6 poemas

Alejandro Soulier


Mientras yo escribe, la horda borra. Las ciudades no se conocen nunca. Poco antes y poco después hubo voces que hablaron de la eclosión. Antes, la habían anunciado, y luego, daban energías de consuelo y acción para levantar ciertas cosas de cero.

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La línea del bajo es una ondulación que repta por el fondo; la línea del bajo no se desprende de la madre ingente, no se corta del todo de la órbita del vientre. Se acciona la mochila del baño y la descarga de agua disipa un poco esa línea de fondo. Hay un intervalo, un murmullo más agudo y profuso que corta el trance y echa capas de día en la música del cerebro.

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Se estira la tela; grieta del mañana, por ahora movimiento. Pequeña unidad musical, violeta. Un fractal pegado a otro fractal y así. No es visible, es visible; movimiento del párpado, ojo que ve cuando está cerrado.

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Fraguó tanto pero tanto la masa indistinguible de días, de día tras día con el mismo clima, que ya no se sabe si afuera llueve o humedece. Prevalece el plomo, lo vaporable, una reducida sintaxis ─solamente la parte imprescindible para comunicarse─. El diálogo interno, al igual que la gama cromática, oscura incluso durante el día, no para, no calla, no permite el contraste.

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Portento: levitación; alteración de la materia; emergencia del corazón. Y un etcétera fractal que son todos los fragmentos.

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Afuera, o en la superficie, es lo mismo, los gatos tratan de terminar la guerra haciendo lo menos posible. Abajo, los humanos esperan, por fin están quietos; las olas parece que van a apaciguarse.

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El clásico plano de la imagen espejada en un fondo de agua muestra la verdad antigua de un cardumen de árboles que caen desde el cielo. Las copas apuntan hacia abajo: la raíces, arriba, escapan del plano.


Alejandro Soulier es argentino, nació en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, en el año 1982. Es abogado, melómano y cinéfilo. Escribió la novela Ervas.

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