6 poemas de «Tierra mirada»

© Louis Chedid

Andrée Chedid

[Traducción de Alfredo Silva Estrada]


Tierra interior

Mi vida, mi blanca vida en el reverso de las imágenes.

Mi vida, mi apasionada, mi clara, mi violenta;

Como un agua en la hora cierta,

Su vértigo por corazón.

Mi vida, mi desnuda, mi áspera, mi impaciente

Quema, quema el ala de seda;

Quema los miedos, las redes, el nudo de las barcas,

La hiel, el incienso, la hierba reseca.

Mi vida, mi feroz vida, mi cristal y mis monstruos;

Mi vida en el eterno combate,

Anudada bajo las labranzas y bajo la corteza;

Mi vida grave de infancia-rey.

Mi vida, mi tierna vida, Oh mi primer rostro,

Nadie podría sosegar tu grito.

Mi vida, mi pedregosa vida, Oh mi vida fuera de alcance;

Mi blanca, mi áspera, mi clara, mi desnuda.

Tierra secreta

No te apartes, mi historia es la tuya;

Cada poeta lleva en el corazón el corazón de quien escucha.

Como tú, he palpado esta tierra; la vida se ha buscado en mis ojos.

Y, paciente, la vida se ha buscado en mis ojos.

¿Habré sabido guardar su imagen y su inocencia?

Y dime, ¿qué nos falta para desatar el único camino?

¡Estaciones, estaciones, rostros que nunca sois iguales!

¡Flores, noches y maravillas tan pronto sepultadas!

Todo se perfila y no hay salida.

El error, y luego el rocío. Para toda alegría, su fracaso.

Si el aliento decae, otros fuegos se levantarán.

Soy el proseguidor,

Jamás romperé el eslabón.

No obstante, selvas enteras nacen a orillas del río,

Y mueren, sin tumulto, contra la tierra recobrada.

Las arenas de la locura, de pronto reconciliadas,

Se abandonan a las riberas del regreso.

Soy el proseguidor;

Yo voy, tal es mi ruta.

Nuestro país está en ninguna parte,

Y nosotros somos este poco de aliento en la mano estrecha del tiempo.

Tierra mirada

El alba nos concedió, en un principio,

El ave de la sed.

Por la gracia de la mirada, la estrella se volvió Estrella;

Y toda cosa fue bella de haber sido amada.

Si, un día, nuestros secretos se perdieran,

Tan sólo quedarían sobre la tierra

El pozo sin viaje,

El dormir, y la calma de las rocas.

Tierra de las sedes

¿Dónde están las horas simples?

¿La fuente naciente bajo el guijarro,

La lámpara y su poder,

El campo de un verde cierto,

El instante donde acaricio el más tierno de tus rostros?

La angustia martilla las aceras ausentes,

El grito golpea los pozos de la indiferencia.

Testigo de las grandes cacerías solitarias El alma llama a combate;

Necesita el impulso, la gaviota, el trigo desnudo.

Con unas migajas de tiempo entre las manos,

Atormento la vida.

Tierra o cielo

En la noche de las lunas locas,

Me había extraviado en el río sin orillas,

Olvidando llevarme hasta el nombre de mi madre.

¿Sería aquello al fin la cercanía de un mundo sin espejos?

¡Nunca mis dedos osarán palpar tanta belleza junta!

El cielo está demasiado alto, demasiado cruel la marea;

Es aquí, es aquí donde nos es preciso recomenzar todo.

Pero nuestras lenguas se han desgastado con las palabras de cada día,

El agua dulce de nuestra mirada se ha perdido por exceso de vivir.

Sin embargo, ¿qué tenemos más cercano que el pájaro;

Nosotros -como dicen- destinados a la sorda polvareda?

En el jardín del instante

Mi placer es llegarme hasta los niños sin sombras,

Llevar una ciudad en la caída de los párpados,

Imaginar el ensueño en frutos inmóviles

A pesar de nuestros gritos a cielo perdido.

Mi placer es creer en el agua de un solo imperio,

Y extraviar la duda en el jardín del instante.

[1957]


Andrée Chedid (El Cairo, 1920–París, 2011) fue una destacada poeta, novelista y dramaturga franco-libanesa, nacida en El Cairo, Egipto, en el seno de una familia cristiana de origen libanés. Desde temprana edad se formó en un ambiente plurilingüe y multicultural —hablaba árabe, inglés y francés—, rasgo que marcó profundamente su obra. Estudió en escuelas francesas en Egipto y obtuvo un título en literatura en la Universidad Americana de El Cairo. En 1946 se trasladó a París, donde residió hasta su muerte. Su escritura, caracterizada por un humanismo profundo y una constante reflexión sobre la condición humana, explora temas como el exilio, la guerra, el amor, la muerte y la reconciliación. Entre sus obras más destacadas figuran los poemarios Textes pour un poème (1949), Cérémonial de la violence (1976) y Rythmes (2000); las novelas Le Sixième Jour (1960), llevada al cine por Youssef Chahine, L’Enfant multiple (1989) y Le Message (2000). Su teatro incluye piezas como Bérénice d’Égypte (1968) y Les Marches de sable (1981). Fue madre del cantante Louis Chedid y abuela del músico M. (Matthieu Chedid). A lo largo de su vida recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Gran Premio de Poesía de la Academia Francesa (2002). Su obra, escrita íntegramente en francés, es un puente entre Oriente y Occidente y una afirmación constante de la esperanza y la dignidad humana. La selección de "Tierra mirada" pertenece a Andrée Chedid. Antología poética (1949-1983). Caracas, Monte Ávila, 1992.

Alfredo Silva Estrada (Caracas, 1933-2009). Poeta, ensayista, traductor y docente. Licenciado en Filosofía por la Universidad Central de Venezuela, continuó estudios de postgrado en La Sorbona. Destacan sus traducciones de Godel, Verhesen, Reverdy, Ponge, Valéry, Du Bouchet y Char. Recibió en 1998 el Premio Nacional de Literatura de Venezuela; y en 2001 el Gran Premio Internacional de Poesía de la Bienal de Lieja, Bélgica. Publicó los poemarios De la casa arraigada (1953), De la unidad en fuga (1962), Literales (1963), Los moradores (1975), Los quintetos del círculo (1978), Al través (2002), entre muchos otros. Lee su traducción de Francis Ponge en el n° 13 de La Antorcha Magacín.

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