¿Tiene vigencia aún el pensamiento de Alain Touraine?

Alain Touraine © Archivo.

Lejos de pronosticar la desaparición de las naciones en un mundo globalizado, Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, 1925-París, 2023) sostiene que estas siguen siendo entidades vigentes, siempre que logren combinar identidad cultural con gestión democrática. La nación, señala, fue en el siglo XIX un instrumento de modernización y cohesión social, pero también derivó en nacionalismos excluyentes. En el siglo XXI, el desafío es aún mayor: la diferencia ya no se ubica solo en las fronteras, sino también en el interior de las sociedades. Migraciones masivas, diversidad sexual, pluralidad étnica y disidencias culturales obligan a repensar la nación como espacio de reconocimiento de minorías.

Aníbal Riquelme Contreras


Introducción

En 1997, Alain Touraine publicó ¿Podremos vivir juntos?, obra que condensa una preocupación que atravesó toda su trayectoria intelectual: la posibilidad de articular sociedades democráticas en un mundo atravesado por tensiones culturales, económicas y políticas. El libro se ubica en un contexto finisecular marcado por la aceleración de la globalización, la crisis del Estado-nación y el debilitamiento de los movimientos obreros tradicionales. Touraine observa que el “conflicto central” de las sociedades contemporáneas ya no es político ni económico, como en etapas anteriores de la modernidad, sino cultural: la lucha del Sujeto contra dos fuerzas que amenazan su libertad y autonomía, a saber, el mercado globalizado y las comunidades autoritarias.[1]

Más de un cuarto de siglo después, las preguntas que plantea Touraine mantienen una vigencia sorprendente. La expansión de las tecnologías digitales, el ascenso de nuevos populismos y la crisis ecológica global han reconfigurado los escenarios sociales, pero la cuestión de fondo persiste: ¿es posible vivir juntos en sociedades donde la pluralidad de identidades y la presión homogeneizadora del mercado se enfrentan de manera permanente? El presente ensayo examina la propuesta de Touraine en torno al Sujeto, los movimientos societales, la nación y la educación, incorporando ejemplos actuales que confirman tanto la lucidez como los límites de su diagnóstico.

Movimientos societales y conflicto cultural

Touraine afirma que cada tipo de sociedad se organiza en torno a un conflicto central: entre nación y príncipe en la modernidad temprana, entre trabajadores y patrones en la sociedad industrial, y entre el Sujeto y las fuerzas del mercado en la sociedad posindustrial.[2] Los movimientos que emergen frente a estos conflictos no son simples grupos de interés ni organizaciones gremiales; son, más bien, “movimientos societales” que cuestionan la orientación general de la sociedad.

El problema, advierte Touraine, es que estos movimientos carecen de un mensaje doctrinario unificado, lo que los hace políticamente frágiles. En esto se aproximan a la “revolución molecular” de Félix Guattari, marcada por la dispersión de luchas y la ausencia de articulación orgánica.[3] Hoy podemos reconocer en esa descripción la dinámica de los movimientos feministas, ecologistas, estudiantiles o de defensa de derechos digitales. Aunque carecen de una plataforma única, han puesto en cuestión el modelo neoliberal y han introducido debates globales sobre género, cambio climático y soberanía de datos.

La tensión que Touraine identifica entre un individualismo de consumo y un Sujeto colectivo depositario de memoria cultural se observa con claridad en la actualidad: de un lado, la promesa de libertad asociada al acceso ilimitado a bienes y tecnologías; del otro, la necesidad de preservar identidades, memorias históricas y formas de vida amenazadas por la estandarización cultural.

Alain Touraine. ¿Podremos vivir juntos? México, FCE, 2014.

Nación y pluralismo

Lejos de pronosticar la desaparición de las naciones en un mundo globalizado, Touraine sostiene que estas siguen siendo entidades vigentes, siempre que logren combinar identidad cultural con gestión democrática. La nación, señala, fue en el siglo XIX un instrumento de modernización y cohesión social, pero también derivó en nacionalismos excluyentes.[4]

En el siglo XXI, el desafío es aún mayor: la diferencia ya no se ubica solo en las fronteras, sino también en el interior de las sociedades. Migraciones masivas, diversidad sexual, pluralidad étnica y disidencias culturales obligan a repensar la nación como espacio de reconocimiento de minorías. En América Latina, por ejemplo, los procesos constituyentes en Bolivia y Chile han intentado dar respuesta a la demanda de pueblos originarios por un reconocimiento real de su autonomía. En Europa, la integración regional convive con el resurgimiento de nacionalismos como el catalán o el escocés, que ponen en cuestión los marcos estatales tradicionales.

Touraine advierte que la verdadera amenaza para las naciones no es su desaparición por el mercado global, sino la pérdida de la complementariedad entre identidad cultural y participación política. Cuando la identidad se transforma en exclusión y la cultura en autoritarismo, la nación deja de ser un espacio democrático y se convierte en una máquina de homogeneización.

El Sujeto y la escuela del Sujeto

La propuesta más innovadora de Touraine es situar al Sujeto como núcleo de la vida democrática. El Sujeto es voluntad y resistencia, no un individuo aislado sino alguien capaz de afirmar su libertad frente a las fuerzas que lo instrumentalizan. Para ello, la educación juega un papel central: los programas escolares reflejan el espíritu de una sociedad.

Touraine propone una “escuela del Sujeto”, orientada a formar individuos críticos, capaces de convivir en la diversidad, ejercer la tolerancia y sostener proyectos de vida autónomos.[5] En contraste con la escuela clásica —que reproducía jerarquías sociales y formaba élites— la escuela del Sujeto debe corregir desigualdades y preparar para la vida democrática.

Si actualizamos esta propuesta al contexto del siglo XXI, surgen nuevos desafíos: ¿cómo construir una escuela del Sujeto en una época donde las redes sociales y los algoritmos median la vida cotidiana? El problema que en 1997 era la televisión hoy se ha multiplicado con la irrupción de plataformas digitales que moldean percepciones, deseos y opiniones. La educación crítica, más que nunca, debe preparar a los estudiantes para interactuar en entornos mediáticos que pueden reforzar burbujas de opinión y discursos autoritarios.

En sociedades como la chilena, marcada por una persistente crisis del sistema escolar público, las ideas de Touraine resultan particularmente sugerentes. Reforzar la formación ciudadana, la educación intercultural y el desarrollo del pensamiento crítico son tareas urgentes para evitar que la escuela se reduzca a un mero espacio de preparación laboral.

Comunidad, democracia y amenaza autoritaria

Touraine alerta sobre los riesgos del comunitarismo autoritario, que junto al mercado global constituye una de las principales amenazas para la libertad del Sujeto.[6] Cuando la comunidad impone homogeneidad cultural, niega la pluralidad y, en el peor de los casos, desemboca en violencia. Los ejemplos de la ex-Yugoslavia en los años noventa o de los integrismos religiosos señalados por Jean-François Revel son elocuentes.[7]

A inicios del siglo XXI, la amenaza comunitaria se manifiesta en populismos identitarios y en discursos que buscan restaurar una supuesta homogeneidad cultural perdida. El auge de movimientos de ultraderecha en Europa y América, así como la expansión de discursos fundamentalistas en Medio Oriente, muestran que el comunitarismo sigue siendo un factor de desestabilización.

Touraine enfatiza que la democracia no consiste únicamente en procedimientos formales, sino en la presencia activa de la pluralidad. Fortalecer asociaciones, movimientos culturales y espacios de comunicación plural es esencial para evitar que el mercado y las comunidades autoritarias impongan un pensamiento único.

Conclusiones

La lectura de ¿Podremos vivir juntos? permite comprender la persistente vigencia del pensamiento de Alain Touraine. Su apuesta por un Sujeto libre, consciente de su identidad cultural y capaz de articular proyectos colectivos, constituye una ruta para resistir tanto al mercado global como al comunitarismo autoritario.

El diagnóstico de Touraine resulta especialmente relevante a la luz de fenómenos actuales: la globalización económica sin contrapesos, las desigualdades amplificadas por la digitalización, y el retorno de discursos autoritarios. En este escenario, la defensa del pluralismo y la centralidad de la educación como formación del Sujeto democrático son más urgentes que nunca.

Touraine falleció en 2023, pero dejó un legado que invita a pensar en la necesidad de nuevas formas de convivencia. Su propuesta de una escuela del Sujeto no solo es un proyecto educativo, sino también político y cultural: formar ciudadanos capaces de habitar sociedades diversas sin renunciar a su autonomía.

Responder afirmativamente a la pregunta que da título a su obra —¿podremos vivir juntos?— implica reconocer que la convivencia democrática exige sujetos libres, críticos y capaces de resistir tanto la uniformidad del mercado como la presión del comunitarismo autoritario. El desafío de este siglo no es menor: reconstruir democracias que no solo administren la diversidad, sino que la celebren como fuente de vitalidad social y política.

Bibliografía

Guattari, Félix. Molecular Revolution: Psychiatry and Politics. Nueva York: Penguin, 1984.

Revel, Jean-François. El renacimiento democrático. Barcelona: Plaza & Janés, 1992.

Touraine, Alain. ¿Podremos vivir juntos? 2ª edición en español. México: Fondo de Cultura Económica, 2020.

Notas

[1] Alain Touraine, ¿Podremos vivir juntos? 2ª ed. en español (México: Fondo de Cultura Económica, 2020), 17.

[2] Ibid., 25–27.

[3] Félix Guattari, Molecular Revolution: Psychiatry and Politics (Nueva York: Penguin, 1984), 112.

[4] Touraine, ¿Podremos vivir juntos?, 134–135.

[5] Ibid., 210–214.

[6] Ibid., 242.

[7] Jean-François Revel, El renacimiento democrático (Barcelona: Plaza & Janés, 1992), 76–80.


Aníbal Riquelme Contreras (Valparaíso, 1975). Docente, investigador, cronista. Licenciado en Educación e Historia por la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso, Magíster en Estudios Históricos con mención en Cultura y Sociedad en Chile y América Latina por la Universidad de Valparaíso. Cursa estudios de Doctorado en Historia en la Universidad Católica de Valparaíso. Es editor de la página Cerro Cordillera del Ayer Fotográfico. Publicó el libro Orígenes de una comunidad. El cerro Cordillera de Valparaíso a inicios del siglo XX. Valparaíso, Ediciones Inubicalistas, 2022.

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