Klaus Kinski con bandurrias

Klaus Kinski en un fotograma de Aguirre, la ira de dios de Werner Herzog, 1972. Foto Archivo.

Claudio Guerrero Valenzuela

Nosotros… lo que hacemos son caminos, son caminos,

            nada más que caminos, caminos condenados de antemano a ser borrados                    

            por el viento y el destino…       

                                                                                                          Teófilo Cid

Qué escande el hilo fino de la lluvia

en la flor del ciruelo.

A qué se debe esta postura

de fisgonear el movimiento de las bandurrias

tasar el soporte del viento.

Qué pasa cuando el ojo se enciende sobre el oído.

Acaso las risas destempladas de los amigos

indique que todo está bien

es momento de abrir la imagen

algo oblicua podríamos asegurar

se superpone y proyecta como por DeLight Lab

entre la cama de un hostal en Temuco

y un edificio de veinte pisos

que bien podría estar en cualquier parte

indiferente al carácter de los lugares.


La luz reúne a tu padre con Klaus Kinski

una tarde de sábado en las que no es requisito

salir a pasear por los pueblos

en la que quizás se mantiene como estado de ánimo común

algo así como una desidia

o una tristeza leve difícil de precisar

un cuerpo de gato lamiéndose el pelaje

en la punta de la piel el vértigo de la noche anterior

oscura como la borra en un vaso de vino

precipitada e irrespetuosa

contra la lenta cancelación del futuro.


Video Lar

Santiago de Chile

Parque Bustamante

en la sección de cine arte

Aguirre la ira de Dios

tal vez no sea necesario intercambiar palabra alguna.

Klaus Kinski buscando El Dorado

un mono triturado en sus manos

solo en medio del Amazonas

enloquecido sobre una balsa de madera

infringiendo una tarde cualquiera con la obstinación

cuando no se era más que interrogantes

sin cuajar nada muy preciso

buscando el dorado en el poema

algo así como un té caliente

sorbeteado con el menor ruido posible

de modo de no trizar la escena.


El frío

la lluvia

la luz

la flor del ciruelo

y un impertérrito edificio

atravesado por bandurrias

son el soporte para este encuentro

desorbitada línea de montaje

Klaus Kinski con casco de Lope de Aguirre

atravesando Amereida para llegar a Temuco

pasando por Santiago calle Seminario esquina Bilbao

todo incluido

desayuno continental

a la misma hora en que el canto-pato bandurrial

choca con la bocina del tren de carga

y la travesía de Klaus Kinski se diluye con los créditos

dejando entrever el mortero damasco del homogéneo edificio

y el rostro del padre que rebobina la cinta

el VHS encajado en el plástico

de medio a primer plano

enciende un nuevo cigarro

una luz como estrella fugaz

termina en negro.

Claudio Guerrero Valenzuela (Santiago de Chile, 1975). Posee una trayectoria poética de más de veinte años. Es autor de los poemarios: El silencio de esta casa (2000), El libro de las cosas que se ignoran (2002), Pequeños migratorios (2014), Código menor (2017) y Las corrientes luminosas (2020). Doctor en literatura, licenciado en humanidades con mención en lengua y literaturas hispánicas, se desempeña como académico e investigador del Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Católica de Valparaíso. [Lee una entrevista que le hicimos aquí]

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