La discusión sobre cómo consensuar un horizonte de desarrollo capaz de enfrentar los desafíos actuales sigue siendo relevante en las diversas regiones del Sur Global. ¿Es el neodesarrollismo la salida? ¿O se debe buscar otra alternativa de modelo de desarrollo postcapitalista? ¿Es factible concebir una transición más allá del sistema sociohistórico actual, o las condiciones que posibilitaron el surgimiento del socialismo no son ya más que un episodio del pasado?
Cristóbal Rojas Vargas

En lo que concierne a los seres humanos, vivir es siempre experimentar el tiempo. Esperanzador a veces, angustiante otras y en ocasiones trágico, pero al fin de cuentas, inevitable. En cierto sentido, resulta sorpresivo, cuando menos, que los cultores de la historia reflexionen tan ocasionalmente sobre esta faceta de la experiencia humana. En particular, considerando que, desde hace casi un siglo, la historiografía se autoproclama como el oficio de estudiar a la humanidad en su dimensión temporal. Hablamos del tiempo histórico, entendido como aquella entelequia disciplinaria que las ciencias humanas distinguen del tiempo natural, cuya reconstrucción suele realizarse a través de diversos vestigios, huellas y/o testimonios del pasado. Una de esas formas de representación histórica es mediante el ejercicio retrospectivo de historiar los conceptos en sus contextos de enunciación.
El concepto «Tercer Mundo» es un caso, en gran medida, ilustrativo de estas construcciones socio-culturales que, durante la segunda mitad del siglo XX, desplegó una notable fuerza evocativa. No obstante, el contenido semántico de conceptos como este se ha visto moldeado y estructurado de diversas maneras, llegando incluso a obtener una connotación peyorativa en la actualidad. Por consiguiente, las cargas de sentido de ciertas nociones, están continuamente siendo reinterpretadas y ajustadas para adaptarse a los imperativos de cada presente. En este sentido, la caída del Muro de Berlín significó levantar múltiples obituarios no sólo respecto al Socialismo y el concepto mismo de Historia, sino que también sobre el Tercer Mundo. Era difícil seguir hablando de él cuando el Segundo Mundo ha dejado de existir. Así, a pesar de su deslegitimación y la posibilidad de que el concepto Tercer Mundo desaparezca, las problemáticas socioeconómicas que enfrentan estos países de la periferia continúan persistiendo e incluso se profundizan.

Con los cambios en las relaciones internacionales posteriores a la posguerra fría, resultó crucial redefinir este concepto en un mundo signado por la multipolaridad. En este escenario, desde el fin de la Guerra Fría hasta nuestro presente, han surgido distintas formas de abordar este vacío semántico dejado por el Tercer Mundo, tales como “mundo en desarrollo”, “Sur” o “Sur Global”. Parece ser que esta última expresión ha logrado con mayor éxito unificar una amplia gama de contextos particulares dentro de la condición de periferia.
En este punto, cabe preguntarse si estos anuarios de defunción que recaen sobre el concepto Tercer Mundo eliminan por completo toda la riqueza de sentido histórico que ha ido acumulando desde su gestación. ¿Está destinado a formar parte de aquel continente que conocemos de manera fragmentaria como es el pasado, sin posibilidad alguna de redención o si quiera evocación? En nuestra opinión, la noción de Sur Global podría entenderse como un esfuerzo por reinterpretar el universo de referencias que significó el Tercer Mundo, pero con las limitaciones contextuales que impone nuestro presente. Aunque dichos conceptos comparten un campo semántico colindante, si es que no es análogo, los posibles vectores temporales que imperan en cada uno de los casos, podrían ser distintos. En este sentido, si bien la carga simbólica asociada al Tercer Mundo o Sur Global dependen del contexto histórico en el que fueron ideados, es importante destacar que también están sujetos a continuidades y/o cambios que merecen un espacio de análisis.
En lo que respecta a las ligaduras transtemporales de estos conceptos, podemos identificar similitudes en las causas que explican su surgimiento; caracterizadas por la categoría de exclusión y su sentido economicista que predomina. La idea de Tercer Mundo, y más recientemente, la noción de Sur Global, han sido utilizados con el propósito de representar simbólica y conceptualmente al “resto del mundo” y distinguirlo de las regiones desarrolladas del “Centro” en el sistema-mundo capitalista.
La exclusión y el enfoque economicista se hacen evidentes con la aparición misma del término Tercer Mundo, subsidiario del concepto subdesarrollo y acuñado por el demógrafo francés Alfred Sauvy en 1952. Durante la Guerra Fría, como es sabido, el mundo se caracterizó por el antagonismo bipolar entre EE. UU., representante del “Primer Mundo” capitalista, y la Unión Soviética y sus aliados, también conocidos como el “Segundo Mundo”. En contraste, estaba el “resto del planeta”, el llamado Tercer Mundo, que no formaba parte de ningún bloque y comprendía la gran mayoría de países en América Latina y el Caribe, África, Asia y Oceanía.
Del mismo modo, el concepto Sur Global surgió para designar al resto del orbe con un enfoque economicista. Tras el fin de la Guerra Fría, los términos «Norte Global» y Sur Global ganaron terreno en campos académicos como, por ejemplo, las relaciones internacionales, las ciencias políticas y los estudios de desarrollo. Estas disciplinas utilizaron el concepto de Sur Global para referirse a los países que quedaban fuera del ámbito del Norte Global, una coalición liderada por Estados Unidos y vista como un proyecto del Atlántico Norte, que incluía a tres países periféricos: Australia, Japón y Nueva Zelanda. Como resultado, nuevamente un gran número de países heterogéneos quedaron excluidos de un bloque militar y/o económico del Norte.
Es por esto, que el Sur Global no se presenta como una entidad homogénea y unificada, a diferencia del Norte Global. En cambio, está conformado por un abanico de países con ideologías, sistemas políticos y agendas económicas distintas. Sin embargo, no nos parece que se pueda argumentar que el concepto Sur Global carezca de sentido, debido a que todos los países que lo integran han enfrentado los desafíos del trinomio imperialismo- colonialidad- capitalismo. Por lo mismo, en la concepción de Sur Global, hay una conexión intrínseca entre espacio y el poder, por lo que ciertas regiones y pueblos se ven afectados por el sistema- mundo capitalista contemporáneo sin importar su localización geográfica.
Las marcas de origen economicistas que subyacen a los conceptos de Tercer Mundo y Sur Global son innegables, pero pasan a segundo plano cuando los países periféricos reclaman el protagonismo de su presente, dotando a estos conceptos de nuevos significados y constelaciones de sentido. En esta dirección, podemos señalar características compartidas de estos conceptos en su transición hacia una nueva reinterpretación semántica.
Recordemos que, durante la década de los sesenta, el concepto de Tercer Mundo se convirtió en un símbolo de resistencia en África, Asia y América Latina. Acontecimientos como la Revolución Cubana, el proceso de liberación nacional de Argelia y la escalada de la guerra antiimperialista en Vietnam, junto a las múltiples conferencias del No Alineamiento inauguradas en Bandung, permitieron que los pueblos del Tercer Mundo, o al menos sus intelectuales y políticos de izquierda, se percibieran como sujetos de su propia historia y destino. El mundo observaba, durante los largos años sesenta del siglo pasado, con gran interés los acontecimientos sin precedentes que tenían lugar en países del Tercer Mundo.
Emblemático y eclipsante fue el caso de Vietnam. La ofensiva del Tet a principios de 1968 demostró que incluso en medio de una guerra intensiva y masiva, la voluntad soberana de los pueblos del Tercer Mundo permanecía intacta; impresión que se vio reforzada con la retirada de Estados Unidos de aquel país. Empero, la influencia de la resistencia vietnamita trascendió las fronteras de los estados periféricos, convirtiéndose en el principal catalizador de los movimientos sociales de finales de los años sesenta, cuya cristalización se reflejó en la Revolución Cultural Mundial de 1968. En este punto, el concepto de Tercer Mundo adquirió una orientación temporal hacia el futuro, dotándose de una dimensión proyectiva, integradora y emancipadora para los sectores más progresistas de la sociedad, desprendiéndose de su marca de origen economicista.
En esta suerte de paralelismo histórico, a nuestro parecer la noción de Sur Global también se desmarcó de su connotación meramente económica, gracias a la creación de organizaciones internacionales en la primera década del siglo XXI y a los movimientos sociales que surgieron tras la crisis financiera de 2008. En primer lugar, destacamos la formación de agrupaciones económicas internacionales como el BRIC en 2006, cuyo propósito sigue siendo unir a las economías emergentes del mundo para contrarrestar la influencia del G7. Además, el surgimiento del Foro Social Mundial (FSM) en Brasil en 2001, que continúa reuniendo a activistas antiglobalización hasta la actualidad. En segundo lugar, nos referimos a las luchas y protestas que estallaron en 2011 en gran parte del mundo árabe, en algunos países europeos, así como en Estados Unidos con el movimiento ¡Ocupa Wall Street!, y también en América Latina con los movimientos estudiantiles en Colombia y Chile. A partir de este momento, el Sur Global comienza a ser concebido y analizado, especialmente en la literatura sobre estudios filosóficos y sociológicos, como un actor con capacidad de influir en su realidad presente, distanciándose así de su mera connotación económica, aunque en realidad no tenemos certeza sobre cómo se desarrollará esto, ni si conducirá a algo más significativo en el futuro.
De tal manera, es posible inferir que las movilizaciones sociales que caracterizan al Sur Global tienden a ser de orden más reactivas o defensivas, en contraste con las luchas antimperialistas del Tercer Mundo. En las primeras, el objetivo es preservar lo alcanzado, por mínimo que sea, mientras que en las segundas se luchaba por demandas que desafiaban el orden capitalista, imperialista y colonial. Este contraste podría representar uno de los cambios entre el concepto de Tercer Mundo y el Sur Global, lo cual está vinculado a los diversos contextos de enunciación en lo que cada uno se inscribe. En otras palabras, no se puede atribuir significado a un concepto basándose en aquello que todavía no existe, tratando de dar sentido a lo inédito de nuestro presente. En los distintos contextos de conceptualización del Tercer Mundo y el Sur Global, se vislumbra la comprensión tanto de la constelación de universos pensables que cada presente admite como de los cambios y sinuosidades que estos idearios pueden experimentar.
Por ejemplo, durante la Guerra Fría, la coexistencia de dos modelos de desarrollo produjo el surgimiento del concepto de Tercer Mundo, originalmente concebido como una alternativa al campo capitalista y socialista. No obstante, esta situación dio lugar a que intelectuales y líderes políticos de países tercermundistas se apropiaran del universo socialista, cuyas representaciones y estrategias de desarrollo no residían exclusivamente en la experiencia soviética. Desde la realidad cubana hasta la Yugoslavia de Tito y la China de Mao, diversos modelos despertaron interés en los países con sensibilidad tercermundista. De este modo, la Revolución, vista como un medio para transformar las estructuras de poder; y el Socialismo, concebido como un modelo de socialización de los medios de producción, se convirtieron en opciones legítimas, viables y frecuentemente adoptadas por las naciones del Tercer Mundo durante las décadas de 1960 y 1970. Esta tríada de Tercer Mundo, Socialismo y Revolución se entrelazó inextricablemente durante este periodo. Asimismo, es posible incorporar dentro de este trinomio al desarrollismo cepaliano y su teoría de la dependencia, la cual abogaba por la industrialización de los países periféricos en base a una burguesía nacional no monopolística.
En el caso del Sur Global, la hegemonía del modelo de desarrollo capitalista y la democracia liberal como el sistema político predominante tras la Caída del Muro de Berlín, representan limitaciones contextuales que constriñen las posibilidades de su elaboración conceptual. Si bien el Sur Global es un concepto en plena construcción, pareciera que la Revolución y el Socialismo son entidades todavía impensables de proyectar en nuestro presente, quedando relegados, por el momento, a un pasado sin posibilidad de redención. Por el contrario, el capitalismo y la democracia liberal emergen como los terrenos de lucha y construcción política en que los países periféricos pueden desplegarse. Sobre todo, si desean preservar el único espacio político en que hoy se admite luchar por el poder: el campo democrático, aunque este último se encuentre cuestionado y se debata su compatibilidad con el propio capitalismo.
Desde la crisis financiera de 2008, ha surgido un cuestionamiento sobre la presunta promesa de prosperidad y progreso que se asociaba a la combinación de capitalismo y democracia en todas las naciones que la adoptaran. Incluso, podríamos estar presenciando una recesión de la democracia, marcado por la erosión de ciertos principios democrático-liberales que antes se consideraban incuestionables, como el derecho a la protesta y la independencia del Poder Judicial, amén de un incremento en el número de Estados regidos por regímenes autoritarios. En este sentido, para nadie es noticia la creciente incertidumbre que caracteriza nuestro tiempo. Nos hallamos, en términos historiográficos, inmersos en una crisis del tiempo, donde los puntos de referencia se desdibujan y los horizontes de expectativas se vuelven sombríos.
En este interregno, pareciera que los esfuerzos de los intelectuales y políticos del Sur Global se direccionan en democratizar la democracia de baja intensidad que prevalece en la actualidad. Un ejemplo elocuente de esta tendencia se manifiesta en el proyecto que busca desarrollar una epistemología del sur. Enfoque que persigue democratizar el proceso de construcción del conocimiento desde sus cimientos, alejándose del racionalismo eurocéntrico para fomentar un diálogo equitativo entre diversas constelaciones epistemológicas. Sin embargo, perdura la discusión por consensuar un horizonte de desarrollo capaz de hacer frente a los desafíos actuales y que aún siguen siendo relevantes en las distintas regiones que componen el Sur Global. ¿Es el neodesarrollismo la salida? ¿O se debe buscar otra alternativa de modelo de desarrollo postcapitalista? ¿Es factible concebir una transición más allá del sistema sociohistórico actual, o las condiciones que posibilitaron el surgimiento del socialismo no son ya más que un episodio del pasado? Estas son algunas de las interrogantes que deben abordar los intelectuales y líderes políticos del Sur Global. Por el momento, esta construcción conceptual sigue siendo la más próxima para evocar, representar y, en última instancia, redimir el futuro-pasado que alguna vez simbolizó el concepto de Tercer Mundo.

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Cristóbal Rojas Vargas (Villa alemana, 1991). Docente, investigador. Licenciado en Educación e Historia, Magíster en Estudios Históricos con mención en Cultura y Sociedad en Chile y América Latina por la Universidad de Valparaíso. Doctorando en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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