Recipiente

Bruno Catalano, serie Viajeros, 2013.

Tomás Veizaga


Él entra al dormitorio y la ve cerrando sus maletas.

—¿De nuevo? —le pregunta.

—Sí, ya estoy lista.

Ella levanta su equipaje y se dispone a salir, pero él bloquea el paso.

—¿Y el Nico?

—¿El Nico qué? —devuelve ella—. ¿Acaso querí que me lo lleve? ¡No tengo dónde meterlo! Es tu hijo, vo hazte cargo. Yo no tengo culpa de las cagás que te mandai. Míralo, ¿no te da pena?

—A ti debería darte pena dejarlo botao. Es tu hijo también.

—No lo dejo botao, lo dejo contigo: su papá.

—Es lo mismo. ¿Pa qué estamos con cosas? Además, esto no se trata de mí, estamos claros. Apuesto que te vai a la casa de ese hueón.

—Me voy donde mi mamá.

—Mentira. Te vai con ese…

—No. Déjame pasar o llamo a los pacos.

Se hace a un lado, pero la observa atentamente. Ella se apresura hacia el living, deja su equipaje en el suelo y entra a la cocina. Él mira a su hijo, sentado en un rincón del dormitorio. Menea la cabeza, y luego corre en dirección a las maletas desatendidas. Las levanta y las lleva al balcón. Las esconde debajo de una toalla grande.

Vuelve al living, se detiene en el marco de la puerta de la cocina:

—Yo te bajo las maletas —dice.

Ella no contesta, está ocupada metiendo loza dentro de una caja.

—Voy a bajarlas —insiste él, y sale del departamento.

Desciende las escaleras lentamente, apenas hasta el primer rellano con que se topa. Enciende un cigarrillo y se apoya en la baranda. Mira el patio, el estacionamiento, las vidas cotidianas.

Se abre la puerta del departamento y aparece su hijo. Se le acerca sorbiéndose los mocos y se sienta en un peldaño. Él lo mira, echa humo y dice:

—Dejaste la puerta abierta.

El niño solloza, casi en silencio. El padre vuelve a apoyarse en la baranda.

—No es pa llorar, Nico. Tu mamá siempre hace lo mismo.

Ella sale al pasillo, sujetando una caja llena de platos, vasos y tazas.

—Te llevai hartas cosas —dice él.

—Lo mío nomás. ¿Y las maletas?

—Ya te las bajé, están en el primer piso. Pesaban harto. ¿No se te queda nada?

—No.

Cuando ella va bajando las escaleras, él le dice a su hijo que se quede allí nomás, «bien quieto», y luego entra corriendo al departamento. Sale al balcón, mira hacia el estacionamiento. La ve girando en círculos, con la caja de loza aún en sus brazos. Él quita la toalla que cubría el equipaje, se vuelve a asomar y grita:

—¡Acá van tus cosas!

Ella cierra los ojos como si fuera a recibir un golpe, justo cuando explotan las maletas y se esparce la ropa. Mira hacia arriba, grita algo con los ojos muy abiertos, la cara roja.

—¡Ándate, recipiente! —La voz de él resuena por los estacionamientos.

Ella grita algo de vuelta, y luego se percata de que varios vecinos están empezando a asomarse. Apoya la caja en el suelo y empieza a recoger su ropa, con la cara baja.

—¡Recipiente! —vuelve a gritar él, con todas sus fuerzas, y se escurre dentro del living.

Había perdido su primer cigarrillo, sin saber dónde ni en qué momento. Saca otro y lo enciende murmurando.

Al cabo de un rato, escucha llantos afuera del departamento, pero no los asocia a nada. Menea la cabeza, y sigue fumando hasta que apaga la colilla en un macetero. Se levanta y va al baño a lavarse la cara, evitando mirar el espejo. Por la pequeña ventana se escuchan voces. Toma uno de los cepillos de dientes y lo tira al basurero. Luego muele el contenedor a patadas.

Cuando se acuerda de su hijo, camina resoplando hacia la puerta de entrada y la abre con fuerza. Lo ve en el rellano de más abajo, cobijado entre los brazos de un vecino. Una señora se está asomando por la escalera, un piso más arriba. Se escuchan murmullos por todas partes. El hijo no ha visto al padre, pero el hombre que lo abraza sí.

—¿Qué es un «recipiente»? —pregunta el niño, llorando.

Él los mira con el rostro ensombrecido, como si estuvieran al final de un túnel. La gente empieza a hablarle, pero ya no escucha.


Tomás Veizaga es un escritor chileno, autor de Faunario (Ed. Oso de Agua, 2025). Nacido en Antofagasta en 1990, cuenta con estudios en Literatura y Derecho. Ha publicado relatos, microficciones, poemas, reseñas y ensayos en diversos medios digitales y escritos, como: Acta Literaria, Oropel, Letras de Chile, Nota al Margen, Carcaj, Casapaís, Montaje, El Coloso, entre otros. Lee en La Antorcha Magacín # 25 de Veizaga: "Causa de muerte. Sobre 'El hombre' de Juan Rulfo"

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