
El poeta Boris Durandeau se inscribe por afinidad electiva en esa corriente de la poesía norteamericana que se centró en la impersonalidad (que después fue barrida por la corriente de la poesía confesional), para dejar que otras voces hablen por él, o tal vez mostrar en forma indirecta su voz a través de todas las voces por las que habla el desierto, en estas cadenas de acontecimientos que insisten en llegarnos en imágenes quebradas.
Rodrigo Verdugo Pizarro
Desde una multiplicación de voces y enfoques, Ckausama. Ritos del despojo del poeta Boris Durandeau, es un texto neo-épico que documenta con algunos recursos del exteriorismo, el itinerario de varios personajes que pasan fugazmente o son fijados en un pasado despedazado.
Este pasado despedazado, solo puede entregar imágenes quebradas de una permanencia, que permiten la confluencia entre escritura, arqueología y genealogía. Imágenes quebradas, tal como las concibió el poeta T.S. Eliot en su obra La tierra baldía, texto que dialoga muy bien con este que hoy presentamos.
Pasado despedazado que genera además una identidad trizada, la identidad todos los que cruzan como en un flujo continuo este texto o quedan instalados en un mosaico de voces, de las cuales se hacen cargo en distintos momentos tanto el poeta, como el cronista o el narrador que intercambian sus puntos de vista.
Viniendo este texto posiblemente desde la tradición de la fragmentación, y desde la fragmentación del yo, hace muy suya la oposición a la idea de la exacerbación del yo, tan preconizada por el romanticismo. Boris Durandeau, tal como Eliot, asume que la conciencia no es fija, ni indivisa, más bien es fragmentada. Es por esta fragmentación que los procedimientos de este texto pueden ser afines a la tradición del exteriorismo nicaragüense y a aquella corriente de la poesía norteamericana, cuyo cometido principal fue desechar la personalidad.
Entendiendo entonces el yo como un hospedaje de conciencias, tal como lo postula el escritor italiano Claudio Magris, son estas conciencias las que van hablando ya sea a través del poeta, del cronista o del narrador, y van rotando en distintas partes del texto, llegando a emerger en algunos momentos la tercera persona. Instalado más que en los límites de la historiografía, (como lo desarrolla el poeta Ernesto Cardenal), aquí se busca alojar en los límites de una memoria atávica y de una memoria histórica, siendo siempre el desierto el marco de referencias y a la vez escenario de fondo, para posibilitar los cruces entre ambas memorias.
Ckausama. Ritos del despojo está sitiado de por sí por una memoria histórica y una atávica, el poeta apuesta a través de un lenguaje exacto, expone una visión no monolítica de la historia, y el hablante llega a vestirse de animal para exaltar los vestigios resultantes del despojo (guiño a la tradición náhuatl). Pero el desierto inscrito aquí en el texto es parte de una poética geodésica, ese desierto que en su territorialidad es agenciamiento también de un centro de poder, tal como los puertos y caletas. Escritura del desierto, por tanto, poética geodésica.
Ckausama. Ritos del despojo, desarrolla la mayoría de las veces una continuidad lineal, lo cual no impide que también muestre una progresión yuxtapuesta, fragmentación y yuxtaposición de situaciones y momentos, la presencia del hipotexto, la puesta en espacio a través de algunos paréntesis, hacen por tanto que el hilo-argumentativo, como también lo señala el poeta Nain Nomez, sea difícil a veces de seguir, dada la forma caleidoscópica en que también se nos presenta. Todo lo anterior dice relación con que es en esta forma caleidoscópica donde la conciencia va saltando de una hazaña a otra, de una travesía a otra, de una historia a otra, escudriñando las mitologías personales de cada uno de los que van circulando en él.
El poeta Boris Durandeau se inscribe por afinidad electiva en esa corriente de la poesía norteamericana que se centró en la impersonalidad (que después fue barrida por la corriente de la poesía confesional), para dejar que otras voces hablen por él, o tal vez mostrar en forma indirecta su voz a través de todas las voces por las que habla el desierto, en estas cadenas de acontecimientos que insisten en llegarnos en imágenes quebradas. Imágenes quebradas tal vez de una cosmovisión también despedazada, cuyos vestigios se rastrean a lo largo del texto, actualizando las relaciones entre escritura, arqueología e historia lo que lo hace dialogar igualmente con autores como Álvaro Mutis, y Enrique Volpe.
Boris Durandeau. Ckausama. Ritos del despojo. Antofagasta, Pampa Negra Ediciones (Colección Pleamar), 2024, pp. 118. Prólogo Günther Guzmán; Epílogo Naín Nómez.
Rodrigo Verdugo Pizarro (Santiago, 1977). Poeta. Ex secretario del Pen Chile y ex miembro del grupo surrealista Derrame. Textos suyos han sido publicados en revistas y antologías nacionales y extranjeras, siendo traducidos parcialmente a 16 idiomas. Ha participado en exposiciones colectivas en España, Portugal, República Checa, Costa Rica y Egipto. Autor de los libros: Nudos velados (Ediciones Derrame, 2022), Ventanas quebradas (Olga Cartonera, 2014) y Anuncio (Rumbos Editores, 2017).
Boris Durandeau (Santiago, 1967). Poeta y abogado. Ha publicado en poesía: Tránsito a lo Divino (1994), Bajo tu sombra (2000); y Canto bipolar (2006).También ha realizado los videos: La Negra (2007), Sexo Tribal (2010) y Sálvame de la Sanidad. La fusión de la plástica y de la literatura es una constante en su propuesta estética, alternando entre dibujo, pintura y fotografía.

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