
El más reciente fotolibro de Javier Godoy, 4. Fútbol / Fotografía (Flach Ediciones, 2023) –que contiene cerca de 150 imágenes y es fruto de un amplísimo registro de tres décadas–, viene a ser una suerte de gran álbum de este deporte masivo en nuestro país, siendo su perspectiva la de las pasiones del hincha y que, a su vez, lo vinculan a una siempre renovada tradición fotográfica que ha tenido como centro las representaciones identitarias.
Charo Apezechea/ Eduardo Cobos
A inicios de los noventa, con grandes esfuerzos, omisiones y malentendidos, nuestro país se encaminaba por el arduo y angosto camino de la “transición a la democracia”. Sin lugar a dudas, era una época de efervescencias y que determinó el porvenir de la gente joven que estaba harta de la dictadura civil-militar y clamaba por espacios de expresión de todo tipo (político, cultural, profesional). Aunque Javier Godoy (Santiago, 1965) había comenzado a experimentar con la cámara en su adolescencia, es justamente en los años postdictatoriales que se decidió a concluir los estudios de fotografía en el Instituto Profesional Arcos y enseriarse con el oficio de las imágenes. Esto, por supuesto, implicó varias cosas.
En efecto, Godoy había realizado estudios inconclusos en algunas carreras universitarias, los cuales no lo satisfacían y de pronto vislumbró el rumbo: “Me costó encauzarme en la fotografía, más que nada por lo disperso que he sido. Entonces, me dije: ‘esto me gusta, quiero hacerlo y hay que disciplinarse, involucrarse, hay que comprometer más tiempo, más trabajo’”, confiesa. Y desde estos inicios, fue afinando el ojo para hacer coincidir sus convicciones con las destrezas que iba adquiriendo sin desligarse, además, de una tradición fuerte del fotoperiodismo.
En este sentido, los intereses de Godoy provenían de una escuela fotográfica con marcada carga “humanitaria, política, social y documental”, dice, y agrega: “más allá de las formaciones, no me desprendí ni me quise desligar de esa tradición, más bien me siento un continuador”. En esta tradición ubica a imprescindibles referentes de la historia social de la fotografía chilena como lo son Antonio Quintana (1904-1972), Manuel “Tito” Vázquez (1918-2001), o bien a los afiliados/as a la Agrupación de Fotógrafos Independientes (AFI, 1981-1990), que con gran valentía opusieron resistencia a la dictadura, dejando testimonio de las violentas y agitadas calles de los ochenta y de quienes Godoy se siente, sin complejos, un verdadero discípulo.
“Siempre se está buscando la identidad propia dentro de una tradición. Y algunas veces le he dado una vuelta de tuerca, pero no tengo la necesidad de romper con esa forma. Creo que nutriéndola me ha significado una identidad, no sólo como autor sino también como individuo en sociedad, como habitante de un territorio y país determinado. También de ahí viene la necesidad de documentar lo que está sucediendo al lado tuyo, la época político-social que me ha tocado vivir, en el fondo, registrarla, contenerla, documentarla. Y eso lo tuve claro”, enfatiza.
Así, las lentas décadas pasaron y Godoy fue sumando una vasta experiencia como fotorreportero en medios nacionales e internacionales (Las Últimas Noticias, National Geographic, Liberation, Página 12, Clarín o Gatopardo, entre muchos otros), ha ejercido la docencia y hace unos años lleva con esfuerzo “FLACH Galería”, que combina las exposiciones fotográficas con la venta y edición de fotolibros. Paralelamente, tiene en su haber un amplio archivo que ha ido elaborando desde siempre con parsimoniosa dedicación. Producto de esto, expuso en ciudades como Buenos Aires, Marruecos, Santiago, Montevideo, Módena, Madrid, México, São Paulo, París, entre otras. Y ha publicado los fotolibros: Citadino (2016), El eje (2017), Euforia. Cuando Santiago era una fiesta (2022), así como el más reciente 4. Fútbol / Fotografía (Flach Ediciones, 2023), que recoge de una manera absolutamente personal su acercamiento al deporte popular y masivo por excelencia a través de un registro de treinta años. En torno a este fotolibro –y en ocasión de su lanzamiento en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV)–, pudimos conversar con Godoy en el Parque Cultural de Valparaíso.

Las canchas y los ritos cotidianos
Charo Apezechea/ Eduardo Cobos (CHA/EC): En el primer capítulo de tu fotolibro, que titulaste “Canchas”, hay un recorrido por el paisaje del país. Y me parece que muy en sintonía con los álbumes fotográficos de fines del siglo XIX y la primera mitad del XX, en los cuales la intención era construir la imagen visual del Estado-nación. Y está la rigurosidad de abarcar “todo” el territorio.
Javier Godoy (JG): Creo que estás en lo correcto. De hecho, este capítulo fue el que más tiempo me demoré en desarrollar. Y precisamente por eso, por el afán de hacer el país completo. En un principio era el norte, el centro, el sur, decía yo, como grandes territorios, después era el norte grande, el norte chico, el centro, el centro sur, el sur. Luego dije: “¡Ya!, voy a hacer todas las regiones y tratar de que esas regiones se noten bien, cada una con sus características”. Y después era un paisaje costero, un paisaje del interior. Me fui en la volá. Por eso me demoré tanto.
CHA/EC: Por otra parte, al igual que en esos álbumes del paisaje nacional, los habitantes casi nunca aparecen. Están fuera de cuadro y eso es súper potente. No hay gente en esas imágenes, pero mostrar el paisaje representa una identidad para muchas personas.
JG: Ahí la noción de territorio era lo que yo quería relevar, para que el espacio hable de sujetos y territorio. Y se insinúa a las personas todo el rato, desde las piedras, en los objetos que hay en las canchas, el pasto o la no existencia de pasto, o en la nieve. En el paisaje está insinuada o sugerida la presencia de las personas y el entorno te habla de esas personas. Y hablar del paisaje de un país tan diverso en términos geográficos y también económicos y sociales. Por eso hay canchas de mineras metidas en las forestales, o canchas en el borde costero. En todos los lugares hay una cancha, ya que todos tienen ese espacio como sacrosanto de diversión o de esparcimiento, de entretención del fin de semana. Es un ritual. Lo que me gusta del fútbol es el fenómeno ritual y social al que está asociado.
CHA/EC: En este sentido, hay una imagen elocuente en la que el encuadre capta a la vez el arco de una cancha y el cementerio de Caicahue de Chiloé.
JG: Eso es muy usual. Por ejemplo, en las pequeñas comunidades de las islas chilotas, la sede vecinal, la iglesia, el cementerio y la cancha son un microcentro de la isla. Es el lugar de reunión y donde se desarrollan los distintos ritos sociales: el mortuorio, el religioso y el deportivo o el juego, el matrimonio, el curanto o la procesión para celebrar al santo. Es un centro donde no hay un centro formal. Aunque está también la sede social, que sirve para la visita médica, que a su vez se ocupa como camarín. Es el espacio de confluencia de la comunidad y donde se hace el torneo de deportes.
CHA/EC: Y también el espacio de las actividades económicas estaría presente.
JG: Claro. Canchas rodeadas de la forestal, hay pinos, etc. Hay una cancha que la presencia de la forestal es tal, que se meten dentro de la cancha. Los eucaliptus están creciendo dentro de la cancha en Villarrica. Espacios también que están siendo loteados. Porque hacen una razzia, ponen los pinos y en medio ubican la cancha.




La emoción de “La Roja”
CHA/EC: En “La Roja”, que viene a ser la segunda parte del fotolibro, se muestra, en contraste con lo anterior, el paisaje urbano y casi siempre están los espectadores “capturados” en el acto de ver algún partido de la selección chilena de fútbol.
JG: Efectivamente, eso me gusta mucho, las emociones, el detalle y ser parte. Es la efervescencia, la expectación y cómo se crea una emoción en el espectador que es distinta a la del jugador. Eso es lo que me interesaba. Toda la expectación que se vive alrededor de la transmisión de un partido. Porque ni siquiera es en el estadio. Es en la calle, bares, o restaurantes. Hay mucho espacio público en esas imágenes. Eso es lo que me interesaba tomar, eso de “juntémonos a ver el partido”. Y quería compartir además esa situación con otras personas que están igual de interesadas que yo, las conozca o no. Ese era el objetivo. El rollo, digamos.
CHA/EC: Y bueno, donde te pilló el partido.
JG: Exacto. No es alguien que pueda evitarse ir a trabajar para ver un partido. Es donde te pilló. Y están las celebraciones, los llantos. Qué es lo que ve, escucha o trata de ver.
CHA/EC: Estaría el triunfo y también la derrota…
JG: Y claro es con la decepción también, ya que generalmente es un equipo que no es tan triunfador, pero que a veces tiene periodos de triunfo. Por eso están estas imágenes que hablan no sólo de la euforia, sino también de la decepción y la derrota. Que en definitiva es la vida misma.
CHA/EC: Es curioso que en este capítulo ni la primera ni la última imagen tengan que ver con las otras, ya que son de zonas rurales de Chiloé, lo cual le da el corte y lo encierra. ¿En esta parte te proponías una suerte de narrativa circular?
JG: Tiene que ver con el evento en sí, pero en otro espacio que funciona muy bien para abrir y cerrar. Por eso esta forma de construir el libro, porque hubo varias formas de planteárselo. Es lo mismo que editar un texto, ya escribiste el grueso, ahora tienes que entrar a desgranar, a seleccionar, y a darle un cuerpo, una lectura.




El torneo vecinal
CHA/EC: En “El torneo”, tercer capítulo, se puede visualizar, finalmente, a jugadores y jugadoras desplazándose por la cancha. ¿Cuándo y por qué te atrajeron estos torneos casi desaparecidos?
JG: Mi interés data de fines de los años 80. Entonces, tomaba fotos pero no era fotógrafo, que es muy distinto. Es sólo en el ’92 que empiezo a registrar estos torneos de manera más concienzuda en lo que estaba haciendo como fotógrafo, ya andaba con mi cámara haciendo fotografías. Y nos topamos con un torneo en Mechuque (Chiloé). En ese entonces la isla no era tan turística y nos involucramos con una familia.
CHA/EC: Claro, se nota que estos torneos son familiares. Es significativo el ambiente que, si se quiere, recobra el fútbol como una entretención comunitaria, que parece perdida en la actualidad.
JG: Así es. Estaba, por ejemplo, Moroco, el padre de una familia, que era muy sociable. Aún lo es. Todo un hombre orquesta: organizaba y mandaba a los del club, era jugador de fútbol. De hecho, está en las fotos y ni siquiera con pantalones cortos. Después se ponía a preparar el curanto. Y ese episodio entre festivo, deportivo y familiar me pareció muy interesante, muy atractivo, muy amoroso. A pesar de que a veces se carga de violencia, pero es como familiar. Bueno, como son todas las familias, a veces disfuncionales, a veces violentas, a veces amables, a veces tiernas. El torneo es una especie de ópera en torno al deporte, porque es todo un día que se está jugando y hueveando alrededor de la cancha.




Un hincha entre “Los de Abajo” y el periodismo Gonzo
CHA/EC: Mira, y el último, “Los de Abajo”, que es el registro que realizaste a la barra brava de la Universidad de Chile. ¿Eres hincha de la “U”?
JG: Este capítulo, si quieres, tiene una raigambre dentro de mi biografía muy potente. Porque es una obsesión como hincha y de tanto tiempo sin salir campeones con la “U”. Con mi hermano chico compartíamos mucho el hecho de ser hinchas en los ochenta e ir al estadio. Tenemos muchas anécdotas de adolescentes. Y nos hicimos hinchas de la “U” casi por ir en contra de mi Papá que es de Colo-Colo.
CHA/EC: Suele ocurrir…
JG: Y después, con los años, ya siendo fotógrafo, ya buscando identidad como autor, cómo no voy a fotografiar esto que además me produce una emoción más allá de solamente el hecho de fotografiarlo. Con “Los de Abajo” me pasan varias cosas: el fanatismo y ser parte de una masa que es un todo más grande que tiene vida. Allí estoy muy involucrado en lo que estoy fotografiando.
CHA/EC: Y se aprecia, en todo caso, en comparación a los demás capítulos, que la distancia de foco es evidente, ya que la imagen, por decirlo así, está “encimada”.
JG: Sí. Es porque soy muy parte de este capítulo. Uno más dentro de un lote. Tampoco es que tuviera mucha alternativa de distancia. Estás metido en una masa. En un espacio en el cual estás rodeado, que no te permite hacer mucho juego de movimiento. Y además quería que eso fuese relevado más abiertamente junto con los demás: ser uno más de los que están en la gradería. Ese es el sentido de estas fotos. Pero también es como hago fotos, porque me gusta que la gente participe. En este caso que participe la multitud. No hago un foco tan selectivo.
CHA/EC: También estaría lo documental…
JG: La otra vez les mostraba imágenes a unos alumnos y les señalaba los distintos usos de la ropa, los cortes de pelo, todo eso que da cuenta de una época determinada. Y eso quiero que se vea. Quiero que se vea cómo son los personajes, cómo visten, qué es lo que llevan, qué calzan, sus caras, qué es lo que están expresando. Estoy transmitiendo información. Estoy transmitiendo emoción.
CHA/EC: ¿Habría una forma vivencial?
JG: Creo, en todo caso, que lo abstracto es más la situación que la forma en que uno lo fotografía. Es un espacio, una situación muy extraña, muy propia. Por eso no hay que especular tanto con la forma para transmitir lo que estás viviendo. Eso para mí es muy vivencial: me está llegando el humo, la gente me está empujando, estoy saltando, me estoy moviendo, estoy viviendo lo mismo. Podría ser un periodismo Gonzo. Un fotoperiodismo vivencial.
CHA/EC: Este registro lo realizaste a mediados de los ’90, ¿es posible realizar allí una lectura sociopolítica del país?
JG: Creo que sí. Por ejemplo, en los ‘90 hay como una efervescencia postdictadura en la que se apelaba a cualquier cosa que te sacara del rollo y se tendió a despolitizar la sociedad. Las juventudes políticas son más chicas. Incluso menos fuertes que en los ‘80. Y el fenómeno social del fútbol tiende a ser un aglutinamiento de esas juventudes. Ahí parten las barras bravas, como espacios de poder, de poder político. No en vano la derecha se tomó un poco esas barras. Y hay una contrarrespuesta con las barras más rebeldes. Estas barras tienen su fracción de derecha y su fracción de izquierda. Está la “Garra Blanca” antifascista, como también está Pancho Malo que era el dirigente de la Garra y era un fascista fanático. Entonces, se apropian los movimientos políticos o bien los movimientos políticos dominantes de estos espacios gregarios de la juventud.
CHA/EC: Por otra parte, tienes varios fotolibros publicados. ¿Qué tendría este proyecto que no tienen los otros?
JG: Sabes por qué me gusta tanto este, porque creo que quedó conceptualmente y fotográficamente tan redondito como una pelota. Creo que está muy bien reflejado lo que quería hacer. Me demoré mucho, pero quedó bien. Aunque cada proceso tiene su tiempo.
CHA/EC: Es que son cuatro libros en uno y a la vez tienen una tremenda unidad.
JG: Eso, es una unidad. Hacer cuatro libros por separado no me parecía tan coherente. Era artificioso en términos de arquitectura de libro. Este es un libro en capítulos, que no dejan de estar hilados unos con otros, por eso también el orden no es casual. El libro va en un crescendo.





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