Clío, Minerva y Prometeo. ¿Qué historia es necesaria para los movimientos antisistémicos actuales?

Aguirre Rojas en Plaza Echaurren, Valparaíso, noviembre de 2019. Foto: LAM.

El presente texto, que permanecía inédito, del reconocido teórico e historiador mexicano Aguirre Rojas, es la versión escrita de “Historia crítica, herramienta para los movimientos antisistémicos”, conferencia impartida a fines de 2019 en la Universidad de Valparaíso. De acuerdo a este autor: «la historia no es, y no ha sido nunca neutra o aséptica, ni ha estado jamás aislada o separada de la sociedad, sino que por el contrario, ella constituye siempre e inevitablemente un verdadero campo de batalla”.

Carlos Antonio Aguirre Rojas

“Para ser, el hombre debe sublevarse,

(…) el pensamiento rebelde no puede,

por lo tanto, prescindir de la memoria”.

Albert Camus, El hombre rebelde, 1951.

Introducción

En una de las varias versiones que existen sobre el mito griego, y luego romano, de Prometeo, este último pide la ayuda de Minerva o Atenea, diosa de la sabiduría, para crear sobre el planeta Tierra a la especie humana, a la que más adelante y robándoselo a los propios dioses, le regalará el fantástico invento del fuego. Lo que más adelante, y en virtud de la furia de Júpiter o Zeus frente a esta creación, y también frente a este regalo robado, le valdrá ser encadenado de manera permanente a una roca del Cáucaso, y sometido eternamente a la tortura de una águila que cada día le carcome y devora el hígado, el que también cada noche se regenera completamente.

De este modo, Prometeo, la encarnación misma de la rebeldía en los tiempos antiguos, se ha aliado en un cierto momento con Minerva, fuente de la sabiduría en general, para entre ambos, dar a luz a los seres humanos, obsequiándoles luego el fuego, haciendo de esta manera posible su progresivo desarrollo dentro de la historia, espacio que como sabemos es gobernado por la musa Clío. Estableciendo así un interesante vínculo entre rebeldía, saber e historia, a partir de esta peculiar alianza de Prometeo, Minerva y Clío, el rebelde encadenado a la roca del Cáucaso inaugura de este modo un largo periplo, que a lo largo de siglos y milenios ha adoptado las más diferentes modalidades, separando o conectando a estas tres dimensiones de la realidad social, para negar o afirmar, ocultar o mostrar, reivindicar o renegar, a alguno o a varios de estos tres elementos mencionados. Con lo cual, las relaciones entre Prometeo, Minerva y Clío no han sido nunca ni sencillas ni estables, redefiniéndose y reconfigurándose constantemente.

Arcesilao. Prometeo, con su corazón picoteado por el águila, 530 aC.
Sandro Botticelli. Minerva y el Centauro (detalle), 1482-83.
Charles Meynier. Clío (detalle), 1798.

Por eso, y en contra de la ingenuamente interesada postura de la actual historiografía positivista, y también del mentiroso discurso de la historia oficial, es importante afirmar clara y contundentemente que la historia no es, y no ha sido nunca neutra o aséptica, ni ha estado jamás aislada o separada de la sociedad, sino que por el contrario, ella constituye siempre e inevitablemente un verdadero campo de batalla, un territorio en disputa por parte de los grupos, sectores y clases sociales diversos, los que la utilizan conscientemente como arma de combate dentro del secular y milenario conflicto social general.[1]

Historia concebida como campo de batalla permanente, que explica lo mismo la consabida frase de que “la historia la escriben los vencedores”, moldeando la memoria de los hechos y la versión de lo acontecido de acuerdo a los intereses de las clases dominantes y de los poderosos, como también el hecho de que las clases y sectores oprimidos y subalternos, construyan y reivindiquen, frente a esa historia y esa memoria oficiales de los dominadores, una contrahistoria popular y una contramemoria subalterna, diferentes y realmente alternativas. Constante oposición entre la historia oficial de los vencedores y la contrahistoria crítica de los vencidos, que sin embargo no es equilibrada ni simétrica, sino más bien desigual y siempre sesgada en favor de la historia y la memoria oficiales.

Memoria e historia socialmente dominantes, que son en general solo crónica oficial y oficiosa de los supuestos “triunfos” de los vencedores, junto a relatos heroizantes y falsamente gloriosos de los personajes de las clases dominantes, o también de las instituciones igualmente dominantes, lo mismo que descripciones aburridas de fechas, hechos, lugares, sucesos y acontecimientos relativos a las gestas y a las supuestas hazañas de esos mencionados triunfos de los efímeros y sucesivos vencedores de la historia. Historia que es deformada, mutilada y pervertida por las clases dominantes, para usarla como arma de su legitimación y como justificación ideológica de su injusto dominio, pero también como claro mecanismo de marginación, invisibilización y hasta negación de las clases populares y de los sectores subalternos, incluidos sus héroes, sus logros, sus victorias y sus conquistas, y más en general, su permanente e insuprimible papel protagónico central dentro de la historia global.

Entonces, y a pesar de que Marx nos recordó sabiamente hace ya ciento setenta años, que la historia no la hacen los individuos sino más bien los pueblos, las sociedades y los colectivos sociales, eso no impide que la historia oficial dominante siga siendo hasta hoy, en pleno siglo XXI, una historia de Presidentes, de caudillos y de falsos “grandes hombres”, repitiendo hasta hoy frases que al analizarse con rigor carecen de sentido, como cuando se afirma que Donald Trump está llevando a Estados Unidos hacia su declive, o que Emmanuel Macron lleva a Francia hacia su colapso, olvidando que estos impresentables presidentes actuales de Estados Unidos y de Francia, son más bien la expresión conspicua, por un lado de la real decadencia hegemónica estadounidense comenzada desde 1968-1973 y desplegada hasta la actualidad, y del otro lado del progresivo eclipse de Francia dentro de Europa, determinado por la creciente hegemonía alemana sobre todo el pequeño continente europeo, que se ha afirmado desde hace ya varias décadas. Aunque, naturalmente, también es cierto que si bien ambos presidentes son expresión más que causa del declive de sus respectivos países, eso no impide que una vez instalados en el poder, ambos gobernantes, con sus torpes acciones y con su estrechez de miras, hayan potenciado y agudizado claramente, el primero la decadencia hegemónica estadounidense, y el segundo el eclipse y ocaso de Francia dentro de Europa y el mundo.

Pero igual sucede cuando se dice que Evo Morales modernizó e hizo crecer de manera importante a la economía boliviana, o que Andrés Manuel López Obrador va a llevar a cabo una magna cuarta transformación de México, olvidando que ambos personajes son sólo los representantes políticos de las burguesías nacionales de Bolivia y de México, respectivamente, y que son estas últimas las que realmente modernizaron a Bolivia en lo económico, o las que ahora intentan impulsar en México un tibio y muy limitado neokeynesianismo económico, y una pálida forma socialdemócrata de gobernar. Sobrevaloración común y muy difundida de los más bien pequeños personajes políticos actuales, que de inmediato nos recuerda las afirmaciones ridiculizadas por Bertolt Brecht, al burlarse de las frases que planteaban que ciertos reyes griegos construyeron Tebas, o que el joven Alejandro Magno conquistó la India, o que Julio César derrotó a los galos.[2]

Frente a lo cual, y deslindándose radicalmente de esta historia oficial, siempre sesgada, mentirosa y parcial, se afirma la historia genuinamente crítica, fundada por Marx y luego cultivada por algunos pocos autores, a veces marxistas y a veces no marxistas, historia crítica que entre sus distintas funciones asume también la de servir como herramienta intelectual de las clases sometidas y explotadas, y por lo tanto, también de los movimientos antisistémicos que organizan e impulsan esas mismas clases y sectores subalternos de la sociedad.

Historia crítica para los movimientos antisistémicos

La historia y la memoria oficiales, promovidas y ampliamente difundidas desde el poder, desde el arriba social, que los diversos Estados imponen a la población a través de las escuelas y las Universidades, y mediante los medios de comunicación masiva, tiene muchos y muy diversos disfraces, encarnándose sucesivamente en distintos avatares. Pues ella abarca lo mismo a la aburrida historia positivista, puramente descriptiva y acumulativa de hechos y sucesos, o intrascendentes o banalizados y reducidos a lo estereotípico y a lo intrascendente, que a las recientes variantes de la desencantada e irracionalista historia postmoderna, que vacía de sentido al devenir humano y que pretende equiparar todas las interpretaciones históricas como igualmente válidas o inválidas, en tanto que no verdaderas, y en tanto que meros “relatos con pretensiones de verdad”. Pero también las historias decoloniales o poscoloniales, las que desde un absurdo y fanático antieurocentrismo, pretenden olvidar las dimensiones universales de la historia, para defender parciales e inexistentes particularismos específicos, que postulan un ridículo pensamiento o filosofía ‘latinoamericanos’, con raíces sólo latinoamericanas, apoyada en autores sólo latinoamericanos, y con fundamentos y conceptos elaborados sólo desde América Latina y para América Latina. Como si la ciencia y el conocimiento tuviesen patria, y como si no hubiese nada que recuperar del pensamiento europeo, y naturalmente también, del pensamiento ruso, chino, indio o africano, entre muchos otros.[3]

Historia decolonial impuesta también desde arriba, ahora por los gobiernos llamados ‘progresistas’ de América Latina, que al igual que en el pasado, sigue siendo la historia escrita por estos efímeros vencedores recientes. Una pobre y limitada interpretación histórica, que ahora agita los espantajos de la “colonialidad del poder”, del “colonialismo cultural o intelectual”, del “colonialismo o neocolonialismo económico” y también del “eurocentrismo”, para mejor ocultar e ignorar la muy cruda y real lucha de clases interna de cada nación latinoamericana, y el dominio claro de las burguesías nacionales respectivas que todos esos gobiernos “progresistas” representaron y continúan representando hasta el día de hoy.[4]

Avatares diversos de la historia oficial dominante, siempre legitimadora de sus respectivos gobiernos, que se enfrenta a la genuina historia crítica, a la que Marx definió y explicó en el capítulo I de La ideología alemana, bautizándola como ‘la concepción materialista de la historia’. Concepción materialista y crítica de los hechos históricos, que no solo se opone a toda filosofía de la historia (incluyendo a las actuales filosofías posmodernas y poscoloniales de la historia recién referidas), y a toda historia empirista o “colección de hechos muertos”, como la actual historia positivista, sino que se afirma en positivo como una historia interpretativa más que descriptiva, materialista y no solo de los discursos o las ideas de los protagonistas históricos, atenta siempre a los factores y fundamentos económicos de los procesos sociales humanos y también profundamente dialéctica, y por ende, capaz de revelar las contradicciones de todo proceso histórico, resaltando el “lado malo” de la historia, y la eterna caducidad y mutación de toda configuración histórica posible.

Una historia de altos vuelos y de grandes miras, que abarca desde la más antigua “prehistoria” humana hasta el más actual presente, y que comprende dentro de sus territorios a todo hecho humano e histórico posible (a “toda huella humana en el tiempo”, como lo afirma Marc Bloch), que lleva a Marx a afirmar la osada tesis de que la única ciencia que existe es la ciencia de la historia.[5]

Carlos Antonio Aguirre Rojas. Antimanual del buen rebelde. Guía de la contrapolítica para subalternos anticapitalistas y antisistémicos. Santiago, Quimantú, 2015.
Carlos Antonio Aguirre Rojas. Antimanual del mal historiador (o cómo hacer hoy una buena historia crítica). Caracas, CNH, 2008.
Carlos Antonio Aguirre Rojas. Microhistoria italiana. Modo de empleo. Caracas, CNH, 2009.

Historia crítica de amplios horizontes, que entre muchas otras cosas, nos permite diagnosticar y explicar el presente de un modo novedoso y original, al analizarlo siempre con una mayor densidad temporal y desde perspectivas más globales, es decir, desde la braudeliana visión de los múltiples tiempos históricos y desde la larga duración, y también desde el punto de vista de la totalidad, explicitado y reivindicado siempre por Carlos Marx.[6]

Visión globalizante y densa temporalmente, que por ejemplo nos permite interpretar de modo crítico y diferente al actual gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador. Pues si resituamos la acción de este gobierno dentro de coordenadas temporales más vastas, podremos primero conectarlo a la entera biografía de López Obrador, y luego y más allá, a las tendencias ideológicas que alimentan su pensamiento y que son anteriores al propio nacimiento de este personaje. Entonces, podemos recordar que él fue en su origen tan sólo un miembro más del PRI tabasqueño, asimilando en ese corrupto Partido la turbia cultura priista y las también corruptas prácticas que la acompañan, cultura y prácticas que López Obrador ha aprendido, cultivado, mantenido y ejercitado a lo largo de toda su vida y hasta hoy, independientemente de los Partidos en los que haya militado después.

Y cabe recordar que Obrador no ha sido nunca un militante de izquierda, sino más bien un simple liberal burgués tenuemente progresista, que tanto dentro del PRI, como luego en el PRD y hoy en MORENA, lo que ha cultivado y defendido siempre son las posiciones del nacionalismo burgués, doctrina que en México nació a partir de la Revolución Mexicana de 1910 como clara expresión político-intelectual de los intereses económicos y sociales de la burguesía nacional mexicana, la que siempre ha estado en conflicto con la burguesía trasnacional mexicana, y con su permanente aliado que es el capital internacional. Nacionalismo burgués que es siempre estatista y prokeynesiano en lo económico, y paternalista y socialdemócrata en lo político, que es una doctrina que de distintas maneras está presente también en todos los países de América Latina, e incluso de todo el llamado “tercer mundo” o periferia global del sistema capitalista mundial, como bien nos lo ha explicado Immanuel Wallerstein en varios de sus principales textos.[7]

Y si la historia crítica se caracteriza por esta mayor densidad temporal de sus análisis, y por asumir siempre el punto de vista de la totalidad, su dimensión crítica deriva también, como lo plantea Marx, del hecho de que ella avanza todo el tiempo a contracorriente de los discursos dominantes, pasando ‘el cepillo de la historia a contrapelo de los hechos históricos’, como lo afirma agudamente Walter Benjamin. Lo que entre muchas otras implicaciones, conlleva también la circunstancia de que ella se construye desde los olvidos, los silencios y los lapsus de la historia y de la memoria oficiales dominantes, haciendo emerger así, a los sujetos sociales marginados o hasta invisibilizados, o a los problemas y temas ignorados, o a los hechos, sucesos y procesos silenciados y omitidos, es decir, a los múltiples y muy vivos pasados vencidos que conforman a la espesa trama de la historia, más allá de su falsa, parcial y epidérmica versión establecida y defendida por los vencedores.

Ocultamiento, olvido y omisión de ciertos sujetos sociales y de determinados temas, acontecimientos y procesos específicos, que borra todos aquellos pasados incómodos que no se ajustan a la falsamente gloriosa visión de los vencedores, reacomodando los hechos y reconstruyendo los procesos estudiados en función de justificar que el pasado vencedor era el único pasado existente, y el único futuro posible, condenado fatalmente a imponerse y a vencer dentro del drama histórico en el cual se ha afirmado y desplegado. Por eso dice sabiamente Federico Engels que, “la burguesía convierte todo en mercancía, y por ende también, la escritura de la historia. Forma parte de su ser, de su condición para la existencia, falsificar todos los bienes: también falsificó la escritura de la historia. Y la historiografía mejor pagada es la mejor falsificada para los propósitos de la burguesía”.[8]

Historia falsificada en beneficio de la burguesía, que se ejemplifica claramente, en cuanto a esos olvidos y omisiones estratégicos de los pasados vencidos, con el caso de la total invisibilización general de los pueblos indígenas que habitan en nuestro país, y particularmente, de su rol protagónico central en la construcción de la historia de México, situación que se repite también en otras naciones latinoamericanas. Rol protagónico central que abarca desde la realidad de que esos pueblos indígenas de México son los fundadores originarios de la civilización en todos los territorios de lo que hoy se llama México, hasta el hecho de que en el presente siguen siendo la población indígena más grande de todo el continente americano, en términos absolutos aunque no relativos.

Presencia protagónica y masiva de los indígenas hoy mexicanos, que no se registra nunca en la historia y en la memoria oficiales, las que siguen repitiendo hasta hoy el mito mentiroso y absurdo de que ‘dos mil bravos españoles’ sometieron y dominaron en menos de tres años a millones de indígenas del centro, norte y sur de México. Y esto, cuando ya es sabido que Hernán Cortés y esos dos mil españoles que lo acompañaban, sólo pudieron vencer a los Aztecas gracias al apoyo de la alianza anti-azteca de otros pueblos indígenas del centro de México, y que la conquista del actual norte de México quedó siempre inconclusa hasta 1810, mientras que el dominio del sur fue siempre precario e irregular, quebrándose y reinstaurándose constantemente durante los tres siglos de la historia colonial mexicana.[9]

Walter Benjamin
Carlos Marx
Marc Bloch

Ignorancia consciente y estratégica del papel central de los indios en la historia de México, que olvida escandalosamente que en 1810 ellos eran todavía el cincuenta por ciento de la totalidad de la población mexicana, y en 1910, el treinta y cinco por ciento de la misma, e incluso que hoy son aún alrededor del veinte por ciento, lo que a fortiori significa que ellos fueron un actor fundamental tanto de la Revolución de Independencia, como también de la Revolución Mexicana de 1910, y que siguen siendo hoy un protagonista crucial del complejo y complicado México actual. Actor fundamental que volvió a hacerse presente, ahora en escala no solo nacional sino incluso mundial, el primero de enero de 1994, con la digna insurrección neozapatista, la que no solo hizo pedazos la mencionada invisibilización general de los pueblos indígenas dentro de nuestra historia, sino que también constituyó a dicho actor indígena en el movimiento social más avanzado de México, e incluso tal vez de toda América Latina, y hasta de todo el planeta.[10]

También, si nos distanciamos de la historia oficial y asumimos las perspectivas de la historia crítica, útil a los movimientos antisistémicos actuales, cambian las periodizaciones históricas, igual que los héroes venerados de nuestro panteón del pasado, junto a los énfasis o acentos sobre determinados hechos o procesos históricos, y a las visiones o explicaciones que elaboramos de esos mismos sucesos y evoluciones globales bajo estudio. Pues como lo recordó Walter Benjamin, para el materialista histórico educado en las lecciones de Marx, el progreso no se aparece como suma de excelsos triunfos, logros y conquistas, sino más bien como una inmensa acumulación de ruinas, en virtud de que lo que debemos descubrir en cada gran producto intelectual humano, no es sólo su condición como documento de cultura, que también existe, sino también y sobre todo, como un documento de barbarie, desde el hecho de resaltar en primer plano no al pasado vencedor y dominante, sino por el contrario, a los múltiples pasados sometidos, vencidos y reprimidos por el primero.[11]

Visión crítica, radicalmente diferente y alternativa, de los mismos procesos, sucesos y hechos históricos, que a la historia y la memoria oficiales opone una verdadera contrahistoria y una contramemoria o memoria popular, en la lógica en que lo ha planteado Michel Foucault, en su Curso sobre “La genealogía del racismo”, cuando afirma que, “…la contrahistoria (…) será el discurso de los que no poseen la gloria, o de los que –habiéndola perdido—, se encuentran ahora en la oscuridad y en el silencio”. Es decir, una historia y una memoria que no se miran ni se construyen desde el “arriba” social de los explotadores, los dominadores y los poderosos, sino desde el “abajo” social de los explotados, los dominados y los subalternos sociales, como lo reivindican los dignos indígenas neozapatistas mexicanos.

Historia vista “desde abajo” para la cual, por ejemplo, la Revolución Mexicana de 1910 no es un gran hito modernizador de México, ni una heroica gesta maravillosa y triunfadora, sino más bien una magna revolución campesina que fue derrotada, y que en virtud de esa derrota quedó en cierto sentido como un proceso abierto e inconcluso hasta el día de hoy, dejando pendientes las demandas principales de los villistas, los zapatistas y los magonistas, es decir, de los movimientos realmente radicales y revolucionarios, desarrollados por los grupos y clases subalternos de nuestro país. Enorme revolución campesina y popular cuya magnitud fue tal, que aun cuando fue vencida, le inoculó tal grado de miedo a las clases poderosas y dominantes mexicanas, que las obligó a hacer algunas importantes concesiones sociales a los subalternos mexicanos. Lo que generó, por ejemplo, una potente reforma agraria, que alcanza su clímax en el cardenismo, pero también una Universidad laica y gratuita abierta realmente a los sectores populares, y por ello, precozmente masiva, pluriclasista y conformada como un real y verdadero mecanismo de movilidad social ascendente. O también un vasto sistema de salud pública y de seguridad social, junto a derechos sociales importantes de los trabajadores, y hasta la apertura del espacio de la cultura, para la contundente irrupción en su seno, de la rica, creativa y diversa cultura popular subalterna.[12]

Diversa evaluación de la Revolución Mexicana, que implica también, por ejemplo, que el cardenismo no sea concebido como el ‘magnífico gobierno nacionalista y populista del siglo XX mexicano’, sino más bien como el punto del auge y al mismo tiempo el cierre o clausura de ese proceso de concesiones importantes impuestas a las clases dominantes por las clases populares. Proceso complejo y contradictorio, que junto a la vasta Reforma Agraria cardenista, despliega también la corporativización de todos los movimientos sociales principales, incluidos el movimiento obrero y el movimiento campesino, pero también los movimientos urbanos, territoriales y populares de todo tipo, corporativización claramente encaminada a establecer un mayor control orgánico y completo del Estado mexicano sobre dichos movimientos sociales. Férreo control de los sectores subalternos construido por el cardenismo, que representa al mismo tiempo el clímax del nacionalismo burgués, expresión intelectual de los intereses de la burguesía nacional mexicana que ya hemos evocado antes. Lo que no es incompatible con ciertos gestos puramente retóricos, como el de declarar que la educación impartida por el Estado era una “educación socialista”, lo que en los hechos no era verdad, ni con el acto de la expropiación petrolera de 1938, cuyos beneficiarios principales fueron la burguesía nacional mexicana y su Estado, y no, para nada, las clases subalternas populares de nuestro país.

Una historia muy otra del largo siglo XX mexicano, en donde 1968 no es solo la tragedia del 2 de octubre de ese mismo año, ni la locura autoritaria del nefasto Gustavo Díaz Ordaz, sino un complejo proceso que en México, igual que en todo el planeta Tierra, combina una trágica y brutal derrota política con una inmensa victoria cultural, cuyos efectos e impactos están todavía vigentes y en curso. Pues 1968 modificó radicalmente y para bien, los usos y costumbres de toda la sociedad mexicana, gestando por ejemplo al moderno feminismo, cada día más inteligentemente radical, que entiende, como postulan las compañeras neozapatistas, que el enemigo de la mujer no es el hombre, sino el sistema capitalista patriarcal. Y también fue la revolución cultural mundial de 1968, la que en el mundo y en México, transformó la antigua educación autoritaria y monológica, en una nueva educación incipientemente dialógica y más inclusiva de los saberes y del protagonismo del colectivo estudiantil. E igualmente fue ese acontecimiento-ruptura de 1968, el que modifico de raíz la célula familiar, en donde hoy se defienden los derechos de los niños frente a los adultos, y los de las mujeres frente a los varones, cuestionando las antiguas jerarquías, tradiciones y hasta los roles mismos de los diferentes miembros de esa célula familiar.[13]

Visión desde abajo de la historia de México, que puede alimentar y potenciar a los movimientos antisistémicos actuales, para la cual el primero de enero de 1994 es una fecha decisiva y fundamental, mucho más importante que la de los fraudes electorales de 1988 y 2006, y que las de las elecciones de 1994, 2012, o 2018. Porque es la irrupción y luego la acción radical y rebelde del neozapatismo mexicano, la que fue la verdadera causa central del fin de las siete décadas de continuos gobiernos priistas, pero también de la crisis terminal que hoy viven todos los partidos políticos, sin excepción alguna, e incluso toda la corrupta clase política mexicana en su entera totalidad. Pues después de 1994, los mexicanos creen cada día menos en los políticos y en la política misma, como posible mecanismo de solución real a sus demandas principales, lo que se ha confirmado antes bajo los gobiernos priistas y panistas, y hoy, una vez más, bajo el fallido y oscuro gobierno de MORENA y de Andrés Manuel López Obrador.

Porque cada día es más evidente que no basta un simple cambio de Presidente, e incluso un cambio de Partido, para detener los feminicidios que hacen de México el líder mundial de este flagelo, entre todos los países en donde no existe una guerra declarada. Ni tampoco para parar la marea migratoria, tanto mexicana como latinoamericana, que sigue fluyendo indeteniblemente hacia Estados Unidos. Lo mismo que para reducir la violencia social floreciente derivada del narcotráfico, o la situación alarmante de que los salarios mexicanos son los más bajos de toda América Latina, y están entre los más bajos de todo el planeta. Procesos complejos y estructurales, entre otros varios, que son los que realmente preocupan a la inmensa mayoría de la población mexicana, y sobre los cuales el actual gobierno de la ridículamente pomposa “cuarta transformación” no tiene nada que decir, y mucho menos que ofrecer, como alternativa de real solución.[14]

Por eso, el gobierno mexicano actual sencillamente ignora el agudo problema del feminicidio, banalizándolo entre bromas y acusaciones de que los “conservadores” se aprovechan de él en su contra, al mismo tiempo en que envía a la Guardia Nacional a contener y reprimir, hoy a los migrantes centroamericanos y latinoamericanos, y mañana, a los migrantes mexicanos y a los movimientos realmente antisistémicos de nuestro país. Simultáneamente, este gobierno ha dado ya carta de impunidad a los grupos del narcotráfico, al afirmar que no hará nunca una “cacería de brujas” contra ningún grupo del pasado, y al decir que la tarea del Estado mexicano no es perseguir a los criminales, sino más bien garantizar la seguridad y la paz pública (lo que tampoco hace), lo que instaura un claro pacto de no agresión mutua entre el Estado y los narcotraficantes.[15] Finalmente, y a pesar del cosmético y raquítico aumento de un dólar al día, los salarios mexicanos continúan siendo los más bajos de toda América Latina y de los más bajos de todo el mundo.

De este modo, la historia crítica o contrahistoria, que mira el mundo “hacia y desde abajo, y hacia y desde la izquierda”,[16] como lo plantean los sabios compañeros neozapatistas, y también los movimientos antisistémicos en general, es una historia que detecta permanentemente el “lado malo de los hechos históricos” del que hablaba Hegel, lado malo que nos recuerda la inevitable caducidad de cualquier realidad o estructura histórica humana, pero también, el ineludible nacimiento de formas siempre nuevas y diferentes dentro de la historia. Compleja dialéctica de disolución y gestación de las distintas sociedades humanas, que al apuntar siempre hacia el futuro, termina por darle la razón al rebelde Prometeo, el que no en vano se apoyó en la sabiduría de Minerva, para crear el espacio que Clío ha gobernado desde entonces y hasta ahora.

Porque mirando el presente desde el futuro, resulta claro que son los rebeldes sociales actuales los que representan el germen y el proyecto de ese mismo futuro, y por eso, no sólo son invencibles en el mediano y en el largo plazo, sino también indestructibles en nuestro más actual presente. Pues como nos recordó sabiamente Marx en alguna ocasión, sin trabajo no hay capital y sin dominados ni sometidos, no existen ni pueden existir, ni los dominadores ni los poderosos. En cambio, el trabajo, y los dominados y los sometidos, pueden tranquilamente vivir y convivir de modo libre, emancipado y fraterno, cuando ya hayan sido eliminados el capital, los dominadores y los poderosos actuales. Por eso, entre otras razones importantes, Prometeo será finalmente liberado, para entonces poder gozar en libertad de unos vínculos con Minerva y con Clío, que también serán diferentes de los vínculos pasados, y seguramente, mucho más libres y mucho más felices.

Mujeres fusileras en la Revolución Mexicana (1910-1917?)
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Activo desde 1994.
Plaza de Tlatelolco, 2 de octubre de 1968, antes de la masacre.

Notas

[1] Walter Benjamin ha desarrollado brillantemente esta idea, de la historia concebida como campo de batalla, en su agudo y profundo texto Sobre el Concepto de Historia, incluido en Walter Benjamin, Tesis sobre la Historia y otros fragmentos, Ed. Contrahistorias, México, 2005. Allí dice Benjamin, en su Tesis VI, “El peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma… tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence” (p. 20), para en la Tesis VII enfatizar: “¿Con quién empatiza el historiador historicista? La respuesta resulta inevitable: con el vencedor. Y quienes dominan en cada caso, son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez” (p. 21). Sobre este luminoso texto de Benjamin, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Walter Benjamin y las lecciones de una historia a contrapelo”, en Retratos para la historia, Ed. Prohistoria, Rosario, Argentina, 2015.

[2] Nos referimos al conocido poema, “Preguntas de un obrero que lee”, en Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1968.

[3] Para una aguda crítica de estas distintas variantes de la historia oficial promovida desde el poder, cfr. Carlo Ginzburg, Mitos, Emblemas, Indicios, Ed. Gedisa, Barcelona, 1986, Tentativas, Ed. Universidad Michoacana, Morelia, 2003, El hilo y las huellas. Verdadero, falso, ficticio, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006, y Relaciones de fuerza. Historia, Retórica, Prueba, Ed. Contrahistorias, México, 2018. Cfr. también Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del mal historiador, 20a. edición, Ed. Quimantú, Santiago de Chile, 2017, y La historiografía del siglo XX, Ed. Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, La Habana, 2011.

[4] Para la caracterización de estos gobiernos progresistas como representantes de sus respectivas burguesías nacionales, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del buen rebelde, Ed. El Viejo Topo, Barcelona, 7a. edición, 2015, y América Latina en la encrucijada, Ed. Contrahistorias, México, 2009.

[5] Sobre esta osada tesis, y más en general sobre la concepción de Marx de lo que es la historia crítica, cfr. Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Ed. Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1973. Véase también, Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Carlos Marx y el aporte todavía vigente del marxismo para las ciencias sociales del siglo XXI”, en el libro Retratos para la historia, antes ya citado.

[6] Sobre estos horizontes de la larga duración y de la totalidad, cfr. Fernand Braudel, “Historia y Ciencias Sociales. La larga duración”, en Escritos sobre Historia, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1991, y Carlos Marx, “El método de la economía política”, en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Grundrisse, tomo I, Ed. Siglo XXI, México, 1971. Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, Fernand Braudel y las ciencias humanas, Ed. Desde Abajo, Bogotá, 2017, y “Entre Marx y Braudel: hacer la historia, saber la historia”, en Cuadernos Políticos, núm. 48, octubre-diciembre de 1986.

[7] Sobre esta tesis, cfr. Immanuel Wallerstein, Geopolítica y Geocultura, Ed. Kairos, Barcelona, 2007, Después del liberalismo, Ed. Siglo XXI, México, 1996, Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos, Ed. Akal, Madrid, 2004, e Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos, Ed. Contrahistorias, México, 2008. Cfr. también, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Immanuel Wallerstein. Crítica del sistema-mundo capitalista, Ed. Lom, Santiago de Chile, 2004, y “México en el largo siglo XX histórico. Pistas wallerstinianas para su reinterpretación”, en Contrahistorias, núm. 33, 2020.

[8] Cfr. Federico Engels, “Notas para la ‘historia de Irlanda’”, en Carlos Marx y Federico Engels, Imperio y Colonia. Escritos sobre Irlanda, Ed. Pasado y Presente, México, 1979.

[9] Sobre esta ridícula historia de la conquista española, y sobre todas sus lagunas y mentiras, cfr. Enrique Semo, La Conquista. Catástrofe de los pueblos originarios, 2 tomos, Ed. Siglo XXI, México, 2019.

[10] Sobre la relevancia, el impacto y el significado estrictamente mundiales del neozapatismo mexicano, cfr. Immanuel Wallerstein, “Cuatro acercamientos al neozapatismo mexicano”, capítulo V de su libro Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos, antes ya citado, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, Mandar obedeciendo. Las lecciones políticas del neozapatismo mexicano, 14ª edición, Ed. Contrahistorias, México, 2018, y La tierna furia. Nuevos ensayos sobre el neozapatismo mexicano, Ed. Contrahistorias, México, 2019.

[11] Podemos decir que toda la obra de Walter Benjamin es, desde este punto de vista, una vasta serie de ejercicios de aplicación de esta visión materialista y crítica de la historia, a los temas del teatro, de la pintura, de la fotografía, del arte, del barroco, de la cultura, etc., y naturalmente también de la propia disciplina histórica. Sobre este punto, cfr. Bolívar Echeverría, Siete aproximaciones a Walter Benjamin, Ed. Desde Abajo, Bogotá, 2010, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Las lecciones de Walter Benjamin sobre el presente y el futuro del arte”, en Lecciones de teoría crítica, Ed. Desde Abajo, Bogotá, 2019.

[12] Sobre este punto, cfr., Carlos Monsiváis, “La aparición del subsuelo. Sobre la cultura de la Revolución Mexicana”, en Historias, núms. 8-9, enero-junio de 1985, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, Contrahistoria de la Revolución Mexicana, 2ª edición, Editorial Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, 2011.

[13]Sobre la significación y los enormes impactos de esta Revolución Cultural Mundial de 1968, véase el libro colectivo, que incluye ensayos de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein, François Dosse y Carlos Antonio Aguirre Rojas, La Revolución Cultural Mundial de 1968, Ed. Desde Abajo, Bogotá, 2018.

[14] Sobre esta compleja situación actual de México, solo a título de ejemplo, véase la nota “Amnistía Internacional: las violaciones a derechos al nivel de los sexenios anteriores”, en La Jornada, 27 de febrero de 2020, J. Jesús Esquivel, «Confirmado: México es el mejor agente migratorio de EU», en Proceso, núm. 2249, 8 de diciembre de 2019, e Isaín Mandujano, «Condena unánime: la peor cara de México en materia migratoria», en Proceso, núm. 2256, 26 de enero de 2020. Véase también Subcomandante Insurgente Moisés, “Palabras del CCRI-CG del EZLN en el 26 Aniversario”, en Enlace Zapatista, en http://www.ezln.org.mx, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Noticias desde México. Entrevista a Carlos Antonio Aguirre Rojas”, en la revista El Viejo Topo, núm. 375, Barcelona, abril de 2019.

[15] Sobre esta especie de pacto implícito de no agresión entre el gobierno de López Obrador y los cárteles del narcotráfico mexicanos, cfr. Patricia Dávila, «El de Sinaloa, un Cártel aún sólido», en Proceso, núm. 2243, del 27 de octubre de 2019, y J. Jesús Esquivel, «‘El Mayo’ es el capo de capos, según la DEA», en Proceso, núm. 2256, 26 de enero de 2020. En ambos textos, se muestra como la captura y el juicio de Joaquín Guzmán Loera no ha sido más que un hecho puramente anecdótico, que para nada ha afectado el papel y las actividades del que aún sigue siendo el Cártel más poderoso y más grande del planeta, el Cártel de Sinaloa.

[16] Sobre este punto, cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Durito y una de miradas y herencias”, en la revista Rebeldía, núm. 37, noviembre de 2005, “Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa”, en Rebeldía, núm. 43, junio de 2006, y “VI. Las miradas”, en el libro Ellos y nosotros, Ed. Equipo de Apoyo de la Comisión VI del EZLN, México, 2013, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La mirada neozapatista: mirar (hacia y desde) abajo y a la izquierda”, en Rebeldía, núm. 68, diciembre de 2009 – enero de 2010.


Carlos Antonio Aguirre Rojas (México, 1955). Es un reconocido científico social, teórico e investigador. Doctor en Economía por la UNAM y posdoctorado en Historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Autor de numerosos libros, artículos y compilaciones, publicados en México, Chile, Guatemala, Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Brasil, China, Italia, Francia, Alemania, Rusia, España, Hungría y traducidos a más de diez idiomas, entre los cuales destacan: Antimanual del mal historiador (2008), La escuela de los Annales. Ayer, hoy, mañana (2006), Microhistoria italiana. Modo de empleo (2009), De Carlos Marx a Immanuel Wallerstein, nueve ensayos de historiografía contemporánea (2010), Antimanual del buen rebelde (2015). El artículo que incluimos, será próximamente parte de un libro colectivo de la editorial chilena Cuadernos de Sofía.

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