Era mi primera vez y como las primeras veces suelen ser especiales, este concierto también lo fue en el Teatro Colón. Apenas supe que había sido aceptada en el Congreso Desmadres miré la página del Teatro esperando encontrar una entrada. Lamentablemente, todos los días estaban agotados, menos uno. El concierto número 11 de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigido por el director invitado Paolo Bortolameolli y aún había un par de asientos libres en el palco.
Fran López Molina

Es curioso como en nuestra infancia se van desplegando pequeños atisbos de quienes seremos más adelante. En varias ocasiones, mis compañeras me preguntaron qué música escuchaba y para no desentonar, decía que era fans de Hannah Montana, Selena Gómez y Demi Lovato. Aunque encerrada en mi cuarto ponía a Price, Malher, Boulanger y Satie.
Por esos años, solía asistir a los “Conciertos de Verano” en la Quinta Vergara y a los de la Universidad Santa María. El director de moda era Juan Pablo Izquierdo, sin embargo, algo estaba ocurriendo en la música clásica. Un joven venezolano estaba dando qué hablar por la forma en que dirigía. Era Dudamel. Por el 2013 Paolo Bortolameolli debutó junto a la Orquesta Filarmónica de Santiago cuando dirigió La consagración de la primavera de Stravinsky, ante más de tres mil quinientas personas.
Conocí a Paolo alrededor del año 2017. Los periódicos de ese entonces, hablaban de un joven director de orquesta que había sido seleccionado como asistente en la Filarmónica de Los Ángeles, EE UU, donde tendría la oportunidad de trabajar junto a Dudamel. Con el pasar de los años, Bortolameolli escribió Rubato: procesos musicales y una playlist personal. El ensayo llegó a mis manos por un maestro que escribía sobre música clásica. “En algún momento lo verás fuera de Chile”.
A Buenos Aires fui un par de veces, sin embargo, por más que me moría de ganas de asistir a algún teatro, jamás se dio la oportunidad. Hasta ahora.
Al concierto de Paolo Bortolameolli llegué 40 minutos antes. Entré por la calle Libertad. En el foyer hay columnas de mármol rojo de Verona estucadas con una imitación de mármol Botticino. Este hall está coronado por un hermoso vitral. El piso, con diseño de guardas y motivos decorativos, está revestido con teselas de gres de formas irregulares. El Salón Dorado que queda en el segundo piso, está decorado en un estilo francés con ornamentos de oro. Tiene una alfombra roja y un piano negro de cola. Además de espejos.
El concierto
Las luces del Teatro Colón lentamente empiezan a atenuarse. Entra Alessio Bax, el pianista. Saluda al público y a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Se sienta. Luego entra Paolo Bortolameolli con el pecho erguido. El público lo aplaude. Espera unos seguidos. Saluda al pianista y a la orquesta.
Todo se inicia con los primeros violines, como si una tenebrosa noche de invierno apareciera de repente, poco a poco, el director empieza a subir la tensión y a manejar los volúmenes. Galileo descubre las cuatro lunas de Júpiter de Marta Lambertini se asoma entre pequeños silencios y la pregunta constante… ¿Qué pasará? Las manos le vibran cierra los ojos levanta los brazos los instrumentos se alborotan le da la entrada a los platillos silencio los primeros violines entran como si estuvieran pasando las uñas bajo un vidrio los timbales suenan, boom… boom… boom… Paolo no sólo domina los volúmenes, sino que se hace parte de la tensión, la siente en su cuerpo.
Luego llegó el turno de Alessio Bax que interpretó las obras Camille Saint-Saëns Concierto para piano N° 2 en Sol menor, Op. 22.
Alessio Bax parte, de manera seria y rápida el piano es de él Paolo toma la batuta lo mira y parte lentamente hay un acompañamiento que hace la Orquesta hacia el piano no es un concierto convencional Paolo domina de manera perfecta en tempus deja que la obra hable por sí sola le da espacio al pianista y es que lo que hace a esta interpretación especial es la repetición de obertura y es que se va matizando con tanta fuerza y energía que se expresa también en el pequeño riff de los timbales Paolo sonríe a ratos salta y cuando justo creíamos que la energía de esta potente composición de tres movimientos no daba más nos deslumbra con una el último compás en donde el tempus se hace más agitado Paolo termina suelta de manera frenética de dirigir.

El público aplaude fuertemente. El director sonríe, aplaude con el público.
En el intermedio que duró 20 minutos, aproveché para ir a la cafetería. El salón es blanco con ornamentaciones francesas. Las mesas son de marfil. Hay sillones cafés y las sillas son de cuero. Pedí un café americano. Hay personas hablando por teléfono, otras tomando una copita de vino, conversando y leyendo. La mayoría está vestida de traje, los zapatos de muchos están lustrados; las mujeres usan atuendos cálidos y sobrios, nada que resalte mucho.
La segunda parte partió con la composición del argentino, Alberto Ginastera Popol Vuh. La creación del mundo maya Op. 44. Al lado mío unas señoras se pararon sin antes decir. “Vámonos, esta pieza es una boludez. He escuchado cosas mejores”. La obra es un poema sinfónico de siete movimientos que dura 30 minutos. Las piezas se destacan por su misticismo, pero a la vez por sus colores orquestales. En ese ámbito, es que hay sonidos propios de la música latinoamericana, por lo que genera efectos atonales y perturbadores. Por su parte, la sección de percusión juega un papel destacado pues es desde ahí que los sonidos exóticos están presentes en la recreación de la obra literaria maya. Paolo, entiende que en estas piezas hay un elemento característico, el juego con el silencio y el tempus.
El director termina, se toca el rostro, el público lo aplaude frenéticamente. Erguidamente Paolo sale otra vez al escenario. Se inclina y luego se va.
A la salida del teatro por Avenida Tucumán, sale Paolo Bortolameolli junto con varios músicos. En Buenos Aires le quedan aún varios conciertos y un lanzamiento de su libro en la librería Ateneo. Su agenda comprende una seguidilla de presentaciones en Chile, Hispanoamérica y en Asia. “Nunca para. Hace muy poco se lesionó el brazo” diría más adelante su mamá.

Fran López Molina (Valparaíso, 1996). Periodista. Diplomada en Periodismo Narrativo Latinoamericano en Universidad Portátil. Actualmente estudia dos maestrías: Literatura y Estudios Culturales en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y de Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado. Miembro de la 7ma Gen de jóvenes periodistas de Distintas Latitudes. Ha publicado en el suplemento “El Rayo” de La Estrella, Gacetilla Filológica en la Universidad Antioquía, Colombia, Desvelada.mx, entre otros. [Puedes leer otra crónica de Fran López Molina el n° 15 de nuestra revista.]

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