Mi casa (el vértigo)
Todas las puertas de esta casa se abren hacia adentro.
No son,
sin embargo,
pasajes de entrada.
No hay ventanas.
Si las hubo,
hace tiempo ya,
cerraron las cortinas.
Así el sol de afuera
no se confunde
con la noche
de adentro.
Heme aquí,
en el interior de esta casa,
con la sangre chirriando,
con los huesos desordenados,
mirándome las manos,
¡mirándome las manos!
como si no fueran mías,
como si no me pertenecieran,
como si fueran,
ajenas.
Cactus (poema pensado a partir de la pintura “Abaporu”, de Tarsila do Amaral)
Peso para caer
únicamente
Reynaldo Pérez Só
Ma sedendo e mirando…
Giacomo Leopardi
Cacto
agora que puedo trovar reposo
cuando por mal trueco de vida
los meos pies ya non me sostienen
agora que déjome caer devagar al túo costado
nela claror de la matina
en catando las túas espinas muy muchas
yo quisiera, en serkura, te decir
que non te asemejas ansí arisco como ayer
e que invece hoy la túa piel se me torna
aínda placiente e reverdecida.
Unotra cosa grande quería te decir, Cacto
unotra cosa que non me alembro qüi
e que, ansina mesmo, sia preferíbel
acallar por agora.
***
Cactus
ahora que puedo encontrar descanso
cuando por mala fortuna
mis pies ya no me sostienen
ahora que me dejo caer lentamente a tu lado
a la luz de la mañana
mientras veo tus numerosas espinas
yo quisiera decirte, de cerca
que no me pareces tan odioso como ayer
y que hoy tu piel se me antoja más bien
agradable y lozana.
Algo más importante quería decirte, Cactus
algo más que se me olvida
y que, por tanto, sea mejor
callar por ahora.
Perro negro
un perro negro que va
y viene
prendido de hambre
tambaleándose de lado
a lado
cruzando
la
calle
unas vertiginosas
huellas
sobre el barro y en la memoria
el sonoroso eco de un
ladrido
pero cada tanta esquina
entre bolsas de basura
en el revés de una grieta
o detrás de un poste de luz
un hocico, unas patas
negras
y la ardorosa lumbre de unos
ojos de perro
ahuecándome
ahuecando
me
un perro negro, creo
hambreado como la noche plena
que va como viene
que bate impasible la cola
que roe el hueso soñoliento
y que devora cuanto se ha
perdido
cuanto se ha
roto.
Volverse aire
Nada
me sostiene
nada
me mantiene
nada
me contiene
nada
me retiene
nada
me detiene
nada
me entretiene
salvo la levedad
del aire.

Daniel Camacho Francabandiera (Anzoátegui, Venezuela, 1999). Es estudiante de Letras en la Universidad Central de Venezuela. Resultó finalista en la IV y VI ediciones del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Se dedica profesionalmente a la enseñanza del inglés y el español como segunda lengua.

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