La salsa en Cali, ¿una tradición?

La salsa llega a Cali culminando la década de 1960. Como producto cultural musical se puede ver en ella una continuidad en términos de los sonidos afrolatinos que desde décadas anteriores- 30, 40 y 50- , estaban presentes en la ciudad: el bolero, el son, la guaracha y el chachachá. Si visualizamos un contexto más amplio, que da cuenta de otros públicos, se aprecia en la ciudad la llegada del rock (en el tránsito de la segunda mitad del siglo XX, también creado en Estados Unidos, pero de un origen cultural diferente a la salsa) asumido como la música de los sectores de clase alta del norte de la ciudad.

Aldebarán Vásquez Grueso

“El mambo hizo furor en Nueva York pero el cha cha cha lo derrotó ahora un nuevo ritmo apareció y es el inquietante rock and roll”

“Rock and Roll”, La Sonora Matancera, 1953, álbum Serie Cuba Libre: The Ernest Hemingway’s Songbook 2

La salsa, música afrolatina, ocupa un lugar central dentro del discurso de tradición musical de Santiago de Cali, Colombia. Desde su llegada, años 60, este ritmo se vinculó con sectores económicos de clases bajas-medias y poco a ganó un espacio dentro de las sonoridades de la ciudad. Un aspecto relevante de la salsa en Cali es que permite una suerte de continuidad sonora. En la década de los 30, con los primeros discos, en Cali se fue creando un público amante de la música afrolatina, boleros, danzones, principalmente.

 Lo problemático de enunciar discursos en torno a los géneros sonoros y su apropiación, como elemento cultural, es que no siempre se hacen análisis en relación a la otredad, lo cual es sin duda relevante.  Cali es un claro ejemplo en torno a lo antes referido; el discurso que se tiene de la ciudad como Capital de salsa deja por fuera del análisis y la comprensión otros públicos, así como las otras lógicas en torno a los discursos de lo propio y lo ajeno, también presentes en el espacio urbano.

Para comprender el nacimiento de la salsa nos debemos remontar a las músicas afrolatinas de finales de la colonia S XVIII e inicios del siglo XX en las Antillas Mayores. En el caso de Puerto Rico, se destaca su aporte con el género bailable conocido como la danza y una canción llamada La Borinqueña, creada hacia 1868. Quintero (1999) quien analiza la formación de la música nacional en Puerto Rico, permite apreciar la salsa como una hija de este género, que nace por fuera de la isla debido a los cambios económicos, fin de las haciendas, lo cual puede ser el factor para migración hacia otros contextos durante la década de 1930. Esto no hace extraño que la salsa naciera en Nueva York, epicentro en el cual se asentó gran parte de la población de las Antillas que salió del Caribe.

La salsa llega a Cali culminando la década de 1960. Como producto cultural musical se puede ver en ella una continuidad en términos de los sonidos afrolatinos que desde décadas anteriores, 30, 40 y 50, estaban presentes en la ciudad: el bolero, el son, la guaracha y el chachachá. Haciendo un contexto más amplio, que da cuenta de otros públicos, se aprecia en la ciudad la llegada del rock (en el tránsito de la segunda mitad del siglo XX, también creado en Estados Unidos, pero de un origen cultural diferente a la salsa) asumido como la música de los sectores de clase alta del norte de la ciudad.

Al tiempo que llegaban la pachanga (antecedente más cercano de la salsa) y el rock, la ciudad vivía un proceso de recepción de poblaciones provenientes de departamentos de la Costa Norte (Atlántico, Bolívar, Magdalena) y la zona del Pacífico (Cauca y Nariño). Para Sevilla y Cano (2012) la migración obedeció a condiciones sociales de la ciudad, mejores que las zonas rurales cercanas, así como a la necesidad de mano de obra calificada para la industria química, lo cual hizo necesario encontrar profesionales capacitados para atender la demanda en la ciudad, dado que la Universidad de Cartagena tenía esta carrera, varios egresados llegaron a trabajar a la ciudad.

De la Costa Norte llegarán en la década de los 50-60 géneros sonoros como el vallenato. Dada la poca difusión que tuvo el vallenato en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, por ser una música regional, era complejo hallar grabaciones en la ciudad, así que para poder escuchar esta música era necesario interpretarla. Con el vallenato llegan a Cali instrumentos como la caja y la guacharaca, así como el uso del acordeón para la interpretación de este género, es decir, se incorpora esta música a los sonidos de la ciudad. De la costa pacífica también hubo migración hacia Cali, siendo la ciudad más importante de esta zona biogeográfica colombiana.

Es relevante destacar que para el siglo XX Cali configurará una marcada población afro (que se deriva de los procesos esclavistas de la hacienda colonial, así como de las zonas mineras del Sur Occidente colombiano). Del Pacífico colombiano arribaron aires de las poblaciones afro y mestizas, los alabados y los arrullos, usados para las celebraciones, así como los momentos de duelo. También instrumentos musicales de estas zonas: el guasá, la marimba de chonta, la tambora, que pasaron a incorporarse a los sonidos de Cali por la interpretación de este tipo de músicas en espacios privados, inicialmente, pero luego en recintos más masivos. Sevilla y Cano (2012) enfatizan en la importancia de estos fenómenos culturales para comprender la heterogeneidad cultural de la ciudad, al tiempo que también exponen el poco análisis que poseen estas músicas, en comparación de por ejemplo la salsa; lo cual es una abierta y necesaria crítica a la academia.

El vallenato y las músicas del pacífico no gozaban de un amplio eco en la ciudad, en términos de su recepción, al menos no fueron, hasta la década de los 80-90, algo que fuera apreciado como parte de Cali. Esto tiene que ver con el arraigo que desde los años 30 y 40 tenían en la ciudad músicas como el tango, las rancheras, las guarachas, los boleros; así como las expresiones de los años 60, la pachanga, la salsa y el rock. Esto hizo que el vallenato y las músicas del pacífico tuvieran que cautivar sus propios públicos, uniéndose, así, a la oferta musical, bastante amplia y diversa.     

En el análisis a la tradición hecho por Hobsbawm (2002) se aprecian dos particularidades de este concepto: la primera seria su  amplio rango temporal, la tradición como algo hecho desde tiempo lejano, algo criticado por el autor al apreciar la construcción del discurso de horizonte temporal; lo segundo, será la tradición como algo inventado; un modo de hacer algo que realmente no corresponde con una práctica o norma  previa, lo cual la desliga de la supuesta vinculación con un pasado en el cual las cosas eran de tal o cual forma.

Así, se percibe que la tradición, en este caso salsera, de Cali, será una norma, algo que debe ser así por dar una continuidad temporal, al remitir a un elemento cultural que llegó, fue aceptado y logró gestarse en algunos sectores sociales. La tradición también puede y debe ser vista como una forma de cohesión social, mediante una idea de historia común al interior de un grupo (en este caso la sociedad caleña de la segunda mitad del siglo XX) trayendo al presente elementos del pasado.

Si se aprecia el sentido de esta definición, en el hecho de ser una historia compartida, se notará que el lugar discursivo desde el cual se enuncia la tradición deja de lado lo diverso, justamente por ser el lugar de tensión, al tiempo que busca homogenizar. En nuestro contexto es complejo hacer una homogenización, Cali no es una ciudad en la cual haya una población mayoritariamente raizal (es decir, que tenga a varias generaciones como oriundas de la ciudad): es, en mayor medida, una ciudad hecha de retazos culturales, un espacio urbano en el cual confluyen diversas culturas regionales, que llegaron a la ciudad huyendo de la violencia rural que vivió Colombia durante la segunda mitad del siglo XX.

Pese a no haber nacido en Cali, ser importada desde la década de los 60, en torno a la salsa existe ya una economía que se mueve entre presentaciones, arreglos de vestidos, conciertos, comida, siendo el aspecto más destacado el turismo. El uso de la salsa, como producto cultural para el turismo, es determinante para entender la construcción del discurso identitario y de tradición que se gestó en la ciudad por parte de algunos sectores sociales para esta música.

 “En Cali el turismo baila salsa” ( 2011) es un importante documento que da cuenta de la relevancia del turismo para la ciudad, el informe también indica que mientras el país tiene un crecimiento de visitantes del 9% anual, la ciudad de Cali ha crecido un 15% anual, hecho que según el Secretario de Cultura y Turismo de Cali de la época, Carlos Rojas, obedece al trabajo interinstitucional entre el sector público y privado, “Desde el 2005 cuando se decidió que el producto turístico internacional de Cali era la salsa, no se ha dejado de participar en eventos turísticos nacionales e internacionales teniendo en la salsa nuestra bandera” .

La visión que se aprecia de este comunicado de la Alcaldía es clara en términos de cómo la salsa se lleva incluso a otros países, mostrándola como algo que distingue a la ciudad. Este discurso, emanado desde un importante ente gubernamental, constituye un importante eje emisor que articula el discurso sobre la tradición de la salsa, construido con el interés de ofrecer un producto cultural turístico novedoso. Si buenos Aires tiene el tango, New Orleans el jazz, Jamaica el reggae, Rio de Janeiro la Samba, ¿por qué Cali no puede ofrecer la salsa?

Lo más importante a destacar es que los contextos culturales antes mencionados fueron los centros productores de la música que ofrecen como producto cultural. El caso de Cali es ajeno a esta premisa, la salsa no es colombiana, pero ganó, con su aceptación y resignificación, un importante espacio cultural dentro del imaginario sonoro urbano.

Debo también mencionar que desde los años 90 la ciudad abrió espacios masivos con apoyo estatal y privado a otras músicas. Me refiero al festival Petronio Álvarez (1996) que recoge la tradición cultural musical afro del Pacífico colombiano; así como la serie de festivales enfocados al rock, Cruzada del Fuego (2001), Cali Underground (2004), Calibre (2005). La música vallenata, también presente desde hace décadas en la ciudad, se ha incorporado, poco a poco, a eventos masivos, como los conciertos de la Feria de Cali. Cerraré estas páginas como las abrí, con la letra de una canción, a propósito de la tradición y las músicas, imaginarios que dan un sentido a los consumos musicales y las identidades hechas mediante el uso de estos por parte de los sujetos, “el mambo hizo furor en Nueva York pero el cha cha cha lo derrotó”.

Bibliografía

Alcaldía de Santiago de Cali (2011). “En Cali el turismo baila salsa”,  recuperado de

<http://www.cali.gov.co/cultura/publicaciones/38448/en_cali_el_turismo_baila_salsa/

HOBSBAWM, Eric (2002). “Introducción: la invención de la tradición”.  ERIC. Hobsbawm y TERESE. Ranger (Eds.), La invención de la tradición, pp.7-21. Barcelona: Crítica.

QUINTERO, Ángel (1999).  Salsa sabor y control sociología de la música “tropical”.  México: Siglo veintiuno editores.

SEVILLA, M, y CANO, P (2012). “Balsas y parrandones en La Sucursal del Cielo: inmigración y prácticas musicales en Cali durante la segunda mitad del siglo XX”. W.F. Jiménez Hernández (Coord.) Historia de Cali siglo XX, Tomo III cultura, pp.364-381. Cali, Valle del Cauca: Universidad del Valle.

Aldebarán Vásquez Grueso (Cali, Colombia, 1986). Licenciado en Historia, Universidad del Valle, Cali, Colombia; Ex pasante del Fondo Diario Occidente, Biblioteca Departamental, Santiago de Cali, Colombia. Ex becario Conacyt para estudios de la Maestría en Arqueología, Colegio de Michoacán, A.C. México. Actualmente es becario AUIP en la Universidad Pontificia Católica de Valparaíso, Chile, Doctorado en Historia. Sus temas de interés son la cerámica con decoración al negativo, la transmisión tecnológica de ésta técnica prehispánica, así como las relaciones existentes entre la música grabada, los oyentes y la industria del disco en la época contemporánea.

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