Freud y la religión de Moisés

La composición de Moisés y la religión monoteísta (1939) de Freud ha sido realizada en tres enviones sucesivos. Vacilaciones y esfuerzos alrededor de un tema, mientras el cáncer maxilar roe sus últimos días. Es un autor consolidado, maduro y prolífico, pero aborda esta escritura alertándonos de las dificultades de la tarea que acomete.

Yuri Carvajal Bañados


El libro

Moisés y la religión monoteísta de Freud contiene tres textos. Dos de ellos, “Moisés, un egipcio” y “Si Moisés era egipcio…”, fueron escritos en Viena y publicados en Imago, en 1937, revista fundada y editada por el mismo Freud desde 1912. El tercer texto, “Moisés, su pueblo y la religión monoteísta” fue presentado en 1938 e integró la obra definitiva de 1939. E inicia con una frase tremenda: «Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo«[1].

En tres líneas Freud dice que emprende una tarea monumental, rebelde contra un pueblo,  

que además considera su pueblo. En los meses previos a su muerte, subraya entonces las razones de acometer este esfuerzo: “Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se pueda esperar ganancia para nuestra intelección”[2].

Apenas hemos leído ese comienzo ceñido y afilado, no es posible interrumpir la lectura. Tal como en Respuestas a Job de Carl Gustav Jung, dos ancianos psicoanalistas, ex amigos, apelan a su senectud para convencernos de la seriedad del tema. Si para Jung se trata de entender qué Dios es éste del amor y la compasión, contrastado con el irascible Yahvé que descarga su celosa furia sobre Job. La venida de Jesús, el paráclito, es una transformación radical en los valores imperantes. Así Jung entiende que hay una reflexión de Dios por su injusta conducta con el paciente Job.

No son sólo dos psicoanalistas. Son las dos fuentes de una de las grandes improntas de subjetividad del siglo XX, que abandonan su propia disciplina y se vuelven sociólogos culturales, rastreando en grandes textos, como el conglomerado bíblico, lo que Jan Assmann llama nemohistoria. Freud se torna un tanto junguiano en este texto, pues trabaja sobre la base de una persistencia prolongada de eventos, no sólo a nivel individual. La memoria colectiva es de hecho una concesión a los arquetipos junguianos y, por supuesto, una sugerente y muy rica propuesta de comprensión, aunque carente de una plausibilidad mecanística.

La composición del texto de Freud ha sido realizada en tres enviones sucesivos. Vacilaciones y esfuerzos alrededor de un tema, mientras el cáncer maxilar roe sus últimos días. Es un autor consolidado, maduro y prolífico, pero aborda esta escritura alertándonos de las dificultades de la tarea que acomete.

El problema

El origen del monoteísmo es para Freud un problema importante para nuestra intelección. Desde su ateísmo, la cuestión no está en ordenar una secuencia en la cual el monoteísmo es un acercamiento al Dios verdadero. Para Freud se trata del origen de este nacimiento y de las implicancias actuales. Freud ha debido moverse de Viena hacia un exilio inglés, por ser judío y ya es evidente que, junto a comunistas, homosexuales y gitanos, su pueblo se ha atraído el odio de la nación germánica. La identificación de este Moisés de nombre egipcio y de nacimiento en las aguas, explora la cuestión de la autoridad divina y sus vínculos con la autoridad política. De cómo esta última genera la primera.

En este sentido, Freud alude a sus textos sociológicos anteriores, como Tótem y tabú (1912) y El malestar en la cultura (1930) para situar esta autoridad y su posterior encriptamiento bajo la señal de la rebelión primitiva de la horda contra un jefe tribal abusador. La vocación sociológica de Freud se dirige a la cuestión de la autoridad, de ahí el monoteísmo y la exploración de este líder que se erige sobre un pueblo y lo lleva a una tarea monumental, asumiendo este rol de extranjero que funda y libera a un pueblo.

Para desarrollar su análisis lee la Biblia de manera renovada y logra identificar dos Moisés y situar a Yahvé como un Dios volcánico que reemplaza a Elohim/Adonai. El propósito de Freud es explicar las causas del odio a su pueblo, en una tensión dentro del campo de los monoteísmos.

Así, encuentra varios argumentos, pero giremos en torno a la cuestión de la represión/explicación. La simbología de la misa cristiana, que rememora el banquete antropofágico tribal de la rebelión originaria, hace de los judíos unos monoteístas sin arrepentimiento de esa barbarie original.

Actualidades del problema

Contra religiones

El texto de Freud en manos de Assmann se transforma en una clave para entender tanto la apelación a la reivindicación racionalista de Egipto en el siglo XVIII y XIX, por la francmasonería y especialmente su presencia en la obra de Mozart, como la cuestión de las contra religiones y el monoteísmo.

Assmann hace de este texto de Freud otro esfuerzo de nemohistoria, otra versión de rememorar un problema encriptado. Destaca el ateísmo de Freud, que lo separa del movimiento de los siglos precedentes que Assmann llama spinozistas, es decir que, bajo la cuestión del monoteísmo, entendieron también la unidad de Dios y el mundo.

La cuestión de las contra religiones resulta más presente, puesto que en este movimiento se origina la distinción mosaica, el Dios único que requiere combatir la idolatría y las falsas creencias. El paquete de Moisés contiene un Dios único, pero además verdadero e iconoclasta, un Dios exclusivo que pide un pacto de circuncisión, un Dios fuera de este mundo, un Dios abstracto.

Para Assmann, este Dios que trae Moisés, ya no conforma una religión, algo que traduce dioses entre tribus. El monoteísmo es una labor de agitprop contra las otras religiones. En ese sentido, su opuesto no es el politeísmo. Tiene enemigos por doquier y su contraposición es con el cosmoteísmo, una proliferación promiscua de dioses en el mundo.

Antropoceno

Moisés el monoteísta es uno de los símbolos o de las imágenes del Antropoceno. Es el hombre que unifica a un pueblo para una tarea histórica. Es uno de los agentes del tiempo axial de Jaspers, que pone a una alianza de tribus en una andanada de guerras intertribales.

Quisiera aquí señalar que las guerras no son sólo antihumanas. También ‒y en esto Freud es una excepción al incluir lobos y caballos en sus análisis‒ las tribus enemigas ejercen alianzas con animales y una justa razón de guerra es la adoración. El becerro de oro es una perversión que justifica el odio de Dios. Llamemos a los enemigos de esas guerras: domesticables o domesticados. Crianza también los llamaba Nietzsche.

El monoteísmo contiene en su seno las señas de una combinatoria alimentaria patrón de Ovis aries, Capra hirsicum, Bos taurus, Sus domesticus, Canis familiaris, Triticum monococcum, Hordeum vulgare, Vicia faba, Lens Culinaris y Pisum sativum. Son las especies animales y vegetales que aparecen regularmente de las domesticaciones asiáticas y europeas desde hace 9.000 años, aproximadamente. Moisés hace de ese ejercicio un códex, un pueblo y una historia[3]. No se trata de un simple hecho alimentario, hay aquí una cultura, un modo de relacionarse y unas instituciones de gobierno de animales y humanos.

Aquí está la estructura si queremos del Antropoceno precoz, la matriz en la cual aún nos debatimos. Por ejemplo, Freirina en la región de Atacama en 2012 luchando contra un criadero de cerdos o si se quiere las góndolas de los supermercados, hecatombes de lunes a viernes en plantas de proceso (¡¡Kafka!!), su despedazamiento en bandejas de poliestireno, envueltas en polivinilcloruro (PVC) y llevadas a casa para las cenas rituales: las emisiones de metano y de CO2 de la silvoagricultura que hoy por hoy casi equiparan a la hecatombe de los combustibles fósiles.

La sobreposición de un despilfarro energético, Antropoceno medio y la desquiciada “earth out of joint” de este algo lleno de incertidumbre y fragilidades, que podríamos llamar Antropoceno tardío en el cual las energías situadas como el principal objeto de domesticación y vida, nos han arrojado fuera de la ciclicidad terrenal de los últimos cien mil años, hacia no sabemos dónde[4].

Nuestra América

Para un pueblo hasta hace muy poco, sino hasta ahora mismo, cosmoteísta, la lectura de Freud y de este Moisés es de mayor actualidad. Estamos fuera del monoteísmo, de la humanidad y de la historia. Somos esos pueblos sin historia, que no pueden aspirar ni siquiera a un estatus de nación oprimida. La tarea de los padres de la patria que intentaron volverse Moisés vernáculos, francmasones selváticos, que llenaron de obeliscos y jeroglíficos nuestras ciudades, se ha agotado.

Somos adoradores de imágenes. Los indios dibujaron su paleta de dioses en los templos, en los retablos. Nos volvemos jaguares, colibríes o nube en un cerrar de hojas. Nuestro verdadero sacerdocio es el chamanismo. Nos descubrimos y persignamos antes las animitas en los bordes de las autopistas privatizadas. Muy cerca del resonador nuclear del Hospital, los trabajadores pasan a tocar una virgen con una serpiente a sus pies.

Si Antropoceno es una cuestión como hasta aquí hemos intentado trazar, esencialmente cultural, para América es doblemente cultural. Procedemos de otra cultura. Una brecha de decenas de miles de años nos separa de la matriz de Occidente. Ninguno de los seres del paquete cultural de especies ya enumerado estaba en nuestro continente hace 600 años.

Extraños, extranjeros. Al menos sabemos que ningún Moisés o monoteísmo nos arrancará de la esclavitud de Egipto. Somos tan descreídos de eso como lo era el viejo Freud.

Notas

[1] Freud, S. (1980 [1939]). Moisés y la religión monoteísta. En Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, t. XXIII.

[2] Ibid.

[3] McClure, S. (2013). Domesticated animals and biodiversity: Early agriculture at the gates of europe and long-term ecological consequences. Anthropocene, 4 (December):57–68.

[4] Steffen W., Rockström J, Richardson K, Lenton Th., Folkea C, Liverman D., et al. (2018) Trajectories of the Earth System in the Anthropocene. PNAS, 115 (33): 8252–8259. http://www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1810141115


Yuri Carvajal Bañados. Médico Cirujano (1986), Salubrista (2010) y Doctor en Salud Pública (2011). Ha trabajado desde La Victoria hasta Puerto Montt, en variadas ocupaciones médicas de la salud pública: atención primaria, salud ocupacional y ambiental, profesor universitario, directivo, epidemiólogo, editor. Sus intereses son humanidades y medicina al sur del Antropoceno.

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