latinoamericana, del 1 de julio de 2017, día en que se celebra “el orgullo de ser tu mism@” (día internacional LGBT), intervienen las calles del centro de Santiago vestidas con un uniforme realista que replicaba al de la policía chilena (la cual es fuente directa de su poética y denuncia). Su carga simbólica eso sí, desbordaba las connotaciones puntuales al dejarnos ver que estas mujeres uniformadas poseían colas de yeguas que salían de sus nalgas, teliomorfismo que convoca en este caso a la memoria mítica de un ser fantástico en donde la fuerza del animal se entrecruza fértilmente con la sensibilidad, sabiduría y sensualidad del cuerpo femenino.
Son figuras que envisten a la acción teatral de en un aura de ritual pagano, erótico y agresivo a la vez. Su performance las obliga a instalarse a escasos metros de algún grupo de policías y congelar los gestos y acciones de las ejecutantes. Confrontan a los policías mirándolos fijos a los ojos, al mismo tiempo que exhiben sus muslos de animal exótico, situación que para los carabineros implicados es difícil de sostener.
La tensión que se produce en ese instante es feroz y hace explotar las fronteras entre realidad y fantasía, ataque y seducción, acosada y acosador, construyendo un instante en que performer/público/policía, son las piezas de una delación: las situaciones límites de lo femenino expuesto en la calle al rigor del poder patriarcal.
Como espectadores durante micro instantes vemos desfilar en los cuerpos de las actrices, a las prostitutas, sirvientas, estudiantes, mujeres originarias de nuestro continente, campesinas, dueñas de casa, oficinistas, todas acosadas por hombres armados dispuestos a demostrar su poder y supuesta superioridad, golpeándolas y violándolas en cualquier instante.
Pero esa articulación del deseo choca en este caso en la visión inquebrantable de un personaje fuerte y trascendente, las Centáurides, en cuyos cuerpos se concilia la lucha entre el instinto y la razón, la fuerza y la delicadeza, siendo en la mitología griega consideradas como eficientes astrónomas y expertas en artes de la adivinación, soplo mítico que Cheril Linett entrelaza con una connotación más política y más moderna, convocando el zoomorfismo de un animal domesticado para reprimir a los pueblos en estos territorios, desde la conquista española hasta nuestros días.
El manifiesto que escribieron Las Yeguadas latinoamericanas es bastante claro al respecto:
«No seguiremos portando e inscribiendo en nuestras cuerpas ningún tipo de norma o mandato sexual. Por el contrario, decidimos tensionar y estallar en las fisuras de aquellas imposiciones naturalizadas y reproducidas como verdad. Nos rebelamos, escupimos y deformamos el ‘deber ser mujer’ hetero-normada en Chile y Latinoamérica (…) nos transformamos en anímalas no humanas, no mujeres, recogemos lo primitivo, lo mitológico, lo fundante, para aparecer visibles, sujetas públicas, esparciendo el flujo indecoroso por las calles del ombligo de Santiago, bestias lúbricas, marchando, pisoteando decididas el cemento que dirige a los cuerpos productivos” (Linett, 2019).
Si bien este colectivo realiza sus performance una sola vez, las Centáurides han continuado desde diferentes estructuras narrativas confrontando problemáticas sociales y de género en diversos espacios públicos, incluyendo sesiones del Congreso Nacional, abriendo camino para la participación desde el arte en el nuevo movimiento social, lo cual ha costado a sus integrantes caer varias veces presas.
Su performance Orden y Patria,realizada el 31 de octubre de 2019, es un instante de gran altura realizado en el ese espacio público transmutado en los NMS.
Desde el inicio del Estallido social (18 octubre de 2019) los carabineros había respondido con fuerza desmesurada a las manifestaciones y entre las denuncias existían varias que implicaban violaciones en las comiserias a jóvenes detenidas. La conmoción fue grande y la prensa, aunque servil en su mayoría a los intereses del gobierno, no pudo ocultarlas multiplicando el descontento ciudadano.
En este contexto y con la eficiencia que implica un discurso de arte cuyo contenido es de conocimiento colectivo, Las Yeguadas latinoamericanas irrumpieron en el centro de Santiago con 10 coronas fúnebres, cada una con una letra que al ordenarlas se leía Violadores. Las cuerpas de 18 performance se detenían en un espacio específico construyendo una imagen global en la que incorporaban a la institucionalidad al inscribir su discurso en el Monumento de Carabineros de Chile y ante la Primera Comisaría de Santiago.
Su propuesta logró establecer una alianza indisoluble entre el contexto social, la carga afectiva del tiempo en que se inscribían, las condiciones formales del espacio, la memoria histórica de los símbolos policiales implicados, todo ello fecundado por las cuerpas de las ejecutantes, logrando repercutir en el imaginario de quienes lo vivenciaron y de quienes conectaron (y contactan) vía sus registros, estos que aquí compartimos todavía en llamas.

31 octubre de 2019. Monumento Carabineros de Chile.



Fotografía Yeguada © Lorna Remmele
CITAS
Fuster, Joan (2020). Escrits de combat. Ed. Tres i Quatre.
Deleuze, Giles, Guattari, Felix (2008). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Ed. pre textos.
Han, Byung-Chul. (2015). La salvación de lo bello. Ed. Herder.
Satizábal, Carlos. (2018). Polifonía de la presencia y de las escrituras. Ed. Universidad Nacional de Colombia.
Linett. Cheril (10 de diciembre de 2019). Comunicado Yeguada Latinoamericana. Artishock. https://artishockrevista.com/2019/12/10/comunicado-yeguada-latinoamericana/

Pedro Celedón Bañados (Chile, 1956). Doctor en Historia del Arte Contemporáneo, Universidad Complutense de Madrid. Ha sido miembro de Teatro Gusarapos (Madrid), Théâtre du Soleil y Clepsyla Théâtre (Francia). Ha colaborado con Teatro del Silencio y Domo Teatro (Chile). Asesor de Teatrocinema y del Festival internacional de teatro de mujeres, Mestiza Chile (Red Magdalena Projet/Odin Teatret de Dinamarca). Su trabajo ha sido publicado en Chile, Cuba, Bélgica, España, Francia, México, Uruguay.