“Quien esté libre de plumas, que lance la primera botella”

La revuelta de Stonewall, ocurrida en Nueva York, el 28 de junio de 1969, representa uno de los hitos del movimiento por la diversidad sexual en el mundo, ya que dio cabida a la incorporación insurreccional de homosexuales, lesbianas, transgéneros y transexuales contra el sistema capitalista. Sin embargo, y a pesar de que ha transcurrido más de medio siglo de este hecho, millones de LGTBQ+ continúan experimentando diferentes formas de discriminación y siguen siendo tratados como ciudadanos de segunda categoría.

Manifestantes son brutalmente golpeados por la policía en el Greenwich Village de Nueva York, 28 de junio de 1969. Foto Archivo.

Marianela Tovar Núñez

El Stonewall Inn, ubicado en el Greenwich Village, era un bar especialmente vulnerable a las redadas policiales. Era propiedad del gordo Tony, poderoso integrante de la mafia neoyorquina; no tenía licencia para vender licor, se ofrecía todo tipo de drogas, y, lo más grave, era frecuentado por gays, marimachos, travestis y dragas negras y latinas.

Tenía gruesas puertas de roble con una mirilla para inspeccionar a los amenazantes desconocidos. Durante la semana los clientes pagaban un dólar para entrar y tres dólares los fines de semana. Era un lugar infame, no existían las más mínimas medidas higiénicas. No había agua corriente y los vasos usados eran enjuagados una y otra vez en la misma agua sucia; de hecho, el local llegó a ser foco de un brote de hepatitis. Además, el piso del baño estaba frecuentemente empapado con agua sucia. No sorprende que algunos clientes denominaran al bar: “la alcantarilla”.

Aunque era un sitio frecuentado por travestis y lesbianas, la mayoría de sus clientes eran hombres jóvenes que iban al Stonewall a bailar y divertirse, una gran ventaja en el estado de Nueva York, en donde el travestismo estaba criminalizado, se podía considerar una ofensa lasciva que personas del mismo sexo bailaran y había una regulación que penalizaba a los bares por servir alcohol a los homosexuales.

Una redada en el Stonewall

La redada que produjo la famosa revuelta conocida como Stonewall no era la habitual batida policial, pues estas habían disminuido gracias a los pagos hechos por la mafia a la corrupta policía de la Comisaría Sexta. La madrugada del 28 de junio de 1969, la División de Moral Pública, liderada por el inspector Seymore Pine, realizó una redada como parte de la estrategia para atacar a la mafia. Para los clientes del bar, desde hace tiempo víctimas del abuso policial, no podía ser más que otra violenta incursión de la policía; lo confirmaba el hecho de que solo cuatro días antes esa misma unidad había asaltado el mismo local.

La redada del día 28 empezó a la 1:20 de la mañana del sábado. Como era habitual, los empleados del bar fueron empujados a la parte de atrás y los clientes separados en dos grupos: los travestis y transexuales, que tenían que ser examinados en el baño y  el resto, tras mostrar su identificación, podía salir por la puerta de entrada. Sin embargo, esa madrugada la diversa clientela estaba inusualmente inquieta y agresiva. La atmósfera estaba cargada de violencia, había una gran tensión y la rabia acumulada desde hace años iba creciendo entre los presentes.

La policía dejó salir a algunos de los clientes, quienes, en vez de dispersarse, se quedaron observando y esperando a sus acompañantes. Se fue conformando una masa de cerca de un centenar personas. Se encontraban de buen humor y bromeaban con las personas que la policía dejaba salir del bar.

El ambiente festivo cambió cuando llegó la furgoneta de la policía y los empleados del bar y los travestis empezaron a ser empujados violentamente a su interior. Entonces, la multitud empezó a abuchear, golpear y a tirar monedas, latas y botellas al vehículo.

La situación dio un vuelco definitivo cuando una lesbiana masculina que se resistía a la policía fue empujada con brutalidad dentro del furgón. La multitud empezó a gritarle “puercos” a la policía y un puertorriqueño le tiró un adoquín al vehículo, acto que terminó de encender la chispa que provocó la rebelión.

La policía se refugia en el Stonewall

Esta reacción, antes impensable, propició la acción colectiva contra los policías, quienes fueron sobrepasados y se vieron obligados a escudarse –ironías de la vida– dentro del propio bar. Ya se había corrido la voz sobre lo que estaba pasando y había una gran cantidad de personas afuera del bar. La lucha se prolongó, los rebeldes tiraban botellas, piedras y hasta un pote de basura fue lanzado hacia el nuevo refugio policial. Un parquímetro fue desprendido y usado para violentar la gruesa puerta del local. Se oía el grito: ¡somos los Panteras Rosadas!

El sitio duró 45 minutos, justo el tiempo para que llegara la policía de la Comisaría Sexta y justo antes de que los policías acorralados empezaran a disparar y a convertir la revuelta en una masacre. Pero los refuerzos fueron insuficientes, los dos grupos de policías tuvieron que ser consolidados con las fuerzas tácticas (Tactical Patrol Force), especializadas en controlar las protestas contra la guerra en Vietnam. Luego de una hora de contiendas, todo volvió momentáneamente a la calma.

Manifestantes a la salida del Stonewall Inn. Foto Archivo.

Fuera del clóset

Los combates duraron cinco días más y, obviamente, no pueden ser interpretados como una respuesta epiléptica al abuso policial. Esta revuelta estaba intrínsecamente relacionada con el clima político creado por la contracultura, el surgimiento del movimiento por los derechos civiles iniciado por los negros estadounidenses, las protestas contra la guerra en Vietnam y la aparición de una variedad de organizaciones políticas radicales que agrupaban a diferentes sectores de la sociedad, tales como las feministas, las Panteras Negras, las Panteras Marrones, los Young Lords, los Weatherman y el Students for a Democratic Society (SDS), entre tantas otras.

Antes de la rebelión de Stonewall existían organizaciones que luchaban por los derechos de los homosexuales y lesbianas, como la Mattachine Society y Las hijas de Bilitis, pero esta era la primera vez que se producía una respuesta colectiva a la opresión y que se daba inicio al surgimiento de organizaciones con claras tácticas de confrontación y con proyectos políticos de transformación de la sociedad.

Los efectos políticos de la rebelión de Stonewall fueron inmediatos: para fines de julio había sido creado en Nueva York el Gay Liberation Front (GLF)  y en diciembre la Gay Actvists Alliance (GAA); en San Francisco surgió la Society for Individual Rights; asimismo, del GLF salieron algunas células tales como el Transexual and Transvestites (TAT), el Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR), Third World Gay Revolution, el Salsa Soul Sisters y el Jewish Gay Revolutionary Party. Además, aparecieron nuevas publicaciones que encarnaban el espíritu de los tiempos: Gay y Come out! Al terminar el año de 1969, el frente tenía varias ramas en diversas ciudades de Estados Unidos y organizaciones similares habían sido creadas en países como Canadá, Francia, Inglaterra y Alemania Democrática, por mencionar solo algunas. Su crecimiento fue tan rápido que en 1974 se organizó el Primer Congreso Internacional de Derechos de los Gays.

Un año después de la rebelión, el 28 de junio de 1970, el Frente de Liberación Homosexual organizó una marcha desde el Greenwich Village hasta Parque Central, con asistencia de entre 5 mil a 10 mil participantes. La misma semana, grupos de la costa oeste organizaron marchas en Los Ángeles y San Francisco. Desde 1970, los eventos relacionados con la diversidad sexual son efectuados en junio y las marchas del “orgullo” se hacen alrededor del día 28.

La historia de Stonewall está integrada por aspectos significativos que muchas veces se han minimizado, pero que forman el punto determinante de este importante evento. Los protagonistas de esta rebelión, que forma parte sustancial de la historia del movimiento de diversidad sexual en Occidente, no fueron las lesbianas y gays de los sectores medios ni su centro de resistencia fueron las universidades; se originó en los grupos que de primera mano sabían, como lo podían atestiguar los travestis, lesbianas masculinas y los jóvenes gays, lo que era la violencia cotidiana.

Le revuelta de Stonewall fue un punto de no retorno. Desde ese momento en adelante la imagen de los homosexuales, lesbianas, transgénero y transexuales como seres permanentemente enclaustrados, atemorizados, humillados y avergonzados de sí mismos iba a dar paso a la imagen de un colectivo organizado cada vez más consciente de la necesidad de luchar en contra de la opresión.

Las nuevas organizaciones, específicamente las que agrupaban a los homosexuales, comenzaron a adoptar colectivamente el significante gay. Mediante este acto, se desvincularon de la concepción médica patologizante instaurada desde finales del siglo XIX y que había alcanzado su cúspide justo años antes de Stonewall.

La época del homosexual avergonzado que aceptaba el diagnóstico de los psiquiatras y psicoanalistas estadounidenses estaba dando paso a una nueva era en la que los sujetos perseguidos por sus conductas e identidad sexual ya no se veían a sí mismos como enfermos ni como víctimas. La adopción del significante gay sintetiza esta nueva situación.

Antes de la eclosión que caracterizó los últimos años de la década del sesenta, los individuos que practicaban una sexualidad distinta a la heterosexual existían, sobre todo, en el discurso médico y moral. La invisibilidad era una forma de supervivencia y una manera de evitar la persecución legal y social. A partir de ese momento, se defendió la libertad sexual y se abrió el camino para la defensa del derecho a la existencia de individualidades y colectivos que no encajaban e incluso subvertían la norma dominante. Había llegado el tiempo para el nacimiento de un nuevo movimiento político.

En la actualidad, en gran parte del mundo se celebra cada 28 de junio las llamadas marchas del orgullo. En la mayoría de ellas domina el espíritu festivo y su origen combativo se ha desdibujado, a pesar de que 53 años después de Stonewall, millones de lesbianas, gays, transgéneros y transexuales continúan experimentando diferentes formas de violencia y siguen siendo tratados como ciudadanos de segunda categoría.

Marianela Tovar Núñez. Historiadora feminista, editora, docente. Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela (UCV). Jefa del Laboratorio de Historia de la Ciencia y la Tecnología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Profesora en la Escuela de Comunicación Social (UCV). Ha colaborado con numerosos artículos en revistas y libros: “¿Existe una historiografía feminista en Venezuela? (2012)”, “Historias y culturas de la diversidad sexual” (2013), “Apuntes para la construcción de una historia de las mujeres” (2010), “Discurso del capitalismo y el sujeto queer” (2019), “¿Resiliencia o resignación?” (2020), entre otros. Está por publicar La construcción de la masculinidad hegemónica en tiempos de Guzmán Blanco (1870-1884).

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