Cristóbal Gaete: «Es mucho más difícil para mí hablar de lo que sé, que hablar de lo que voy descubriendo»

Cristóbal Gaete © Mia Maurer.

Cristóbal Gaete (Quillota, 1983) tiene a su haber una larga trayectoria en el periodismo cultural y la enseñanza, lo que le ha posibilitado, entre otras actividades, la divulgación literaria y la formación como tallerista de generaciones de escritores/as de la región de Valparaíso. A su vez, ha consolidado su carrera de escritor con una sólida obra, que ha obtenido diversos e importantes reconocimientos. Y, por lo pronto, ha sido galardonado con el más reciente Premio Municipal de Literatura de Valparaíso a la trayectoria. En la presente entrevista, Gaete nos pone al tanto de estas múltiples realidades que ha ido construyendo en su día a día, las que serían, por lo visto, partes de una misma pulsión creativa.

Mia Maurer


Camino al cementerio 3 de Playa Ancha, voy pensando que Cristóbal Gaete es un escritor que busca. Por eso cuando lo primero que quiere mostrarme al llegar es la tumba de Martín Busca, sonrío hacia mis adentros. Lo observo recorrer con entusiasmo ese pequeño refugio cubierto de placas, flores frescas y flores falsas. Sus ojos se mueven de acá para allá, inquietos y a ratos inseguros, aunque sepan donde doblar y en qué detenerse. Se detienen en las tumbas de los niños sobre la tierra desnivelada, tumbas como cunas, adornadas con peluches deslavados por el tiempo. Y en la tumba de Emile Dubois se emocionan. Tal vez porque Gaete es un escritor que duda. Y que también cree. La duda y la fe en alternancia, igual que sus ojos. Frente a la supuesta tumba de Carlos León y la del Negro Farías, aprendo que otro de sus verbos principales es recordar. Caminamos bajo el sol de mediodía por los cuarteles cuerpos hasta que llegamos a una fuente sin agua y nos sentamos. Cristóbal Gaete me responde, aunque -y esto lo sé de antes- sé que prefiere preguntar.


El otro día subiste a Instagram que habías cambiado tu estante de libros a uno más grande. Encontré simbólico que justo después te hayas ganado el premio municipal de literatura en la categoría trayectoria. ¿Sientes que te mereces el premio? ¿Cuál es tu opinión de los premios en general?

Yo creo que achiqué la casa más que agrandar el mueble. Me siento muy bien. Me ha ayudado a recibir el cariño de mucha gente. Pensando en qué opino de los premios, la vez anterior que gané uno importante, el municipal de Santiago, y creo que no lo disfruté mucho. Mi manera de ser me impidió celebrar, pero cambiaron varias situaciones gracias a ese premio. Entonces ahora estoy con más disposición a disfrutarlo. Estoy más viejo. Me di cuenta que es super difícil ganar un premio. Y sí, pienso que me lo merezco, pero también hay determinadas reglas del juego que podrían haber hecho ganador justamente a otra persona. La postulación la hice porque un amigo me obligó casi, pero imprimir y ver el curriculum me hizo pensar que efectivamente me lo merecía a pesar de que mi lugar en las letras nacionales es absolutamente marginal. No, no marginal no. Lateral.

Estuve leyendo unas entrevistas tuyas y me llamó la atención que ocupas mucho el verbo devorar. Por ejemplo, a propósito del paso del tiempo y de tu obra, decías que te va pareciendo ajena, que cada libro va devorando al anterior.

Lo que pasa es que cuando estaba escribiendo Barrio, que es el inédito de Apuntes al margen, me di cuenta que estaba corrigiendo cosas, pero no a nivel estilístico si no a nivel moral. Eso me llamó la atención y pensaba que los escritores/as que me resultan modelos contundentes para mi escritura no son tanto modelos en cuanto a temas o realidades que cubren, si no que pareciera que están afinando su herramienta. Entonces no es tanto que se devoren, si no que se yuxtaponen. Por eso es tan extraño el tema antológico, que siempre me ha parecido una lectura antinatural, uno dice, qué ganas de haber leído estos poemas espaciadamente. Entonces en ese intersticio espacial que muchas veces se trastoca por las velocidades de los libros, se genera eso. Yo entremedio estoy tratando de recrearme, porque no encuentro la capacidad de absorción de tanta realidad como cuando uno es más joven o niño. No modifico mis temas o pulsiones, pero sí modifico mi estilo.

¿Pero te vas devorando a ti mismo?

Aunque a veces pueda ser un error, sí.

Porque no es comer, si no devorar. Me parece que hay una cierta urgencia.

Claro y puede ser que ni siquiera sea un progreso, cachai. Puede ser una involución incluso. Pero estoy buscando una cosa esencial que voy a seguir buscando toda mi vida.

¿Eres el peor crítico de ti mismo?

El peor, lejos el peor. Soy severo conmigo mismo, pero creo que también está bien. No me imagino ese otro lugar, diciendo qué inteligente soy, qué bien escribo. No, no pasa nada.

¿Crees que entrar en un libro es salir del mundo?

Yo por lo menos salgo del mundo. Cuando un libro me toma, me agarra, me saca de la realidad y eso me parece super interesante, la suspensión del tiempo. En el fondo, ya que estamos en un cementerio, la relación con el tiempo es inevitable. Leer o escribir, o sea, ¿qué otras cosas suspenden el tiempo realmente?

Los besos. La música.

Yo estaba pensando en momentos del deporte. Pero al final no es tanto y no toda la gente se vincula a ello, pero claro esa suspensión del tiempo me parece interesante. Pero pensando en esa idea anterior de devorar, creo que siempre uno está tratando de encontrar, pero no necesariamente encontrando. Por ejemplo, a los 20 años, te quedan todos los clásicos por leer y ahora cada vez cuesta más encontrar ese momento de suspensión. Probablemente porque uno convirtió una pasión en su trabajo. Y hay algo errático ahí. Como de no poder complementar estos mundos. Entonces al no hacerlo por gusto hay algo que se extravía. Pero igual todavía un libro me sacude, me saca totalmente del mundo y sacude mi forma de escribir o sentir o pensar. Ese momento vale la pena para que uno esté esperando un libro uno o dos años.

Motel Ciudad Negra me generó un efecto de mareo, de vaivén, y aparte de ser cinematográfico me parece que se genera una atmósfera muy sensorial, donde el sentido más presente es la mirada. Encontré fijación en eso, “ojos que parecen heridas de finos cuchillos”; “cortarse los párpados para registrarlo todo”. ¿Describirías así tu mirada?

Creo que es el sentido que más nos predomina culturalmente en esta época, entonces la relación visual es todo, pero aun así traté mucho de conectar con el olfato en ese libro, aunque no fueran potencias similares. Una, porque tengo una obsesión real con los olores. Los siento con mayor intensidad que la mayoría de la gente, lo cual tiene lógica porque soy una especie de topo con los ojos. Entonces traté de luchar con eso pero sí, sin duda es la mirada.

¿Cómo describirías tu mirada en tu escritura?

Mi mirada es muy… a ver… es una buena pregunta, voy a tener que pensar un poco. Yo creo que mi mirada está estructurada hacia un horizonte bajo. Siempre ando mirando hacia el frente y no hacia arriba. Me he dado cuenta porque mi conocimiento de la realidad está dado a ese, estoy atento a ese nivel, entonces mi mirada guarda una especificidad importante. Por otro lado, habiendo trabajado harto tiempo en el mercado creo que mi mirada periférica también es loca. Siempre estoy ahí pero mirando hacia los lados, tengo una observación amplia, pero no amplia hacia arriba sino hacia los lados o hacia adelante, esa es la forma en que miro el mundo. Mis crónicas también dan cuenta de eso, de cosas que están pasando al frente. Mi manera de acercarme a la realidad tiene que ver con esas huellas textuales que están frente mío y las huellas de realidad que están ahí.

Otra cosa que me llamó la atención es la presencia del mar, o la orilla del mar más bien, las olas, porque como dices, el horizonte no existe. ¿Cómo es tu relación con el mar?

Yo no soy alguien nacido en Valparaíso. Y la relación de los habitantes de esta ciudad con el mar si te fijas es Portales, Torpederas. Lo demás es observación. Es alguien que igual siempre está ahí y te hace sentir su fuerza. Qué más cómico o feliz que estés pasando por la avenida España y que la cuestión sacuda todo. Pero no es tanta la gente que realmente está o se meta en el agua en Valpo. Muy acorde a una ciudad puerto. No es una crítica la que hago en caso alguno. Yo creo que el puerto es un gran lugar para dar dignidad a los trabajadores de la ciudad, pero no es un lugar integrado el mar. Y ese lugar, de verlo desde distintos ángulos, como ahora mismo, te permite colocarte en tu lugar. No te permite que el ego se te escape hacia arriba. El océano es todo y sé que me costaría mucho vivir sin él. Creo que hay una conexión mía con el mar, con su existencia, visión, con la tranquilidad que da. Es una compañía y ese libro puede reflejarla de una manera menos disruptiva que en otros libros.

¿Crees que los espacios físicos tienen memoria?

Sí, por supuesto. Cuando uno pasa por ciertos lugares de la ciudad siente calor, frío o espanto y no tienen ninguna lógica. Si paso por una calle donde lo pase muy mal, pero eso fue hace 15 años no tendría por qué sentirme así todavía. Uno siente una vibra en los lugares. Me pasa que voy donde amigos y siento algo en sus casas y me cuesta acomodarme. Los lugares tienen una cierta energía y yo creo que uno tiene que estar dispuesto a sentirla. O no. Yo por mi parte sí creo que eso existe. Y uno trata de andar siempre por los lugares donde esa memoria es más grata.

¿Crees que la memoria es pasado, presente o futuro?

Creo que la memoria funciona al límite de lo que debe funcionar. Si recordáramos más sería imposible vivir. La memoria va controlando y suprimiendo momentos porque uno tiene que sobrevivir y no es una opción para las personas.

¿Por qué no escribes poesía? O si la escribes, ¿por qué no la compartes?

Respeto tanto la poesía que estamos bien así. Que mi prosa sí puede ser poética, aunque no siempre decida trabajar de esa forma. Y no sé si me gustaría publicar versos. No. Creo que es una gran tradición la que tenemos. En cambio, veo tantos vacíos en la prosa que digo, bacán, aquí está el lugar. Si fuera argentino sería al revés. Yo creo que también me acomodé al lugar donde estaban los estímulos positivos porque a los 17 o 18 años postulaba a concursos y no ganaba nunca en poesía y en prosa me iba bien, entonces dije bueno este es lugar que me corresponde quizás. Y por otro lado siento muy grato escribir cosas privadas y no estar pensando en que lo voy a publicar.

Si mal no recuerdo, tienes el hábito de leer un poema cada mañana…

Sí, para empezar el día con una sensibilidad hacia el lenguaje. Me gusta hacerlo. Es el hábito fundamental. Un día que yo no pueda leer un poema me parecería un día absolutamente perdido, implica que está todo mal. Que estaba demasiado apurado, no voy a ser amable con las personas que vea, no voy a disfrutar comer… porque es tan importante para mí como lo que acabo de nombrar. Si no, el día se vuelve muy prosaico. De hecho, si leo un poema que no me gusta voy a ir a buscar otro hasta encontrar uno que me haga algo, aunque sea un poquito. Para decir bueno, lo que vaya a escribir yo lo haré con este respeto hacia la literatura.

¿Cuándo un poema te gusta?

Son muy distintos para saberlo. No lo tengo tan sistematizado. Solamente sucede. A veces son poemas cortos o largos.

¿Pero cómo identificas qué te gusta? ¿Lo sientes en el cuerpo?

Sí, lo siento en el cuerpo. O cerebralmente. O me deja reflexionando sobre el espacio. Va cambiando mucho. A veces son de otros lados del mundo, a veces exóticos, en el sentido que no son familiares, o chilenos contemporáneos o antiguos…solo tienen la función de… la misma función que tiene el jugo de pomelo y el jengibre con té. Esto es lo que me hace decir ok, me levanté.

¿Y qué te carga en un poema?

Nada a priori. Todos los poemas pueden ser bien realizados en su estética.

Quizás cargar es una palabra muy intensa. Quiero decir, qué te hace ir y buscar otro.

Con los poemas cínicos en general tengo problemas, los que juegan con la ironía. Esos me cuestan un poquito, o no sé si es lo que quiero en la mañana. También puede pasar que un poeta que me guste no me entre esa mañana. Tiene que ver cómo uno duerme o qué sé yo. Pero sí, buscar ese poema cada mañana es importante.

¿Qué sobrevive del periodista en el escritor que eres hoy?

El interés y la curiosidad. Mucha gente me dice, podrías haber estudiado literatura directamente. Y yo les digo, ¡en ningún caso! Porque me imaginaba dentro de una sala y obviamente le tengo respeto a la pedagogía, pero en mi caso yo necesito esa relación con el mundo y con el roce social que me dio el mercado. Era entretenido conocer gente distinta, el mendigo más mendigo, el weón que vendía las frutas más malas de un carretón, conocer al dueño del Marco Polo, todo en un mismo pack. Me interesa esa relación con el mundo que me da el periodismo, ese roce. No es que trabaje todo el tiempo de periodista, es quizás un 20 o 30 por ciento de mis ingresos anuales, pero lo disfruto bastante porque me permite acercarme a cosas que no conozco, algo muy natural en la escritura. Es mucho más difícil para mí hablar de lo que sé, que hablar de lo que voy descubriendo.


La brújula pedagógica

La Diamela Eltit dice que los escritores no se hacen en talleres literarios, si no por obsesiones. ¿Qué opinas de eso?

Yo creo que en un taller que tenga la suficiente extensión de tiempo, en una de 4 sesiones por ejemplo no sale nada, pero es la posibilidad de transformarse. Esa es la gran chance que tiene. Hay mucha gente que escribe y que en su entorno le dicen, oye weon escribis bacán, pero cuando entrai a un taller realmente te sometes a ver qué piensan los demás. Además, los grupos siempre son muy diversos. Y para las personas que dudan sobre ejecutar la escritura es un buen lugar para tomar esa posición, para decidirlo. Te permite un crecimiento. Pero no creo que alguien pueda ser escritor a partir de un taller, no, ni en el caso más optimista. Sustancialmente venía de antes, aunque se enriquezca en el proceso del taller. En el primer taller largo en el que yo estuve como alumno en Balmaceda Arte Joven con 18 años recién cumplidos, estaba así como bleh. Los ejercicios y los comentarios eran como bleh. Y de repente logré hacer uno que rompió esa cuestión. Y dije mira, así parece que se escribe cachai. Y eso me permitió ir estirando mis manitos hacia esos lugares, ir pensando más a partir de ese hallazgo.

¿Tienes alguna brújula pedagógica?

Me enfoco en trabajar en cada persona. Darle un énfasis a cada quien. Algunos están recién tanteando, y yo les voy encaminando. Pero cuando una persona ya está más formada obviamente le exijo más. Trato de generar una estructura diferenciada. Mi principal acierto como tallerista es que creo que me logró meter en la poética de cada quien y a partir de eso voy sacando los elementos de crecimiento. No impongo mi razón, forma de escribir o poética. Es super entretenido ver una autoría crecer. Ponte tú cuando yo me enfrento con los autores de mi biblioteca, los libros que más quiero son los primeros que leí de ellos, que no son necesariamente el mejor. Pero es porque los descubrí ahí. Qué rico es cuando alguien escribe algo bacán y tú ayudaste a que esa persona llegara a eso. Y ves surgir algo. Es una maravilla. Tanto como ver crecer a alguien. Si yo logro eso, me enfoco en el resto de los estudiantes del taller, porque ya sucedió la transformación.

Mia Maurer (Filadelfia, 1988). Escribe poemas, cuentos, canciones, entrevistas y otros experimentos híbridos y bilingües. En 2023, publicó el libro Al río fui por una aguja en México DF. Actualmente se dedica a hacer clases de inglés y talleres de poesía. También está traduciendo el libro Animal doméstico de la poeta mexicana Andrea Alzati, que será publicado por Tríptico en 2026.

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