No todos los autores escriben sobre el mundo que los oprime, pero sí lo hizo el extraño Pablo Garrido Cádiz (1966-2009), quien realizaba sus manuscritos en cuadernos y luego en máquina de escribir, llegando a lo más, a fotocopiar algunos relatos para compartirlos con algún conocido. Poco más se supo de él, no alcanzó en vida a publicar, o no quiso.
Felipe Moncada Mijic

Aprendí a distinguir las estaciones a través del único árbol que se ve desde el penal…
Pablo Garrido Cádiz
Vidas trágicas tiene la literatura, a montones, vidas que terminaron temprano, que dejaron una obra en construcción. Otros autores optaron por el silencio y fue su manera de partir temprano. Entre los escritores del valle del Aconcagua han existido varios con su destino marcado por la tragedia o la muerte temprana. El talentoso cronista Florentino Salinas Silva, héroe primero de la Guerra del Pacífico, y fusilado luego a los 33 años, en la resaca de la Guerra Civil del 92; o el joven poeta Raúl Tapia, que alcanzó a dejar unos poemas promisorios, fallecido a temprana edad en un accidente en la montaña; o el de Víctor… Marcela… nombres siempre faltan, o bien, preferimos dejarlos tranquilos.
Tampoco todas o todos los autores, escriben sobre el mundo que los oprime, pero sí lo hizo el extraño Pablo Garrido Cádiz (1966-2009), quien realizaba sus manuscritos en cuadernos y luego en máquina de escribir, llegando a lo más, a fotocopiar algunos relatos para compartirlos con algún conocido. Poco más se supo de él, no alcanzó en vida a publicar, o no quiso.
Su libro Cuentos del Sub-Mundo, apareció póstumo el 2010 en una edición transcrita, diseñada y encuadernada por su familia. En su portada se entremezclan imágenes pictóricas, una fotografía del hospital psiquiátrico de Putaendo y un recorte del rostro de Pablo sonriendo. Las perspectivas de los pasillos del psiquiátrico versus el follaje de árboles amarillos y una ventana azul atravesada de nubes, sugieren grandes contrastes emocionales.

Pocos datos biográficos quedaron de Pablo Garrido Cádiz en su libro póstumo, que reúne narraciones de su vida en situación de calle, allí están los temporeros, pero también los caminantes, los atorrantes, los delincuentes, los alcohólicos, y una larga lista de seres que viven al margen de la sociedad, sobreviviendo en ranchos de lata o a la intemperie, borrándose con vino o neoprén. Es en el mundo de la calle donde las experiencias y fantasías de Pablo Garrido toman vuelo. Los relatos de Cuentos del Sub-Mundo se mueven por escenarios bien definidos: El hospital Psiquiátrico de Putaendo, la cárcel, algunos bares cañeros, la calle, la vida en conventillos, el vagabundeo por Plaza Echaurren de Valparaíso, o por los pueblos del norte donde se reúnen los temporeros de la fruta.
Se suma a una larga serie de autores que escribieron sobre la pobreza, conociéndola muy bien, Manuel Rojas (Hijo de ladrón), Nicomedes Guzmán (Los hombres oscuros), Gonzalo Drago (Cobre. Cuentos mineros), o autores posteriores que llegaron a la literatura proviniendo del mundo de la delincuencia o la policía; Alfredo Gómez Morel (El río), Armando Méndez Carrasco (Mundo herido), Luis Rivano (El rucio de los cuchillos), o un autor que provenía del teatro y que también conoció de cesantía y pobreza, como lo fue Luis Cornejo (Barrio bravo).
En el caso de Pablo Garrido, su punto de vista es el del caminante, o derechamente del drogadicto y alcohólico, al que lo guía un propósito de borrarse del mundo y experimentar sensaciones placenteras mediante lo que esté más al alcance de la mano, en ese camino se encuentra con los personajes, vidas anónimas que circulan por el sub mundo, el narrador abandonó todo compromiso con el mundo social y busca la soledad y los recovecos de su mente para borrar las fronteras. Sus textos corresponden al testimonio de quién sufre los dramas que relata, manuscritos que nunca llegaron a publicarse, que tienen esa honestidad de quién no escribe para la crítica, sino para describir un mundo donde las libertades o las posibilidades están acotadas, como en ese otro texto inclasificable: El diario del Lechuza. Relato de vida de un preso común, texto anónimo editado por el poeta Bruno Serrano, a partir de un cuaderno entregado por un reo de la Cárcel de Santiago en la década de los ochenta. Una escritura no hecha para el ambiente literario, es también la de Pablo Garrido, pero donde se cumple aquello que la realidad supera la imaginación y logra impactar de un modo distinto al del escritor de oficio.
El escritor Marco López Aballay, quien conoció al autor de Cuentos del Sub-Mundo, y compartió en algunas oportunidades con él en la década del dos mil, describe la publicación como:
“un libro de cuentos crudo o de realismo trágico, por definirlo de alguna manera. El último vino, Pabellón de sub-agudos, Conventillo anónimo, son cuentos que se desplazan en escenarios ruinosos y tristes, rodeado de espectros en torno a una fogata con olor a vino, cigarrillos baratos y marihuana mezclada con neoprén, en territorios donde conviven homosexuales, alcohólicos, prostitutas, caminantes. Personajes de carne y hueso huyendo del frío, en el límite de la locura, la muerte o el abismo. En más de alguna ocasión Pablo me lo había dicho: el mejor material creativo se encuentra en la calle, ahí están los fantasmas esperando a que los acoja en mi máquina de escribir, desde allí se liberan los personajes del infierno y los llevo al papel.”
Vi un par de veces a Pablo Garrido en San Felipe, en lecturas que se daban en la librería Ciclolibros, alrededor del año 2004. En ese tiempo era frecuente verlo vendiendo verduras en las calles, con un carrito de supermercado, o bien vendiendo dipironas afuera del Mercado. Era callado y se iba temprano de las actividades literarias. Su muerte inesperada y accidental quedó en un misterio, pero sus relatos comenzaron a circular por un camino propio, lo que vio, escuchó e imaginó, sigue dando vueltas por este mundo como un espectro. Quedan sus palabras para explicar su distancia con el mundo: “En mis años marginales, aun en los más extremos nunca dañé a nadie, excepto a mí mismo. (…) En mi rehabilitación quedé solo, es natural, me alejé del sub-mundo y con las gentes lúcidas no he entablado amistad. (…) no recaeré, tengo claro que sería mi final, hay condenas de muerte callejeras que pesan sobre mí y no se harán efectivas mientras no caiga (…) los quince años en el sub mundo me legaron una sombra de desprestigio que hasta la fecha me acompaña.”
Es fuerte la imagen de Chile, o de su campo cultural, como un uróboro que se auto persigue y olvida a sus hijos que lo miran con más crudeza, Florentino Salinas en 1890 describía con nitidez las sierras peruanas al plenilunio y la música de las quenas de los indios que pronto pelearían contra ellos, mientras los poetas románticos imaginaban la luna desde sus aposentos, y Pablo Garrido en el 2000 ingresaba al sub mundo real, mientras otros imaginaban o teorizaban marginalidades a la sombrita de la academia y los Fondos, con la prudente determinación de caer en un buen colchón cuando la marginalidad deja de ser conveniente. La serpiente estaba demasiado ocupada en auto devorarse como para valorar en vida a un autor, que ojalá se dé a leer ahora, a quienes —sin el juicio de haberlo conocido— logren ver ese sub mundo lleno de “humanidad”, en todo el espectro que contiene esa palabra.

Felipe Moncada Mijic (Quellón, Isla de Chiloé, 1973) es licenciado en Educación y profesor de Física y Matemáticas. Ha trabajado como autor y editor de libros de Física para secundaria. Editor de la revista La Piedra de la Locura. Fundador de Ediciones Inubicalistas. Ha publicado los libros de poesía: Irreal (2003); Carta de Navegación (2006); Río Babel (2007); Músico de la Corte (2008); Salones (2009); Mimus (2012); Silvestre (2015), Migratorio (2018). En el género ensayo ha publicado: Territorios invisibles (2015), Imaginarios de la poesía en provincia (2016), Versiones del instante. Lecturas, reescrituras y autorías (2022), Coyán (2023). Ha obtenido reconocimientos como: Mejor Obra Literaria, Consejo Nacional de la Cultura, 2017, por Migratorio. Premio Municipal de Santiago 2016, con Silvestre. Premio Mejor Obra Literaria, Consejo Nacional de la Cultura, versión 2015, por Los territorios invisibles. Parte del texto que incluimos en nuestra revista pertenece a El monte, un valle, su río. Literatura en el Aconcagua, San Felipe, Ediciones Municipales de San Felipe, 2024.

Deja un comentario