5 Poemas

Ana Cristina Cesar


[Traducción de Agustina Roca]

Fama y fortuna

Estampillé mi nombre tantas veces

y ahora me vuelvo noticia de diario.

Duele cuerpo -línea neurálgica vía

corazón. Los vecinos de abajo

imploran mi expulsión inmediata.

No oyeron el frenesí pianísimo de la lluvia

ni la primera historia propia de terror:

en el Madame Tussaud el asesino esculpía

las víctimas en cera. Se volvió noticia.

Manejo mi coche. Miro la bahía a lo lejos,

en la bruma de neón, y pienso en Haia,

Hamburgo, Dover, anclas levantadas

en Lisboa. No llegué al nuevo mundo.

Nada es nacional. Caigo en mi salto,

duele la culpa intrusa: haber robado

tu derecho de sufrir. Robé tu

sordina, me lancé al mar,

estoy haciendo agua. Dame el bote.

No encuentro

No encuentro

en medio de todas esas historias

alguna que sea la mía.

Ninguno de esos temas me consuela.

Espero ardientemente que me telefoneen.

Espero que la lluvia pare y los trenes vuelvan a circular.

Espero como si estuviese en Lisboa.

y sintiese saudades de Lisboa. Golpearían la puerta, llegarían los parientes queridos, muertos recientes

y no me doy por satisfecha. ¡Más los personajes en la noche del

estreno! ¡inmediatamente antes! ¡La goma, el brillo en el camarín!

Entrando por primera vez

Entrando por primera vez

en el espacio cerrado de la casa.

Pura tempestad, cántaros, delicia.

Gozo despierta, huerto y hotel.

La ciudad inundándose

«Ahora soy tu amante: ya puedo salir de madrugada»

Ya me puedo saciar y no soy ladrona.

¡Pickpocket!

Desperdicio.

Hacer dedo.

Tranco.

Fog.

Cierta noche se hincha el desconsuelo.

Farol antineblina. Bliss también.

Pensé que no vendría más aquí

Pero aquí estoy

Fotografiando

Hoy estos placeres de lo banal me recuerdan

cuando yo te amaba a la distancia-

trote galope de dos caballos por el campo

abro el libro del deber muy rápido

sacudo las hojas de lo alto de la cabeza

y cae un aviso, manía de segregación

«en aquel día…»

Resplandecí.

Toda saudade desobediencia

Toda saudade desobediencia.

Espacio! Este cielo ensordecedor.

Caen piedras de hielo.

Lo que yo no decía era materia para pequeños traslados.

Subía a la boca del subterráneo. Golpe de aire insensible,

a los pájaros de la tarde. Podía ser otra, la ciudad.

Levemente! La luz se rompe a través de los vidrios.

Voy a saltar y me agarran por el pie.

Quién manda.

Tal vez comenzando a diseñar.

Ana Cristina Cesar (Río de Janeiro 1952-1983) escribió sin duda una de las poéticas más interesantes de su generación. Una obra breve, vital, fugaz. Fue una transgresora, y es, hoy, para los jóvenes, un punto de referencia obligado o, como dijo su amigo e interlocutor, el poeta Armando Freitas Filho cuando ella decidió suicidarse en 1983: "ella queda como una fiera". Y así, como una fiera, marcó sus dientes en la poesía, en la vida. Los poemas que incluimos en La Antorcha Magacín los hemos tomado de la revista Poesía. Buenos Aires, primavera de 1990.

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