
Después de tres lustros, Ediciones Inubicalistas de Valparaíso tiene una gran trayectoria en el quehacer del libro de la región y el país, contando con un catálogo que incluye más de ciento cuarenta títulos. Esto lo han logrado proponiéndose la publicación como un verdadero aporte a la diversidad cultural. Arroyo Castro, uno de sus editores, nos entrega en este número algunas claves de cómo sobrevivir sin claudicar en el complejo mundo del libro.
Eduardo Cobos
No es nuevo señalar que Valparaíso, por diversos motivos, viene padeciendo hace décadas de la reducción de su desarrollo económico, lo cual ha mantenido a la ciudad capital de la región en condiciones de empleabilidad inestables. Por esta vía, quizás, la falta de lectores se podría “achacar” al mermado poder adquisitivo. Sin embargo, esto parece ser mucho más complejo, convirtiéndose en materia de estudios y políticas provenientes del Estado para subsanar el déficit de lectorías.
Y pese a este panorama incierto, la región de Valparaíso es en el presente el territorio donde, después de Santiago, se publica la mayor cantidad de libros en el país según el último informe del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de 2023.
En este contexto, Ediciones Inubicalistas desde 2009 ha podido sortear dificultades del mercado de los libros nacionales y en especial el de Valparaíso, lugar donde se desenvuelven sus editores Felipe Moncada Mijic y Rodrigo Arroyo Castro[1]. Por sobre todo, estos escritores y docentes han querido ser coherentes con una línea editorial y ética vinculada a lo cultural. Y también por esto, su aprendizaje y experiencia les han advertido de una serie de oportunidades que van desde la valoración de lo artesanal como un hecho único del rubro hasta el poder compartir los libros publicados en su plataforma de internet.
Esta manera de delimitar y a la vez expandir su quehacer sitúa a Inubicalistas en sintonía con el amplio proceso de consolidación de las editoriales independientes y por lo demás le otorgan, por así decirlo, el sello de garantía para obrar entre sus pares con un accionar político-social que la distingue de las producciones del libro estándar en el cual la venta se procura como beneficio exclusivo.
En este sentido, desde La Antorcha Magacín hemos entrevistado a Rodrigo Arroyo Castro para dar cuenta de algunos aspectos de Ediciones Inubicalistas que la sitúan como ejemplo de editorial en Valparaíso.
Los inicios Inubicalistas
Eduardo Cobos [EC]: ¿Qué les motivó a crear una editorial con las características de Inubicalistas?
Rodrigo Arroyo Castro [RAC]: Con Inubicalistas desde un inicio tuvimos claridad que el oficio de editores al que aspirábamos, se forjaba basándonos en la concepción de la literatura que Felipe y yo íbamos elaborando e incluyera, además, la producción de libros de autores/as que nos interesaba promover y con quienes nos sentíamos más afines.
EC: Para ello, me imagino, evaluaron la plaza editorial. ¿Qué fue lo que les llamó más la atención?
RAC: Efectivamente. Nos percatamos de inmediato de las condiciones de precariedad en las que se insertaba la producción de las editoriales de la escena porteña. Por ello, tomamos la determinación de que era preciso innovar, para lo cual procuramos solucionar la impresión de los libros con la adquisición de los implementos mínimos para montar un taller de imprenta que estuviera fuera de nuestros domicilios, ya que estos no cumplían con los requisitos mínimos. También desde un inicio quisimos tomar cierta distancia de las editoriales más artesanales como las dedicadas al fanzine o bien las llamadas “cartoneras”[2], que tenían como objetivo, si se quiere, exhibir la precariedad, lo cual daba como resultado una materialidad muy pobre. Y no es que estuviésemos en contra de estas producciones, sino que ellos aspiraban a tener en cuenta el desarrollar una artesanía mucho más fina que dignificara el objeto libro. De esta manera, nos ubicamos en un punto medio entre la producción en serie y la artesanal que implicaba la obtención de un objeto único, aurático, pero eso sí tomando en cuenta la dignidad de los parámetros del libro como objeto.



© Ediciones Inubicalistas.
EC: En muchos aspectos pudieron también aprovechar las “facilidades” tecnológicas que despuntaban en la época.
RAC: Así es porque, a comienzos de 2010, la modalidad de impresión digital llegó a establecerse. En Chile fue pionero Dimacofi que imprimía por demanda y era casi la única posibilidad de impresión con estas características. Sin embargo, aunque como otras editoriales emergentes imprimimos en Dimacofi, no fue solución para nosotros, debido a que nuestros tirajes eran limitados poniendo de relieve la demanda. Cuestión que fuimos aprendiendo a calibrar con la experiencia. Por ejemplo, un libro de poesía no tendría salida tan rápida como los de otros géneros literarios. También en esos años, por otra parte, el fenómeno de las editoriales independientes (más o menos artesanales) ya era un hecho en América Latina y en Santiago tenían una trayectoria consolidada LOM Editores y Ediciones Kultrún, por nombrar sólo dos. Y se comienza a expandir decididamente a las regiones. Prueba de ello fue el “Encuentro chileno de editoriales independientes” que se llevó a cabo en Valparaíso en 2012. Allí se pudo tener un buen panorama de lo que se estaba haciendo en cuanto a la materialidad de los libros y al modelo de negocios en que se basaban las editoriales invitadas.
Modelos para armar
EC: Claro, surgen varios modelos según las necesidades y posibilidades de financiamiento. ¿En el caso de ustedes cómo fue esto?
RAC: En cuanto al financiamiento Inubicalistas adoptó varios modelos. Inicialmente recurrimos al cobro a los autores/as por la producción y en retribución les “dábamos” hasta un 70 u 80 por ciento del total de los libros. También fueron utilizados los fondos concursables para el libro que venía del Estado. Esto hasta el año 2015 que, gracias a un fondo concursable para la pequeña industria editorial, pudimos financiar el taller-imprenta y pasamos a estar en condiciones de financiar el total de los costos. De allí en adelante hemos aplicado una relación mixta, que incluye estas variables mencionadas, siempre pensando que Inubicalistas privilegia lo que no está necesariamente en el lugar del canon literario o las ventas (los libros de poesía, por ejemplo).



© Ediciones Inubicalistas.
EC: Por otra parte, con la Revuelta social de 2019 y la pandemia de 2020-2021 muchas editoriales desaparecieron o les perdimos el rastro. En el caso de ustedes, ¿cómo hicieron para sobrevivir?
RAC: En realidad, todo cambió a partir de la Revuelta. Sin saber muy bien por qué, la poesía, que siempre ha sido el “fuerte” o centro de nuestro quehacer, tuvo un detenimiento como fenómeno editorial en la pandemia. Entonces, Inubicalistas, pese a las reticencias de los inicios con el mundo académico, como una medida de sobrevivencia recurrimos a nuestro entorno intelectual cercano (el ecosistema del libro), que hizo posible las coediciones con el Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso y el CEPIB (Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano). Textos que fueron editados en algunos casos dándoles un formato más “amable” para los lectores del que traían como tesis académicas. En este modelo Inubicalistas recibió un financiamiento limitado por la producción de los textos, lo cual nos permitió en todo caso continuar funcionando y adicionalmente poner de inmediato disponibles los libros, en acuerdo con los coeditores, en la página web para su descarga.
Liberar libros en el ciberespacio
EC: En este sentido, ¿el liberar los libros en PDF desde la página web cambió el funcionamiento que habían establecido?
RAC: La experiencia ya la teníamos, pero no tan masiva. Pese a no ser expertos en el área, la página web fue importante para nuestro desarrollo. Al comienzo tuvimos un blog porque entendíamos que allí había una manera de visibilizar lo que hacíamos. Y cuando comenzamos con las descargas en PDF, en 2015, nos cercioramos que se podía fomentar mucho más la editorial. Además, esta modalidad de liberar las descargas confirmó dos cosas: no afectó la venta del libro en papel y, cuestión no menor, conseguimos de manera asombrosa una gran cantidad de lectores de otras latitudes. Porque hemos llegado en ocasiones a contabilizar cinco mil descargas. Allí también está el catálogo completo (ciento cuarenta títulos), hay reseñas, colofones e ilustraciones; o imágenes de eventos realizados en diversas circunstancias. Y lo digital se extiende a las redes sociales como Facebook e Instagram.



© Ediciones Inubicalistas.
EC: ¿Es sustentable el trabajo editorial como ustedes lo asumen?
RAC: Aunque en ocasiones recibimos alguna retribución monetaria muy menor, la cual dirigimos a pagarnos honorarios para la edición de estilo o la propia confección de los libros, esto es marginal. Tenemos que pagar arriendo donde están las máquinas de nuestro taller y hay que hacerles mantenimiento. El proyecto quiere ser, en definitiva, autosustentable y no de emprendimiento económico, ya que no pretende sostener nuestras propias economías de vida. Es decir, un modelo de negocios donde vaya incluida la sobrevivencia personal.
EC: ¿Cómo ves en la actualidad el panorama de las editoriales independientes en la región de Valparaíso?
RAC: Creo que están bien definidas las propuestas editoriales, en el sentido de los contenidos y el trabajo de diseño que cada una propone, lo cual enriquece la actividad y le entrega una propuesta diversa al lector. Con algunas de estas editoriales, nos venimos encontrando desde hace ya quince años, también hemos visto el surgimiento de nuevos proyectos. Menciono esto porque, en tal sentido, la gestión o la infraestructura estatal no ha sabido dar cabida a espacios de encuentro, difusión y acercamiento con el público. Y salvo excepciones como ferias editoriales (organizadas por gestores), no hay un nexo formal –que no pase por la amistad o afinidades personales– entre editoriales de Valparaíso y Calera, por decir algo. O San Antonio, Quilpué, por nombrar algunas comunas. Lo cual, por cierto, impide sostener la idea de un panorama y refiere más bien a resistencias o insistencias particulares que operan desde sus espacios vitales.

* Eduardo Cobos es editor de La Antorcha Magacín y Schwob Ediciones.
Notas
[1] Felipe Moncada Mijic (Quellón, Isla de Chiloé, 1973) es licenciado en Educación y profesor de Física y Matemáticas. Ha trabajado como autor y editor de libros de Física para secundaria. Editor de la revista La Piedra de la Locura. Fundador de Ediciones Inubicalistas. Ha publicado los libros de poesía: Irreal (2003); Carta de Navegación (2006); Río Babel (2007); Músico de la Corte (2008); Salones (2009); Mimus (2012); Silvestre (2015), Migratorio (2018). En el género ensayo ha publicado: Territorios invisibles (2015), Imaginarios de la poesía en provincia (2016), Versiones del instante. Lecturas, reescrituras y autorías (2022), Coyán (2023). Ha obtenido reconocimientos como: Mejor Obra Literaria, Consejo Nacional de la Cultura, 2017, por Migratorio. Premio Municipal de Santiago 2016, con Silvestre. Premio Mejor Obra Literaria, Consejo Nacional de la Cultura, versión 2015, por Los territorios invisibles. Parte del texto que incluimos en nuestra revista pertenece a El monte, un valle, su río. Literatura en el Aconcagua, San Felipe, Ediciones Municipales de San Felipe, 2024.
[Tomado de: https://laantorchamagacin.com/2024/06/09/garrido-cadiz-en-el-submundo/%5D.
Rodrigo Arroyo Castro (Curicó, 1981). Poeta, editor, crítico literario, docente. Licenciado en Artes por la Universidad de Playa Ancha. Ha publicado los poemarios: Chilean poetry, Fuga Ediciones 2008, Vuelo, Ediciones Inubicalistas 2009, Mausoleo, Cuadro de Tiza Ediciones 2012, Incomunicaciones, Ediciones Inubicalistas 2013. El año 2009, junto a Felipe Moncada, funda Ediciones Inubicalistas, de la cual es editor. Vive en Valparaíso [Tomado de https://laantorchamagacin.com/2022/08/02/el-pasado-por-venir/%5D
[2] Eloísa cartonera en Argentina fue una de las primeras editoriales de este tipo, la cual “(…) responde a esta situación desde la imaginación artística. Su proyecto cultural incluye a un sector marginal de la población: los ‘cartoneros’ que viven de la venta de cartón que recolectan de las calles de las ciudades. Su intervención, a contracorriente de las lógicas económica y estética hegemónicas en el campo editorial, opera en cuatro órdenes: incorpora a los cartoneros como agentes centrales de un espacio de producción de bienes culturales; defiende la lógica del trabajo cooperativo; transforma tanto el valor simbólico del cartón recogido en la vía pública (la basura deviene tapa de libro) como la representación convencional del objeto ‘libro’; y convierte a ciertos consumos culturales expandidos en los sectores populares en sello de identidad de una nueva modalidad de producción y de circulación editorial”, Analía Gerbaudo. ALEA, Rio de Janeiro, vol. 22/3, 2020, p. 262.

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